FUERA DE CÁMARA
César Medina
lobarnechea1@hotmail.com/TOMADO DE LISTIN DIARIO
lobarnechea1@hotmail.com/TOMADO DE LISTIN DIARIO
La modalidad de publicar
encuestas de posicionamiento político la inició el periódico Hoy en las
elecciones del 1986– hace ya 26 años–, en aquellas reñidas elecciones
que le ganó Balaguer por un pelo a Jacobo Majluta. Virgilio Alcántara,
Miguel Franjul y yo encabezábamos entonces la plana ejecutiva de ese
diario, y tengo muy fresca en la memoria aquella azarosa historia que,
sin quererlo, provocó un vuelco radical al curso de nuestra carrera
profesional, de los tres.
No ha llegado todavía el momento
de contar con detalles semejante ocurrencia. Pero bastaría recordar que
todas las evidencias de ese proceso señalaban a un solo ganador: Jacobo
Majluta, candidato del Partido Revolucionario Dominicano y del entonces
pujante movimiento La Estructura. Un vuelco de simpatías de último
momento viró la tortilla, y Balaguer terminó ganando el poder por algo
más de veinte mil votos mientras a Jacobo le anularon más de 60 mil por
un tecnicismo legal –el doble rayado– que fue advertido con mucho tiempo
de antelación.
Entonces, como ahora, la cúpula del PRD estaba dividida.
Y Peña Gómez, que le había
disputado esa candidatura a Majluta, se sentía marginado por el
triunfalismo majlutista que ni siquiera le permitió hablar en el mitin
de cierre de campaña. Orgulloso y celoso de su liderazgo, Peña Gómez
prefirió que su partido saliera derrotado antes que permitir que
Majluta, desde el poder, le arrebatara la principalía perredeista.
Jorge Blanco era el presidente
de la República, y manipuló ese proceso para lograr el resultado que
finalmente se impuso: Balaguer Presidente. Pero ni Salvador, ni Peña ni
Majluta imaginaban que Balaguer volvía para quedarse, atizaría la chispa
de la división del PRD y mandaría a Jorge Blanco a la cárcel para
reducirlo a la nada, cosa que logró. Su genio político estaba muy por
encima del pequeñismo partidario que aún prevalece en el más viejo
partido de la historia dominicana.
Y en este juego también tuvo
mucho que ver la manipulación de las encuestas y las “mediciones” –hasta
del espacio físico para calcular multitudes–, que se hacían con el
propósito de cuestionar la que fue siempre el arma principal del combate
perredeísta: la movilización de masas.
Desde entonces…
A partir de las elecciones del 86 las encuestas sobre posicionamiento de los partidos y simpatías de candidatos han estado presentes en todos los procesos electorales. Y aunque en todas las elecciones la mayoría de las encuestas hechas con apego al rigor científico han coincidido con el resultado del cómputo final, en ninguno de esos procesos ha estado ausente el espectro de la manipulación de algunas encuestas hechas incluso por encargo de medios de comunicación que gozan de prestigio y credibilidad.
Cuando no salen retorcidas desde
el levantamiento de la muestra, las manipulan en el camino para
adecuarlas a determinados intereses políticos y económicos. Y en el
mejor de los casos las “maquillan” en el tramo final del proceso, a
veces con el propósito de “emparejar” la carga o para proteger la
supuesta imparcialidad del “dueño” de la encuesta. La presión de algunos
candidatos sobre los dueños de medios es cuestión de antología.
Eso es lo que ocurre de ordinario con la mayoría de las encuestas hechas por encargo de algunos medios de comunicación.
Aunque es preciso aclarar que
las firmas encuestadoras serias que funcionan en el país se han negado
–por lo menos en las encuestas más próximas a los comicios– a que se
manipulen sus resultados porque ponen en riesgo su prestigio no sólo
aquí sino también a nivel internacional.
Pero aparecen modalidades nuevas
para burlarse impunemente de esos resultados siempre y cuando no se
avengan al interés del que las paga o las financia.
Hay uno a la vista
La última de estas modalidades es no publicar las encuestas que se encargan con ese propósito.
La última de estas modalidades es no publicar las encuestas que se encargan con ese propósito.
Hay diversas formas para
justificar evadir esa responsabilidad, pero la principal de todas es
alegar su desactualización a partir de algunos acontecimientos que
supuestamente desnaturalizan sus resultados.
Por supuesto, si esos resultados
se avienen a los intereses del medio que las paga, su publicación se
hace inminente. De lo contrario, hay que salir nuevamente a campo. Y se
hace otro levantamiento.
Una encuesta de 1,200 muestras,
como las que levanta Gallup, por ejemplo, anda costando cerca de los 30
mil dólares. Pero hay otras mucho más caras, como las que pagan algunos
empresarios y figuras vinculadas al gobierno. Esas pueden llegar hasta a
más de 20 mil muestras, pero el número no les confiere ni más ni menos
garantía científica a sus resultados cuando se busca medir la simpatía
de los candidatos.
Lo que sí ocurre es que aquellas
muestras que miden todo el país, municipio por municipio, sirven más
como instrumentos de trabajo porque detectan las debilidades y
fortalezas de los partidos y de los candidatos en las distintas
jurisdicciones de la geografía nacional.
Gallup entregó los resultados de
su última encuesta a finales de la semana pasada. Lo que no se sabe es
si la hizo por encargo de algún medio de comunicación que no la ha
publicado.
Porque Gallup no sólo trabaja
para el diario Hoy. Rafael Acevedo, que representa esa firma en el país,
también trabaja por encargo de empresas y empresarios particulares que
no necesariamente las encargan para publicarlas.
Pero el run-rún anda en las calles. Y ya se regó en las redes sociales.