jueves, 23 de agosto de 2012

NADIE QUERRA SER FUNCIONARIO! Orlando Gil opina sobre las medidas de Danilo y los cargos oficiales poco apetecibles. SE ACABO EL RELAJO!

ORLANDO DICE
Las medidas de Medina y los cargos oficiales poco apetecibles

Orlando Gil
orlandogil@codetel.net.do
ANTICIPO.- El presidente Danilo Medina debió haberle pedido prestado a su antecesor Leonel Fernández uno o dos días de su mandato, para adelantar las medidas que anunció en el Consejo de Gobierno de ayer, y que afectan los altos cargos. 
De haberse tomado este tipo de providencia, los compañeros y aliados que aspiraban a posiciones importantes las hubieran reconsiderado, o dejado sin efecto, y sin dudas que la presión por empleos hubiera sido menor. Todavía no se conoce el alcance del golpe, y al proyecto de ley de sueldos le faltan otras vueltas, e incluso los funcionarios aplaudieron, pero la verdad que los cargos oficiales ya no lucen tan apetecibles. Fueron despojados en teoría de sus mayores encantos. ¿De qué sirve ser ministro sin tarjetas de crédito, sin frecuentes viajes, o fiestas ocasionales, o andar en esos carros que Juan Bosch llamaba en su tiempo pescuezos largos? Quienes se mueven en la fauna política conocen los referentes, y ninguno por eficiencia y dedicación al trabajo, sino por el consumo sin límites y la vida regalada que llevaban...

LOS LUGARES.- Los funcionarios presentes en el Consejo de Gobierno aplaudieron, dando la impresión de que las nuevas disposiciones, aunque impuestas, parten de un consenso y cuentan con su aprobación. Sin embargo, el reconcomio será la agonía de muchos que pensaban vestir ropas a la medida, o al menos holgadas, y se sienten desde ya sometidos a los rigores de camisas de fuerza. Ellos por ese lado, pero no se debe olvidar el otro: los lugares que frecuentaban. Si los controles se aplican a ultranza, muchos negocios de comida y bebida van a tener que cerrar sus puertas, pues existían, y eran prósperos, por la concurrencia oficial. Era fácil ver llenos y por largas horas a restaurantes ubicados en el llamado polígono central, y saber que la casi totalidad de los parroquianos servían en el Estado, o que esa buena vida era costeada con fondos del contribuyente. En el antiguo régimen hubo uno o dos que se llevaron las palmas. Se sentaban al mediodía, y a sus mesas acudían amigos y compañeros, y se levantaban al filo de la tarde o ya entrada la noche...

LA FLECHA.- Como se dice de común, la flecha está en el aire. Falta ver ahora si cae o si hiere o mata, pues los funcionarios, advertidos, cubrirán con cuidado todos sus flancos, incluyendo las cabezas. Pues eso de ir a comer a la casa es una costumbre vieja que hace mucho se perdió, y hacerlo en la propia oficina resulta incómodo. Lo moderno es conversar fuera de los despachos, y los restaurantes y la hora de almuerzo lucen de primeras. ¿Irán o no irán ahora? No puede decirse que no, y tampoco creer que hacerlo ñnecesariamenteñ produzca consecuencias. No hay por qué caer en extremos. Se darán los casos, y ahora con más razón, que a los ministros o directores generales los inviten, y que éstos acepten, y nadie suponga que violan la medida. La prohibición es de tarjeta, no de comida. Ni restringe las relaciones entre los funcionarios y los interesados del sector privado. No obstante, los escrupulosos, que los hay, se sentirán observados y la presión social puede jugar un papel importante. El servidor público que sea de alto consumo, y que su sueldo no se corresponda, no solo llamará la atención, sino que dará que hablar...

LA ÉTICA.- La aprobación y firma del Código de Ética es un buen comienzo: cada cual sabe a lo que se arriesga. Sin embargo, los mecanismos formales hasta ahora no han funcionado. No hay ley, norma o reglamento que se hayan ideado, o promovidos por organismos internacionales, que no figuren en la legislación dominicana. La práctica, no obstante, siempre se sale con las suyas. Las habilidades propias desbordan el marco más cerrado. De ahí que recuperar la noción del rumor público es otro buen intento, a pesar de los riesgos que implica, pues este es un país rumoroso. Si se atiende a cada solar, esquina o café, no habría funcionario inocente. Si se les pusiera caso a las habladurías de salones y bares, las cárceles no darían abasto. Cualquier juego de dominó se constituye en tribunal y condena. La información, por tanto, fluye, y la intención existe. Y cada inicio de gobierno es una oportunidad a aprovechar. La pregunta ahora es: ¿qué se hace con los otros, los anteriores, los que no aprobaron ni firmaron códigos de ética?