ORLANDO DICE
Las medidas de Medina y los cargos oficiales poco apetecibles
Orlando Gil
orlandogil@codetel.net.do
ANTICIPO.- El presidente Danilo Medina
debió haberle pedido prestado a su antecesor Leonel Fernández uno o dos
días de su mandato, para adelantar las medidas que anunció en el
Consejo de Gobierno de ayer, y que afectan los altos cargos.
De haberse tomado este tipo de
providencia, los compañeros y aliados que aspiraban a posiciones
importantes las hubieran reconsiderado, o dejado sin efecto, y sin dudas
que la presión por empleos hubiera sido menor. Todavía no se conoce el
alcance del golpe, y al proyecto de ley de sueldos le faltan otras
vueltas, e incluso los funcionarios aplaudieron, pero la verdad que los
cargos oficiales ya no lucen tan apetecibles. Fueron despojados en
teoría de sus mayores encantos. ¿De qué sirve ser ministro sin tarjetas
de crédito, sin frecuentes viajes, o fiestas ocasionales, o andar en
esos carros que Juan Bosch llamaba en su tiempo pescuezos largos?
Quienes se mueven en la fauna política conocen los referentes, y ninguno
por eficiencia y dedicación al trabajo, sino por el consumo sin
límites y la vida regalada que llevaban...
LOS LUGARES.- Los funcionarios presentes
en el Consejo de Gobierno aplaudieron, dando la impresión de que las
nuevas disposiciones, aunque impuestas, parten de un consenso y cuentan
con su aprobación. Sin embargo, el reconcomio será la agonía de muchos
que pensaban vestir ropas a la medida, o al menos holgadas, y se sienten
desde ya sometidos a los rigores de camisas de fuerza. Ellos por ese
lado, pero no se debe olvidar el otro: los lugares que frecuentaban. Si
los controles se aplican a ultranza, muchos negocios de comida y bebida
van a tener que cerrar sus puertas, pues existían, y eran prósperos, por
la concurrencia oficial. Era fácil ver llenos y por largas horas a
restaurantes ubicados en el llamado polígono central, y saber que la
casi totalidad de los parroquianos servían en el Estado, o que esa buena
vida era costeada con fondos del contribuyente. En el antiguo régimen
hubo uno o dos que se llevaron las palmas. Se sentaban al mediodía, y a
sus mesas acudían amigos y compañeros, y se levantaban al filo de la
tarde o ya entrada la noche...
LA FLECHA.- Como se dice de común, la
flecha está en el aire. Falta ver ahora si cae o si hiere o mata, pues
los funcionarios, advertidos, cubrirán con cuidado todos sus flancos,
incluyendo las cabezas. Pues eso de ir a comer a la casa es una
costumbre vieja que hace mucho se perdió, y hacerlo en la propia oficina
resulta incómodo. Lo moderno es conversar fuera de los despachos, y los
restaurantes y la hora de almuerzo lucen de primeras. ¿Irán o no irán
ahora? No puede decirse que no, y tampoco creer que hacerlo
ñnecesariamenteñ produzca consecuencias. No hay por qué caer en
extremos. Se darán los casos, y ahora con más razón, que a los ministros
o directores generales los inviten, y que éstos acepten, y nadie
suponga que violan la medida. La prohibición es de tarjeta, no de
comida. Ni restringe las relaciones entre los funcionarios y los
interesados del sector privado. No obstante, los escrupulosos, que los
hay, se sentirán observados y la presión social puede jugar un papel
importante. El servidor público que sea de alto consumo, y que su sueldo
no se corresponda, no solo llamará la atención, sino que dará que
hablar...
LA ÉTICA.- La aprobación y firma del
Código de Ética es un buen comienzo: cada cual sabe a lo que se
arriesga. Sin embargo, los mecanismos formales hasta ahora no han
funcionado. No hay ley, norma o reglamento que se hayan ideado, o
promovidos por organismos internacionales, que no figuren en la
legislación dominicana. La práctica, no obstante, siempre se sale con
las suyas. Las habilidades propias desbordan el marco más cerrado. De
ahí que recuperar la noción del rumor público es otro buen intento, a
pesar de los riesgos que implica, pues este es un país rumoroso. Si se
atiende a cada solar, esquina o café, no habría funcionario inocente. Si
se les pusiera caso a las habladurías de salones y bares, las cárceles
no darían abasto. Cualquier juego de dominó se constituye en tribunal y
condena. La información, por tanto, fluye, y la intención existe. Y
cada inicio de gobierno es una oportunidad a aprovechar. La pregunta
ahora es: ¿qué se hace con los otros, los anteriores, los que no
aprobaron ni firmaron códigos de ética?