No debiera extrañar, pero extraña, sabiéndose –desde siempre– que somos así y que así somos.
Dominicanos al fin.
Los
partidos, en particular los de oposición, llamaron al diablo, y lo
esperaban, solo que no con tanta candela. Además, esa candela debió
tener su propio destino. La gente del gobierno.
El
diablo no entendió circunstancia ni encomienda, abrió de par en par las
puertas del infierno e incluye por igual como “malditos de mi padre” a
personeros del gobierno y de la oposición.
Vea
usted, que ahora ni gobierno ni oposición, y tan de su misma clase que
comparten taza a la hora de beber café, toman el desayuno juntos y oran
al Dios único. Solo que Dios, con tantos problemas en el mundo, no está
en esa, y lo que se dice en las escaleras del Palacio de Justicia es que
les mandó un recado con Moisés, el de los 10 Mandamientos. “Búsquense
un buen abogado”.
Las maldiciones caen cuando son de un sector político a otro sector político, pero no si ambos están metidos en el mismo saco.
Peor asfixia y más grave la picazón.