viernes, 6 de enero de 2012

APORTE HISTORICO! ¿Qué se sabe realmente de Jesús? ¿Qué se conoce con exactitud sobre sus tres años de vida pública?


¿Qué se sabe realmente de Jesús?

tomado de infobae.com

En su primera audiencia del año, el Papa dijo que la Navidad “celebra el hecho histórico del nacimiento de Jesús”. ¿Por qué ese calificativo? ¿Qué se conoce con exactitud sobre sus tres años de vida pública?

El recorrido terrestre del que para los cristianos fue el Hijo de Dios no puede menos que fascinar. Se crea o no en la doble naturaleza -divina y humana- de Jesucristo, su periplo cambió la Historia y no cesó e influir en los siglos posteriores a su martirio. Pero, precisamente por el hecho de su divinidad, proclamada por la Iglesia Católica, por años Jesús no fue objeto de estudios históricos.

Hasta mediados del siglo XVIII ni siquiera hubo cuestionamientos sobre la veracidad de lo que relata la Biblia sobre Cristo. Posteriormente, hubo hasta quienes negaron su existencia histórica; algo que hoy ya no es discutido. Pero, ¿cuáles son las fuentes históricas de su “biografía”?

Los cuatro Evangelios bíblicos, es decir, los libros que reconstruyen su vida y su predicación y que la Iglesia reconoce como auténticos -existen otros, apócrifos-, fueron escritos pocos años después de la crucifixión, pero no por testigos directos. Son relatos recogidos por sus autores de personas que fueron contemporáneas de Jesús.

Una “prueba” de la antigüedad de los Evangelios sería el hecho de que ninguno de ellos alude a la destrucción del Templo, la caída de Jerusalén y la dispersión del pueblo judío, acontecimientos que tuvieron lugar en el año 70 después de Cristo. Son hechos que hubieran servido a la “propaganda” cristiana, como pruebas de las profecías de Jesús. Por lo tanto no hay motivo para que los evangelistas, Juan, Marcos, Mateo y Lucas, no los hayan incluido, excepto el que fuesen posteriores a sus escritos. En consecuencia puede suponerse que estos textos fueron redactados en los años siguientes a la muerte de Jesús, ocurrida aproximadamente en el año 40, y antes del 70. Los cuatro Evangelios abrevaron en un fondo común de relatos y citas que se repiten en varios de ellos: anécdotas de primera mano y palabras y frases atribuidas a Jesús. Son citas que representan un acervo universal: “No sólo de pan vive el hombre”; “Si te pegan en una mejilla, ofréceles la otra”; “Los últimos serán los primeros”, “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre al Reino de los Cielos”; “Dejad a los niños venir a mí” “Perdónalos porque no saben lo que hacen” “Ámense los unos a los otros”.

La intención proselitista de los Evangelios es evidente; y es lo que ha llevado a muchos a poner en duda su rigor y descalificarlos como historia científica; una crítica un tanto anacrónica ya que ese género prácticamente no existía en la época. Por otra parte, más allá de la Biblia, otros dos textos mencionan la existencia de un judío llamado Jesús en el siglo I de nuestra era. Se trata de las obras de dos historiadores, uno judío y otro romano.

José Ben Matías, conocido como Josefo o Flavio Josefo, era un historiador protegido por los emperadores romanos Flavios (de ahí su nombre), que vivó del año 37 al 100. Escribió dos obras: La guerra judía y Antigüedades judaicas. En este segundo libro, escrito en el 93 d.C., Josefo dice que en el año 62 el sumo sacerdote Anano el Joven “convocó una reunión del Sanedrín y llevó ante él al hermano de Jesús, llamado Mesías, de nombre Santiago”. “Los acusó de haber transgredido la ley y los entregó para que fuesen apedreados”, relata Josefo. Es una mención al pasar: para identificar mejor a “Santiago”, aclara que era hermano de un Jesús, al que llamaban el Mesías. Esta aclaración se imponía porque Jesús era un nombre muy usado entre los judíos: en hebreo, Yeshúa, una forma abreviada de Yehoshúa, que significa Yahvé (Dios) ayuda o salva.

La Biblia menciona a hermanos de Jesús aunque hasta hoy se debate sobre si se refiere a otros hijos de José y María, a sus primos o a sus seguidores.

El otro historiador que nombra a Jesús es el romano Tácito (52 al 118 d.C.) en su obra Anales, una historia de Roma. Allí dice que Nerón culpó a los cristianos del incendio de Roma. “Creó chivos expiatorios y sometió a torturas más refinadas a aquellos que el vulgo llamaba cristianos, odiados por sus abominables crímenes. Su nombre proviene de Cristo, quien bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato. Sofocada momentáneamente, la nociva superstición se extendió de nuevo no sólo en Judea, la tierra que originó este mal, sino también en la ciudad de Roma, donde convergen y se cultivan fervorosamente prácticas horrendas y vergonzosas de todas clases y de todas partes del mundo”.

En concreto, ¿qué se sabe de la vida de Jesús? Más precisamente, del período en que ésta fue pública, que se limita a tres años, desde su bautismo en el Jordán por su primo hermano, Juan el Bautista, hasta su crucifixión.

La Palestina de aquellos tiempos era una provincia romana más, en la cual, como en muchas otras regiones ocupadas, las autoridades designadas por Roma toleraban la religión local -judía-, como un elemento de orden. Pero el panorama interno de esta fe monoteísta -algo raro en la época- era complejo. El judaísmo de entonces estaba atravesado por muchas discordancias y corrientes: los saduceos, acomodados con el ocupante extranjero; los fariseos, más apegados a las formas -a la observancia ritual- que al fondo; los samaritanos, que no reconocían otra autoridad que la del Templo; los esenios, que, asqueados por la corrupción, adoptaban el ascetismo; entre otras corrientes y sectas más o menos toleradas por las autoridades judías y que iban desde la crítica al “establishment” religioso hasta la subversión política y la rebelión nacionalista.

La de Jesús fue, en sus comienzos, una más de estas tendencias; algunos historiadores lo asimilan a los esenios. Pero si esta herejía no pudo ser reabsorbida como otras y acabó en cisma y en un nuevo credo ello se debió a dos rasgos de su mensaje: la radicalidad y la universalidad. Este Yeshúa no predicaba sólo para los judíos, su mensaje iba dirigido a la humanidad entera, considerada como una unidad. Además su insistencia en que venía a dar vuelta todo lo dicho con anterioridad (“Oísteis que fue dicho…. pero yo os digo”, era una de sus expresiones recurrentes) apuntaba a la fundación de una nueva religión. Esto explica la coincidencia en la persecución y represión a Jesús y a los primeros discípulos entre las autoridades romanas y hebreas.

Jesús vivió en un tiempo de crisis política y moral, en el cual proliferaron los profetas, los místicos, los ascetas; hombres que iban por los caminos predicando, lanzando anatemas contra el pecado, el lujo y la falta de fe.

Uno de ellos, llamado Juan, se puso a bautizar en el río Jordán, con un mensaje apocalíptico, anunciando la llegada de un mesías y llamando a los hombres al arrepentimiento. Un día, bautizó a su propio primo, Yeshúa, y en ese mismo acto lo reconoció como el que todos esperaban.

Era el año 29 ó 30 y Jesús, luego de un retiro en el desierto, empezaba su predicación. Se suceden entonces las bodas de Caná (donde según el Evangelio convirtió el agua en vino), la multiplicación de los peces y el pan para alimentar a la multitud que lo seguía, la marcha sobre las aguas, la sanación de enfermos, la resucitación de su amigo Lázaro, y otros episodios que jalonan la marcha hacia al cumplimiento de su sacrificio.

Fueron tres años de vida errante, de Nazaret a Cafarnaúm, de Betania -donde vivía Lázaro y en cuya casa se alojaba- a Jerusalén; sin familia, viviendo en lo de amigos, reclutando seguidores, en rebeldía contra las normas establecidas, predicando, sanando, ora celebrado, ora condenado y perseguido, amenazado, sospechoso…hasta el momento de su arresto y juicio en Jerusalén -poco después de una entrada triunfal a la ciudad-, instancia hacia el cual él mismo parece haber avanzado a sabiendas de lo que le esperaba.

Algunos dudan de que haya nacido en Belén; lo consideran una invención posterior para fundamentar su descendencia de David. Hablaba arameo y hebreo, tenía cierta formación intelectual, leía los textos sagrados y debatía con los rabinos, era laico; quizá tuvo hermanos. Tal vez fue carpintero. Los arqueólogos creen haber encontrado, en Cafarnaúm, la casa de la familia de su discípulo Pedro, un lugar donde Jesús pudo haber vivido. En los Evangelios no existe ninguna descripción física de Cristo.

Puede dudarse también, lógicamente, de los milagros que se le atribuyen y de su resurrección, tres días después de ser clavado en la cruz, pero es sobre estos hechos acontecidos en el breve espacio de tres años que se cimentó una religión que cuenta hoy con 2 mil millones de fieles. Es evidente que, en esos primeros tiempos difíciles, cuando el cristianismo representaba la disidencia, la marginalidad y la clandestinidad, muchos hombres debieron creer firmemente en los hechos de Jesús para que se haya evitado la dispersión y extinción de la pequeña secta que eran por ese entonces.