La bailarina exótica Yolanda Montez, más conocida como Tongolele, en su casa en la Ciudad de México. AP/Eduardo Verdugo
MÉXICO.-
Desde Lady Gaga hasta Miley Cyrus, pasando por Beyonce y años antes
Madonna, las cantantes pop dominan los escenarios con diminutos
atuendos. Shakira, Jennifer López y Rihanna sobresalen por sus
seductores bailes, que forman parte común de la escena del
entretenimiento actual.
Pero mucho antes que ellas
estuvo Tongolele, quien con sus movimientos de cadera al son de los
tambores cambió la escena nocturna en la Ciudad de México de mediados
del siglo XX y se convirtió en un ícono del cine mexicano.
Mostrar el ombligo ante el
público le valió ser atacada por la Liga de la Decencia, que consideraba
inapropiado su espectáculo, pero nunca le avergonzó presentarse con sus
pareos y pequeños atuendos.
“No revelaba nada, yo estaba
tapada, yo no bailaba desnuda … Lo único que descubrí era el ombligo.
Estaba tapado lo más importante”, dijo Tongolele a The Associated Press
en una entrevista reciente en su casa en la colonia Condesa, uno de los
barrios de moda en la Ciudad de México.
Aún octogenaria, la vedette se
mantiene activa. Su más reciente participación fue en el musical
“Perfume de Gardenias”, en el que pudo hacer lo único que siempre le ha
importado: la danza.
Así como ve con naturalidad su
estilo de baile, su casa, de estilo art déco, es bastante normal, como
la de cualquier abuela: tiene pinturas (algunas creadas por ella),
sillones cómodos y lámparas de pie. Lo que delata su fabuloso pasado son
los tambores africanos y caribeños que tiene repartidos por la sala, el
comedor e incluso un baño, y las decenas de fotografías con
personalidades.
En éstas puede vérsele con
expresidentes como el mexicano Ernesto Zedillo, escritores como Octavio
Paz, músicos como su amiga Celia Cruz y mujeres que competían con su
belleza, como la actriz María Felix. En cada una de esas imágenes, la
mayoría en blanco y negro, aparece ella con su inconfundible mechón de
cabello blanco y en varias haciendo gala de su imponente físico.
“Nunca pensé, ‘yo quiero ser
famosa’. Yo nada más quería bailar”, dijo. “Ni me daba cuenta que ya de
pronto era estrella del show. ni sabía que yo tenía éxito, nada más
estaba feliz bailando”, expresó luciendo una imagen de chica pin-up que
parece haber sido inmune al paso del tiempo, pues luce a la perfección
ojos y cejas cuidadosamente pintados, labios en un encendido rojo, uñas a
juego y una blusa de animal print con pantalones negros y cinturón
elástico que definía su cintura.
Nacida en Estados Unidos, en el
estado de Washington, su nombre verdadero es Yolanda Ivonne Montes
Farrington. A los 15 años, mientras vivía en California, fue a una
agencia de artistas en San Francisco y ese mismo día le ofrecieron
trabajo como bailarina. “Nací sabiendo que iba a bailar”, dijo.
A los pocos meses llegó a
presentarse en México, en Tijuana y en Mérida, y de ahí arribó a la
capital, donde su jefa, que según recuerda se sentía algo celosa de
ella, la obligó a usar un nombre artístico.
Tomado de Diario Libre