OSVALDO SANTANA
(EFE )/Tomadod e El Caribe
Las posibilidades de la
oposición de ganar el gobierno en República Dominicana en 2016 parecen
alejarse, toda vez que el segmento que prometía convertirse en una
opción viable sobre la base de anular o desacreditar al Partido
Revolucionario Dominicano (PRD) presenta grietas visibles entre las dos
figuras principales: Luis Abinader e Hipólito Mejía.
El momento que vive la oposición
dominicana se asemeja a la coyuntura de 1990, cuando el PRD sufrió una
más de sus divisiones que hizo posible el surgimiento del Partido
Revolucionario Independiente (PRI) bajo el liderazgo de Jacobo Majluta y
el Bloque Institucional Socialdemócrata (BIS), comandado por José
Francisco Peña Gómez. Ambos dirigentes, en medio de sus confrontaciones,
acordaron congelar al partido blanco y acudir por separado a las
elecciones de ese año.
En una astuta jugada, Peña
Gómez, con la estelar actuación de Hatuey De Camps, logró que el Partido
Reformista Social Cristiano, que a la sazón controlaba la Junta Central
Electoral (JCE), les devolviera los derechos sobre la franquicia del
PRD. Con la decisión, Joaquín Balaguer, que como siempre aspiraba a
seguir en el poder, selló la separación.
Pero emergía el Partido de la
Liberación Dominicana (PLD), que con el carisma de su líder, Juan Bosch,
se convirtió rápidamente en la opción para sustituir a Balaguer en los
comicios de 1990. Con una campaña exitosa, aunque signada por errores
importantes, como rechazar el apoyo de Peña Gómez y de Majluta, que le
impidieron un triunfo arrollador, logró la mayoría de los votos, pero
mediante una manipulación de los Estados Unidos (Jimmy Carter), la JCE, y
el propio Balaguer, fue posible que éste siguiera en el poder.
Hoy, contrario a aquella época,
el partido de gobierno, sin fisuras graves, es la fuerza más importante
en el país. Cuenta con un presidente con una alta tasa de apoyo y la
oposición está dispersa, lo que tiende a ensancharse más. Los últimos
acontecimientos así lo confirman.
Atomizado
El Partido Revolucionario Moderno (PRM), un desprendimiento del
PRD, ha entrado en un estado de atomización. En un esfuerzo desesperado
por alcanzar un registro para competir en las elecciones del 2016, sus
auspiciadores pretendieron economizarse los trámites de formar una nueva
entidad y se montaron sobre el lomo de la Alianza Social Dominicana
(ASD), de la familia Abinader.
El grupo de perredeístas no han
podido estructurar como partido lo que a todas luces es un nombre: PRM.
No han anunciado una declaración de principios y objetivos, línea
programática, ni tampoco estatutos. La forma a la que se abrazaron para
reagruparse h
a devenido en una matriz de potencial subdivisión.
Tanto Abinader como Mejía se han
disparado en aspiraciones por la presidencia de la República. Abinader
hábilmente cerró el año pasado con la aceptación de una candidatura por
el Partido Humanista Dominicano (PHD) lo que pende sobre el cuello de
Mejía, con quien se confronta por el control de los organismos
inexistentes del PRM, y en medio de ese debate se le derrumba la
posibilidad de conformar la imagen, al menos mediática, de una
plataforma opositora de amplia base.
Las posibilidades de ese grupo
estaban dadas en la medida en que mantuvieran la unidad que les sirvió
para dividir al PRD, pero fundamentalmente era útil para forjar un
instrumento de amplia base que parece diluirse en la carcoma de las
ambiciones desmedidas.
La renuncia de Tony Peña Guaba
es la expresión más dramática de lo enfermo que nace un proyecto que ha
podido tener una historia más constructiva en la búsqueda del poder.
El mensaje de un PRD debilitado
Mientras, el PRD, muy debilitado
a consecuencia de la división y sobre todo la campaña de descrédito
contra su presidente, Miguel Vargas Maldonado, está mandando un mensaje
que sugiere un proceso de reagrupamiento que resbala cada vez que un
dirigente se muda a otro litoral, como el caso reciente de un grupo de
perredeístas de San Juan de la Maguana, que pasó al PLD.
El PLD ahora se ve como la
fuerza de la continuidad y el orden. Sólo tenues amenazas de voces
reeleccionistas se observan como nubes dispersas en época de invierno.
El presidente Danilo Medina no
pierde tiempo para mirar hacia el espacio. Su afán es gobernar. Leonel
Fernández está atento “al soplar de los vientos” y los potenciales
relevistas –Reinaldo Pared, Francisco Javier y Temístocles Montás-
recorren el país dándole vida a una organización en el poder como para
mantener el ritmo que lo podría conducir corrido hacia la cita del 16.