Tomado de Diario Libre
La
gente quería que el Presidente hablara, y sus oponentes hicieron de ese
reclamo toda una campaña, obligándolo a reaccionar yéndose por la
tangente.
Dijo
que prefería hacer, y no hablar, como si no pudiera, al igual que un
expresidente norteamericano, caminar y masticar chicle al mismo tiempo.
Sin embargo, algo curioso, se produce un cambio de ánimo, y éste tiene
que ver con la situación. No hay mudo que la reelección no haga hablar.
La
oposición no contaba con su astucia. Quería que hablara, porque pensaba
que de esa manera caería en un gancho o incurriría en errores.
El refrán no deja dudas sobre ese particular. Quien mucho habla, mucho yerra.
No
obstante, vale preguntarse: ¿quién es ahora que habla, el Presidente o
el candidato? ¿Quién era que se quería que hablara, el Presidente o el
candidato?
La
Iglesia no distingue entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santos, pero
parece que en política, y más en campaña, puede diferenciarse al
Presidente del candidato o el candidato del Presidente.
Conviene
a veces hacerse el loco, y el mandatario se dio cuenta a tiempo que no
hay otra forma de sobrevivir en el manicomio de la política.