Benny Rodríguez/Tomado de La Lupa del Sur
Barahona.- En la comunidad de
Minyara, de la provincia Akkar, ubicada al norte del Líbano, nació el 15
de julio de 1941 Gosub H. Elías, a quien su empeño en viajar, conocer
otros continentes y estar cerca de sus parientes más próximos lo
hicieron llegar a estas tierras, estableciéndose en el municipio costero
de Enriquillo, en donde a base de esfuerzos logra salir adelante.
El primero de abril del año
1964, justo a la media noche de ese día, Elías llegó a la República
Dominicana. De ese acontecimiento se cumplieron recientemente 50 años,
ocasión aprovechada por sus amigos del club Rotario para celebrar esas
cinco décadas, que, como diría Gardel, 20 años no es nada. El 15 de
julio cumple 73 abriles, los que dice espera satisfecho porque en estas
tierras, a cientos de miles de kilómetros de su país natal, pudo echar
raíces y forjar una familia.
De joven formó parte del
ejército de su país, Líbano, en momentos de conflictos bélicos con un
enfrentamiento entre facciones libanesas que duró 15 años (1975 ñ 1990),
una época en que le tocó ser militar, sin embargo, esa formación propia
de los guardias, con don de mando, muchas veces arbitraria, no la
aparenta, ya que se trata de un hombre afable, accesible, hasta el punto
que lucía visiblemente emocionado en su conversación con Listín Diario
sobre su llegada a esta zona del Sur dominicano. Está atento al más
mínimo detalle y atiende las quejas de los clientes, visitadores y
promotores.
Como todo recién llegado y con
la limitante de no hablar el idioma del país que le acogía, en el que ha
pedido ser sepultado cuando muera, no le fue fácil adaptarse, pero el
deseo de trabajar y de superación, le hicieron seguir y no parar,
obviando su deseo de regresar a su país a los tres años de estar aquí,
porque las cosas no salían como esperaba. Cuenta que pidió a su hermano
Brujin, que vino antes que él, le diera el pasaje de regreso al Líbano
“porque no veía progreso”
Comenzó con poco
Recuerda con mucha nostalgia que
al otro día de su llegada al país comenzó a trabajar con su hermano
Brujin, que vive en el municipio de Enriquillo, en la venta de calzados y
tejidos por las distintas comunidades de la Región Enriquillo, en las
que bordean el lago y a Oviedo Viejo.
Su periplo iniciaba a las 6 de
la mañana hasta las 8 ó 9 de la noche de cada día, de domingo a domingo.
No había descanso, cuenta, con el recuerdo de aquellos años de su
inicio como inmigrante a un país y a una región que le acogió como uno
de los suyos desde el primer momento.
Luego, se marcha a Enriquillo,
en donde conoce a su única y actual esposa: la doctora Martha Terrero
Vidal, con la que tiene 44 años de casado, tres hijos e hijas: dos
hembras y un varon, todos profesionales, una de ellas imparte docencia
en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). De ese matrimonio
nacieron: Martha Narub, Schererezade y Gosub Eduardo.
Desde el momento mismo comenzó a
trabajar, con poco, pero hoy es dueño de una tienda, una farmacia, un
hotel y un supermercado, que asegura es el patrimonio que ha podido
construir en 50 años de trabajo en un país y en una región a la que
agradece infinitamente por la acogida y el calor que le dispensaron a su
llegada y le siguen ofreciendo esa solidaridad.
No obstante, cuenta que haber
llegado hasta aquí no le fue fácil, sobre todo, cuando se trata de un
extranjero que, incluso, no dominaba el idioma, “pero las cosas podemos
lograrlas con disciplina, mucha fe y empeño en lo que hacemos”.
Su capital
Al expresarle a su hermano sus
intenciones de regresarse nuevamente al Líbano, la familia Melgen y su
familiar más cercano, Brujin, le hacen una contrapropuesta: que buscara
un campo (pueblo), en donde ubicarse a trabajar, no lo piensa dos veces y
selecciona al municipio de Enriquillo.
Establecido allí, un paisano
suyo, que reside en la ciudad de Santiago, de nombre Miguelito Abad, le
ayudó bastante. Recuerda que le ofreció darle 40 pares de zapatos para
cobrarlo a los tres meses y en ese tiempo buscaba el dinero de la venta y
le dejaba igual cantidad.
“Ese empujón fue importante
porque ya a los dos meses vendía todo. También mi suegra que tenía
relaciones con la tienda la Gran Vía, que opera en la Capital, me
consiguió un crédito, tomaba mercancía y pagaba, volvía y tomaba y
pagaba, dinamizándose mi negocio”, recuerda.
Cuatro o cinco mil pesos, no
recuerda exactamente el monto, era todo su capital e inicia vendiendo
zapatos y tejidos, como todo buen árabe, conociendo a los dos años a su
señora que estudiaba farmacia en la UASD. Ponen una pequeña farmacia:
“Ana Isabel” que operó en ese municipio de la zona costera de la
provincia de Barahona durante 18 años.
La oportunidad
Gosub H. Elías sabía que debía
aprovechar las oportunidades que se le presentaran para seguir creciendo
y no volver a pensar en regresar sin nada a su país.
Un pariente, de apellido Melgen,
le ofrece venderle la farmacia Faroche, que estaba ubicada en el mismo
lugar en donde hoy está la “Ana Isabel”, cuenta que no lo pensó dos
veces y luego de 18 años en Enriquillo vuelve a Barahona, en donde, tal
como Nicodemo, ese personaje bíblico, asegura nació de nuevo.
El largo camino que ha tenido
que recorrer no ha sido fácil, pero al final queda la satisfacción de
llegar de lejos, convertirse en un próspero empresario que hace aportes
importantes a la economía local.
En la farmacia, el supermercado y
el hotel, que operan en el mismo edificio, tiene 50 empleados y 6 en la
tienda, cuya nomina cada mes es de RD$375,000, “pero todos tienen sus
seguros médicos y cuentan con las prerrogativas que exige la ley”.
Publicado 1 hour ago por Benny Rodríguez Mateo