Jesús de Nazaret/Tomado de Wikipedia
Jesús de Nazaret, también conocido como Jesús, Cristo o Jesucristo, es la figura central del cristianismo y una de las figuras más influyentes de la cultura occidental. Para la mayoría de las denominaciones cristianas, es el Hijo de Dios y, por extensión, la encarnación de Dios mismo. Su importancia estriba asimismo en la creencia de que ―con su muerte y posterior resurrección― redimió al género humano. El judaísmo niega su divinidad, que es incompatible con su concepción de Dios. En el islam, donde se lo conoce como Isa, es considerado uno de los profetas más importantes.
Según la opinión mayoritariamente aceptada en medios académicos, basada en una lectura crítica de los textos sobre su figura,1 Jesús de Nazaret fue un predicador judío2 que vivió a comienzos del siglo I en las regiones de Galilea y Judea, y fue crucificado en Jerusalén en torno al año 30, bajo el gobierno de Poncio Pilato.
Lo que se conoce de Jesús depende casi exclusivamente de la tradición cristiana (aunque se le menciona en fuentes no cristianas),3 especialmente de la utilizada para la composición de los Evangelios sinópticos,
redactados, según opinión mayoritaria, unos 30 o 40 años, como mínimo,
después de su muerte. La mayoría de los estudiosos considera que
mediante el estudio de los evangelios es posible reconstruir tradiciones
que se remontan a contemporáneos de Jesús, aunque existen grandes
discrepancias entre los investigadores en cuanto a los métodos de
análisis de los textos y las conclusiones que de ellos pueden extraerse.
Existe una minoría que niega la existencia histórica de Jesús de
Nazaret.1
Índice
- 1 Jesús en el Nuevo Testamento
- 2 Jesús según la investigación histórica
- 3 Repercusiones históricas de Jesús de Nazaret
- 4 Jesús en el cristianismo
- 5 Jesús en otras religiones
- 6 Jesús en la ficción y en el arte
- 7 Véase también
- 8 Referencias y notas
- 9 Bibliografía
- 10 Enlaces externos
Jesús en el Nuevo Testamento
Lo que figura a continuación es un relato de la vida de Jesús tal y como aparece en los cuatro evangelios incluidos en el Nuevo Testamento, considerados libros sagrados por todas las confesiones cristianas.
El relato evangélico es la fuente principal para el conocimiento de
Jesús, y constituye la base de las interpretaciones que de su figura
hacen las diferentes ramas del cristianismo.
Aunque puede contener elementos históricos, expresa fundamentalmente la
fe de las comunidades cristianas en la época en que estos textos fueron
escritos, y la visión que por entonces tenían de Jesús de Nazaret.
Nacimiento e infancia
Los relatos referentes al nacimiento e infancia de Jesús proceden
exclusivamente de los evangelios de Mateo (Mt 1,18-2,23) y de Lucas (Lc
1,5-2,52).4 No hay relatos de este tipo en los evangelios de Marcos y Juan. Las narraciones de Mateo y Lucas difieren entre sí:
- Según Mateo, María y su esposo, José, viven (según parece, pues no se relata ningún viaje)5 en Belén. María queda inesperadamente embarazada y José resuelve repudiarla, pero un ángel le anuncia en sueños que el embarazo de María es obra del Espíritu Santo y profetiza, con palabras del profeta Isaías6 que su hijo será el Mesías que esperan los judíos7 Unos magos de Oriente llegan a Jerusalén preguntando por el «rey de los judíos que acaba de nacer» con la intención de adorarlo, lo que alerta al rey de Judea, Herodes el Grande, que decide acabar con el posible rival. Los magos, guiados por una estrella, llegan a Belén y adoran al niño. De nuevo, el ángel visita a José (Mt 2,13)8 y le advierte de la inminente persecución de Herodes, por lo que la familia huye a Egipto y permanece allí hasta la muerte del monarca (de nuevo notificada a José por el ángel, que se le presenta por tercera vez: Mt 2,19-29).9 Entonces, José se instala con su familia en Nazaret, en Galilea.10
- En el Evangelio de Lucas, María y José viven en la ciudad galilea de Nazaret. La historia de la concepción de Jesús se entrelaza aquí con la de Juan el Bautista ―ya que en este evangelio María e Isabel, madre del Bautista, son parientes― y el nacimiento de Jesús es notificado a María por el ángel Gabriel (lo que se conoce como Anunciación: Lc 1,26-38).11 El emperador Augusto ordena un censo en el cual cada uno debe empadronarse en su lugar de nacimiento y José debe viajar a Belén, por ser originario de este lugar. Jesús nace en Belén mientras se encuentran de viaje y es adorado por pastores. Lucas añade además breves relatos sobre la circuncisión de Jesús, sobre su presentación en el Templo y su encuentro con los doctores en el Templo de Jerusalén, en un viaje realizado con motivo de la Pascua, cuando contaba doce años.12
En los evangelios de Mateo y de Lucas aparecen sendas genealogías de Jesús (Mt 1, 2-16; Lc 3, 23-38).13 La de Mateo se remonta al patriarca Abraham, y la de Lucas a Adán, el primer hombre según el Génesis. Estas dos genealogías son idénticas entre Abrahán y David, pero difieren a partir de este último, ya que la de Mateo hace a Jesús descendiente de Salomón,
mientras que, según Lucas, su linaje procedería de Natam, otro de los
hijos de David. En ambos casos, lo que se muestra es la ascendencia de José, a pesar de que, según los relatos de la infancia, éste solo habría sido el padre putativo de Jesús.
Bautismo y tentaciones
La llegada de Jesús fue profetizada por Juan el Bautista (su primo, según el Evangelio de Lucas),14 por quien Jesús fue bautizado en el río Jordán.15 Durante el bautismo, el Espíritu de Dios, en forma de paloma, descendió sobre Jesús, y se escuchó la voz de Dios.16
Según los sinópticos,
el Espíritu condujo a Jesús al desierto, donde ayunó durante cuarenta
días y superó las tentaciones a las que fue sometido por el Demonio.17 No se menciona este episodio en el Evangelio de Juan. Después Jesús marchó a Galilea, se estableció en Cafarnaún,18 y comenzó a predicar la llegada del Reino de Dios.19
Vida pública
Acompañado por sus seguidores, Jesús recorrió las regiones de Galilea y Judea predicando el evangelio y realizando numerosos milagros.
El orden de los hechos y dichos de Jesús varía según los diferentes
relatos evangélicos. Tampoco se indica cuánto tiempo duró la vida
pública de Jesús, aunque el Evangelio de Juan menciona que Jesús celebró
la fiesta anual de la Pascua judía (Pésaj) en Jerusalén en tres ocasiones. Los sinópticos mencionan solo la fiesta de Pascua en la que Jesús fue crucificado.
Gran parte de los hechos de la vida pública de Jesús narrados en los evangelios tienen como escenario la zona septentrional de Galilea, en las cercanías del mar de Tiberíades, o lago de Genesaret, especialmente la ciudad de Cafarnaúm, pero también otras, como Corozaín o Betsaida.20 También visitó, en el sur de la región, localidades como Caná o Naín, y la aldea en la que se había criado, Nazaret, donde fue recibido con hostilidad por sus antiguos convecinos.21 Su predicación se extendió también a Judea (según el Evangelio de Juan, visitó Jerusalén en tres ocasiones desde el comienzo de su vida pública), y estuvo en Jericó22 y Betania (donde resucitó a Lázaro).23
Escogió a sus principales seguidores (llamados en los evangelios Apóstoles; en griego, «enviados»), en número de doce, de entre el pueblo de Galilea. En los sinópticos se menciona la lista siguiente: Simón, llamado Pedro y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Zelote y Judas Iscariote, el que posteriormente traicionaría a Jesús (Mt 10,2-4; Mc 3,16-19; Lc 6, 13-16).24 Algunos de ellos eran pescadores, como las dos parejas de hermanos formadas respectivamente por Pedro y Andrés, y Juan y Santiago.25
Mateo se identifica generalmente con Leví el de Alfeo, un publicano de
quien en los tres sinópticos se relata brevemente cómo fue llamado por
Jesús (Mt 9,9; Mc 2,14; Lc 5,27-28).26 lo que acarreó a Jesús numerosos reproches de los fariseos.
El Evangelio de Juan solo menciona los nombres de nueve de los
apóstoles, aunque en varios pasajes hace referencia a que eran doce.27
Predicó tanto en sinagogas como al aire libre, y las muchedumbres se congregaban para escuchar sus palabras. Entre sus discursos, destaca el llamado Sermón de la Montaña, en el Evangelio de Mateo (Mt 5-7). Utilizó a menudo parábolas para explicar a sus seguidores el Reino de Dios. Las parábolas de Jesús
son breves relatos cuyo contenido es enigmático (a menudo han de ser
después explicadas por Jesús). Tienen en general un contenido
escatológico y aparecen exclusivamente en los evangelios sinópticos.
Entre las más conocidas están la parábola del sembrador (Mt 13,3-9; Mc
4,3-9; Lc 8,5-8), cuyo significado explica Jesús a continuación; la de
la semilla que crece (Mc 4,26-29); la del grano de mostaza (Mt 13,31-32;
Mc 4,30-32), la de la cizaña (Mt 13,24-30), la de la oveja perdida (Mt
18,12-14; Lc 15,3-7), la del siervo despiadado (Mt 18, 23-35), la de los
obreros enviados a la viña (Mt 20,1-16), la de los dos hijos (Mt
21,28-32), la de los viñadores homicidas (Mt 21,33-42; Mc 12,1-11; Lc
20,9-18); la de los invitados a la boda (Mt 22, 1-14), la de las diez
vírgenes (Mt 25,1-13), la de los talentos (Mt 25,14-30; Lc 19,12-27).
Dos de las más conocidas aparecen solo en el Evangelio de Lucas: se
trata de las parábolas del samaritano (Lc 10,30-37) y del hijo pródigo (Lc 15,11-32). En las parábolas, utiliza Jesús frecuentemente imágenes relacionadas con la vida campesina.
Mantuvo controversias con miembros de algunas de las más importantes sectas religiosas del judaísmo, y muy especialmente con los fariseos, a quienes acusó de hipocresía y de no cuidar lo más importante de la Torá: la justicia, la compasión y la lealtad (Mt 12, 38-40; Lc 20, 45-47).
La originalidad de su mensaje radicaba en la insistencia en el amor
al enemigo (Mt 5,38-48;Lc 6, 27-36) así como en su relación estrechísima
con Dios a quien llamaba en arameo con la expresión familiar Abba
(Padre) que ni Marcos (Mc 14,36) ni Pablo (Rm 8, 15; Gal 4, 6)
traducen. Se trata de un Dios cercano que busca a los marginados, a los
oprimidos (Lc 4, 18) y a los pecadores (Lc 15) para ofrecerles su
misericordia. La oración del Padre nuestro
(Mt 6,9-13: Lc 11,1-4), que recomendó utilizar a sus seguidores, es
clara expresión de esta relación de cercanía con Dios antes mencionada.
Milagros relatados en los Evangelios
Según los evangelios, durante su ministerio Jesús realizó varios milagros.
En total, en los cuatro evangelios canónicos se narran veintisiete
milagros, de los cuales catorce son curaciones de distintas
enfermedades, cinco exorcismos, tres resurrecciones, dos prodigios de tipo natural y tres signos extraordinarios.
- Los evangelios narran las siguientes curaciones milagrosas obradas por Jesús:
-
- Sanó la fiebre de la suegra de Pedro, en su casa en Cafarnaúm, tomándola de la mano (Mc 1,29-31; Mt 5,14-15; Lc 4,38-39);
- Sanó a un leproso galileo mediante la palabra y el contacto de su mano (Mc 1,40-45; Mt 8,1-4; Lc 5,12-16);
- Sanó a un paralítico en Cafarnaúm que le fue presentado en una camilla y al que había perdonado sus pecados, ordenándole que se levantara y se fuera a su casa (Mc 2, 1-12; Mt 9,1-8; Lc 5,17-26);
- Sanó a un hombre con la mano seca en sábado en una sinagoga, mediante la palabra (Mc 3,1-6; Mt 12,9-14;Lc 6,6-11);
- Sanó a una mujer que padecía flujo de sangre, que sanó al tocar el vestido de Jesús (Mc 5,25-34; Mt 9,18-26; Lc 8,40-56);
- Sanó a un sordomudo en la Decápolis metiéndole los dedos en los oídos, escupiendo, tocándole la lengua y diciendo: «Effatá», que significaría ‘ábrete’ (Mc 7,31-37);
- Sanó a un ciego en Betsaida poniéndole saliva en los ojos e imponiéndole las manos (Mc 8,22-26);
- Sanó a Bartimeo, el ciego de Jericó (Mt 20,29-34; Mc 10,46-52; Lc 18,35-45);
- Sanó a distancia al criado del centurión de Cafarnaúm (Mt 8,5-13, Lc 7,1-10, Jn 4,43-54; Jn 4,43-54);28
- Sanó a una mujer que estaba encorvada y no podía enderezarse, mediante la palabra y la imposición de manos (Lc 13,10-17). Esta curación tuvo lugar también en sábado y en una sinagoga;
- Sanó a un hidrópico en sábado, en casa de uno de los principales fariseos (Lc 14, 1-6).
- Sanó a diez leprosos, que encontró de camino a Jerusalén, mediante la palabra (Lc 17,11-19).
- Sanó a un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo, en Jerusalén, en sábado (Jn 5,1-9).
- Sanó a un ciego de nacimiento untándolo con lodo y saliva, tras lo cual le ordenó lavarse en la piscina de Siloé (Jn 9,1-12).
- En los evangelios canónicos aparecen cinco relatos de expulsiones de espíritus impuros (exorcismos) realizados por Jesús:
-
- Expulsó a un demonio en la sinagoga de Cafarnaúm (Mc 1,21-28; Lc 4,31-37);
- a otro en la región de Gerasa (Mt 8,28-34; Mc 5,1-21; Lc 8,26-39);
- a otro que poseía a la hija de una mujer sirofenicia (Mt 15,21-28; Mc 7,24-30);
- a otro que atormentaba a un epiléptico (Mt 17,20-24; Mc 9,14-27; Lc 9,37-43);
- a un «demonio mudo» (Lc 11,14; Mt 12,22).
Además, hay varios pasajes que hacen referencia de modo genérico a exorcismos de Jesús (Mc 1,32-34;Mc 3,10-12).
- Según los evangelios, Jesús obró tres resurrecciones:
- Jesús obró también, según los evangelios, dos prodigios de tipo natural, en los que se pone de manifiesto la obediencia de las fuerzas naturales (el mar y el viento) a su autoridad.
-
- Jesús ordena a la tempestad que se calme y ésta obedece (Mt 8,23-27; Mc 4,35-41; Lc 8,22-25).
- Jesús camina sobre las aguas (Mt 14,22-33; Mc 6,45-52; Jn 6,16-21).
- Tres signos extraordinarios, que tienen un sentido acusadamente simbólico:
-
- Multiplicación de los panes y los peces. Es el único de todos los milagros de Jesús que es registrado por todos los evangelios (Mc 6,32-44; Mt|14,13-21; Lc 9,10-17; Jn 6,1-13). Ocurre en dos ocasiones según los evangelios de Marcos (Mc 8,1-10) y Mateo (Mt 15,32-39);
- la pesca milagrosa (Lc 5,1-11; Jn 21,1-19);
- la conversión del agua en vino en las bodas de Caná (Jn 2,1-11).
En esos tiempos, los escribas, fariseos y otros, atribuyeron a una confabulación con Belcebú este poder de expulsar a los demonios. Jesús se defendió enérgicamente de estas acusaciones.29
Según los relatos evangélicos, Jesús no solo tenía el poder de expulsar
demonios, sino que transmitió ese poder a sus seguidores.30 Incluso se menciona el caso de un hombre que, sin ser seguidor de Jesús, expulsaba con éxito demonios en su nombre.31
Transfiguración
Los evangelios sinópticos32
relatan que Jesús subió a un monte a orar con algunos de los apóstoles,
y mientras oraba se transformó el aspecto de su rostro, y su vestido se
volvió blanco y resplandeciente. Aparecieron junto a él Moisés y Elías.
Los apóstoles dormían mientras tanto, pero al despertar vieron a Jesús
junto a Moisés y Elías. Pedro sugirió que hicieran tres tiendas: para
Jesús, Moisés y Elías. Entonces apareció una nube y se oyó una voz
celestial, que dijo: «Este es mi Hijo elegido, escuchadle». Los
discípulos no contaron lo que habían visto.
Pasión
Entrada en Jerusalén y purificación del Templo
Según los cuatro evangelios, Jesús fue con sus seguidores a Jerusalén
para celebrar allí la fiesta de Pascua. Entró a lomos de un asno, para que se cumplieran las palabras del profeta Zacarías (Zc 9:9:
«He aquí que tu rey viene a ti, manso y montado sobre un asno, sobre un
pollino hijo de una bestia de carga»). Fue recibido por una multitud,
que lo aclamó como «hijo de David» (según el Evangelio de Lucas, fue
aclamado solo por sus discípulos).33 En los evangelios de Lucas y de Juan, Jesús es aclamado como rey.
Según los evangelios sinópticos, a continuación fue al Templo de Jerusalén, y expulsó de allí a los cambistas y a los vendedores de animales para los sacrificios rituales34
(el Evangelio de Juan, en cambio, sitúa este episodio al comienzo de la
vida pública de Jesús, y lo relaciona con una profecía sobre la
destrucción del Templo).35 Vaticinó la destrucción del Templo36 y otros acontecimientos futuros.
Unción en Betania y Última Cena
En Betania, cerca de Jerusalén, fue ungido con perfumes por una mujer.37 Según los sinópticos, la noche de Pascua cenó en Jerusalén con los Apóstoles, en lo que la tradición cristiana designa como Última Cena. En el transcurso de esta cena pascual, Jesús predijo que sería traicionado por uno de los Apóstoles, Judas Iscariote.
Tomó pan en las manos, diciendo «Tomad y comed, este es mi cuerpo» y, a
continuación, cogiendo un cáliz de vino, dijo: «Bebed de él todos,
porque esta es la sangre de la Alianza, que será derramada por la
multitud para la remisión de los pecados».38 Profetizó también, según los sinópticos, que no volvería a beber vino hasta que no lo bebiera de nuevo en el Reino de Dios.39
Arresto
Tras la cena, según los sinópticos, Jesús y sus discípulos fueron a orar al huerto de Getsemaní.
Los apóstoles, en lugar de orar, se quedaron dormidos, y Jesús sufrió
un momento de fuerte angustia con respecto a su destino, aunque decidió
acatar la voluntad de Dios.40 41
Judas había efectivamente traicionado a Jesús, para entregarlo a los
príncipes de los sacerdotes y los ancianos de Jerusalén a cambio de
treinta piezas de plata.42
Acompañado de un grupo armado de espadas y garrotes, enviado por los
príncipes de los sacerdotes y los ancianos, llegó a Getsemaní y reveló
la identidad de Jesús besándole la mejilla. Jesús fue arrestado. Por
parte de sus seguidores hubo un conato de resistencia, pero finalmente
todos se dispersaron y huyeron.43
Juicio
Tras su detención, Jesús fue llevado al palacio del sumo sacerdote Caifás (según el Evangelio de Juan, fue llevado primero a casa de Anás, suegro de Caifás). Allí fue juzgado ante el Sanedrín.
Se presentaron falsos testigos, pero como sus testimonios no coincidían
no fueron aceptados. Finalmente, Caifás preguntó directamente a Jesús
si era el Mesías,
y Jesús dijo: «Tú lo has dicho». El sumo sacerdote se rasgó las
vestiduras ante lo que consideraba una blasfemia. Los miembros del
Sanedrín escarnecieron cruelmente a Jesús.44
En el Evangelio de Juan, Jesús fue llevado primero ante Anás y luego
ante Caifás. Solo se detalla el interrogatorio ante Anás, bastante
diferente del que aparece en los sinópticos.45
Pedro, que había seguido a Jesús en secreto tras su detención, se
encontraba oculto entre los sirvientes del sumo sacerdote. Reconocido
como discípulo de Jesús por los sirvientes, le negó tres veces (dos
según el Evangelio de Juan), como Jesús le había profetizado.46
A la mañana siguiente, Jesús fue llevado ante Poncio Pilato, el procurador47
romano. Tras interrogarle, Pilato no le halló culpable, y pidió a la
muchedumbre que eligiera entre liberar a Jesús o a un conocido bandido,
llamado Barrabás.
La multitud, persuadida por los príncipes de los sacerdotes, pidió que
se liberase a Barrabás, y que Jesús fuese crucificado. Pilato se lavó
simbólicamente las manos para expresar su inocencia de la muerte de
Jesús.48
Crucifixión
Jesús fue azotado, lo vistieron con un manto rojo, le pusieron en la
cabeza una corona de espinas y una caña en su mano derecha. Los soldados
romanos se burlaban de él diciendo: «Salud, rey de los judíos».49 Fue obligado a cargar la cruz en la que iba a ser crucificado hasta un lugar llamado Gólgota, que en arameo significa ‘lugar del cráneo’. Le ayudó a llevar la cruz un hombre llamado Simón de Cirene.
Dieron de beber a Jesús vino con hiel. Él probó pero no quiso
tomarlo. Tras crucificarlo, los soldados se repartieron sus vestiduras.
En la cruz, sobre su cabeza, pusieron un cartel en arameo, griego y
latín con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los
judíos», que a menudo en pinturas se abrevia INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum, literalmente ‘Jesús de Nazaret, rey de los judíos’). Fue crucificado entre dos ladrones.50
Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó: «Elí, Elí, lemá sabactani», que ―según los Evangelios de Mateo y Marcos― en arameo significa: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’.51 Las palabras finales de Jesús difieren en los otros dos evangelios.52
También hay diferencia entre los evangelios en cuanto a qué discípulos
de Jesús estuvieron presentes en su crucifixión: en Mateo y Marcos, son
varias de las mujeres seguidoras de Jesús; en el Evangelio de Juan se
menciona también a la madre de Jesús y al «discípulo a quien amaba»
(según la tradición cristiana, se trataría del apóstol Juan, aunque en el texto del evangelio no se menciona su nombre).
Sepultura
Un seguidor de Jesús, llamado José de Arimatea,
solicitó a Pilato el cuerpo de Jesús la misma tarde del viernes en que
había muerto, y lo depositó, envuelto en una sábana, en un sepulcro
excavado en la roca. Cubrió el sepulcro con una gran piedra.53
Según el Evangelio de Mateo (no se menciona en los otros evangelios),
al día siguiente, los «príncipes de los sacerdotes y los fariseos»
pidieron a Pilato que colocase frente al sepulcro una guardia armada,
para evitar que los seguidores de Jesús robasen su cuerpo y difundieran
el rumor de que había resucitado. Pilato accedió.54
Resurrección y ascensión
Los cuatro evangelios relatan que Jesús resucitó de entre los muertos
al tercer día después de su muerte y se apareció a sus discípulos en
varias ocasiones.55 En todos ellos, la primera en descubrir la resurrección de Jesús es María Magdalena. Dos de los evangelios (Marcos y Lucas) relatan también su ascensión a los cielos. Los relatos sobre Jesús resucitado varían, sin embargo, según los evangelios:
- En el Evangelio de Mateo, María Magdalena y «la otra María» fueron al sepulcro en la mañana del domingo. Sobrevino un terremoto, y un ángel vestido de blanco removió la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Los guardias, que presenciaron la escena, temblaron de miedo y «se quedaron como muertos» (Mt 28, 1-4). El ángel anunció a las mujeres la resurrección de Jesús, y les encargó que dijeran a los discípulos que fueran a Galilea, donde podrían verle. Al regresar, el propio Jesús les salió al encuentro, y les repitió que dijeran a los discípulos que fueran a Galilea (Mt 28, 5-10). Entre tanto, los guardias avisaron a los príncipes de los sacerdotes de lo ocurrido. Éstos les sobornaron para que divulgaran la idea de que los discípulos de Jesús habían robado su cuerpo (Mt 28, 11-15). Los once apóstoles fueron a Galilea, y Jesús les hizo el encargo de predicar el evangelio (Mt 28, 16-20).
- En el Evangelio de Marcos, tres seguidoras de Jesús, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé, fueron al sepulcro el domingo, muy de mañana, con la intención de ungir a Jesús con perfumes (Mc 16, 1-2). Vieron que la piedra que cubría el sepulcro estaba removida. Dentro del sepulcro, descubrieron a un joven vestido con una túnica blanca, quien les anunció que Jesús había resucitado, y les ordenó que dijesen a los discípulos y a Pedro que fuesen a Galilea para allí ver a Jesús. Se indica que María y sus compañeras no dijeron nada a nadie, pues tenían miedo (Mc 16, 3-8). A continuación, se dice que Jesús se apareció a María Magdalena (sin mencionar a las otras mujeres), y que esta dio al resto de los seguidores de Jesús la buena noticia, pero no fue creída (Mc 16, 9-11). Jesús volvió a aparecerse, esta vez a dos que iban de camino: cuando estos discípulos contaron lo ocurrido, tampoco se les creyó (Mc 16, 12-13). Finalmente, se apareció a los once apóstoles, a los que reprendió por no haber creído en su resurrección. Les encomendó predicar el evangelio, y subió a los cielos, donde está sentado a la derecha de Dios (Mc 16, 14-20).56
- En el Evangelio de Lucas, algunas mujeres, María Magdalena, Juana y María de Santiago, y otras cuyos nombres no se mencionan, acudieron al sepulcro para ungir a Jesús con perfumes. Encontraron removida la piedra del sepulcro, entraron en él y no encontraron el cuerpo (Lc 24, 1-3). Entonces se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes, quienes les anunciaron la resurrección de Jesús (Lc 24, 4-7). Las mujeres anunciaron la resurrección a los apóstoles, pero estos no las creyeron (Lc 24,8-11), excepto Pedro, que fue al sepulcro y comprobó que el cuerpo había desaparecido (Lc 24, 12). Ese mismo día, Jesús se apareció a dos discípulos que caminaban de Jerusalén a Emaús, que lo reconocieron en el momento de la fracción del pan (Lc 24, 13-35). Poco después se presentó ante los once, que creyeron que se trataba de un espíritu, pero les demostró que era él en carne y huesos, y comió en su presencia (Lc24,36-43). Les explicó el sentido de su muerte y resurrección (Lc 24,44-49), y, más tarde, los llevó cerca de Betania, donde ascendió al cielo (Lc 24,50-53).
- En el Evangelio de Juan, María Magdalena fue al sepulcro muy de madrugada y descubrió que la piedra había sido removida. Corrió en busca de Pedro y del «discípulo a quien Jesús amaba» para avisarles (Jn 20,1-2). Los dos corrieron hacia el sepulcro. El discípulo amado llegó primero, pero no entró en el sepulcro. Pedro entró primero y vio las fajas y el sudario, pero no el cuerpo. El otro discípulo entró después, «y vio y creyó» (Jn 20, 3-10). Magdalena se quedó fuera, y se le aparecieron dos ángeles vestidos de blanco. Le preguntaron: «¿Por qué lloras, mujer?», y ella contestó: «Porque han tomado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Se volvió hacia atrás, y vio a Jesús resucitado, quien le preguntó a su vez por qué lloraba. Magdalena le confundió con el hortelano, y le preguntó dónde había puesto a Jesús. Jesús la llamó: «¡María!», y ella lo reconoció, respondiendo: «¡Rabbuní!». Jesús le pidió que no lo tocara, ya que aún no había subido al Padre, y pidió que avisara a sus hermanos de que iba a subir al Padre. Magdalena fue a anunciar lo ocurrido a los discípulos (Jn 20, 11-18). Ese mismo día, por la tarde, Jesús se apareció al lugar en que los discípulos se encontraban ocultos por temor de los judíos. Les saludó diciendo «La paz sea con vosotros», les mostró la mano y el costado, y, soplando, les envió el Espíritu Santo. Uno de los once, Tomás, no estaba con el resto cuando tuvo lugar la aparición de Jesús, y no creyó que el aparecido fuera realmente Jesús (Jn 20, 19-25). Ocho días después, Jesús volvió a aparecerse a todos los discípulos, incluido Tomás. Para vencer su incredulidad, Jesús le dijo que tocara su mano y su costado. Tomás creyó en él (Jn 20, 26-29). Más adelante, Jesús volvió a aparecerse a siete de sus discípulos cuando estaban pescando junto al Mar de Tiberiades. No habían pescado nada; les pidió que volvieran a echar la red y la sacaron llena de peces. Entonces lo reconocieron, y comieron con él panes y peces (Jn 21,1-14). Tras esto, se relata una conversación entre Jesús y Pedro, en la que interviene también el «discípulo amado» (Jn 21,15-23).
Profecías en el Antiguo Testamento concernientes a Jesús
Según los autores del Nuevo Testamento, la vida de Jesús supuso el
cumplimiento de algunas profecías formuladas en ciertos libros del Antiguo Testamento. Los libros bíblicos más citados en este sentido por los primeros cristianos fueron Isaías, Jeremías, los Salmos, Zacarías, Miqueas y Oseas.
Para los autores del Nuevo Testamento, en una visión compartida por los
cristianos posteriores, en estos textos se anuncia la venida de Jesús
de Nazaret, que sería el Mesías que esperaba el pueblo de Israel. A menudo los redactores de los evangelios, sobre todo el autor del Evangelio de Mateo,
citan explícitamente estos textos para subrayar el cumplimiento de
estas profecías en la vida y muerte de Jesús. Entre otras cosas,
consideran que fueron profetizadas las circunstancias y el lugar de
nacimiento de Jesús (Is 7,14; Miq 5,2);57 su relación con Galilea (Is 9,1);58 su condición mesiánica (Is 9, 6-7; Is 11, 1-9; Is 15, 5);59 el papel de precursor de Juan el Bautista (Is 40,3)60 e incluso su pasión y muerte sacrificial (a este respecto se citan sobre todo cuatro poemas, incluidos en el Deutero Isaías (o Segundo Isaías),61 que presentan la figura de un siervo de Yahvé,62 a cuyo sacrificio se atribuye un valor redentor, pero también otros muchos pasajes.63
Los judíos,
que también consideran sagrados estos libros, no aceptan la creencia
cristiana de que estas profecías se refieren a Jesús de Nazaret. Para la
investigación histórica actual, el principal interrogante es hasta qué
punto estos libros contribuyeron a moldear los relatos evangélicos.
Jesús según la investigación histórica
A diferencia de lo que ocurre con otros personajes de la Antigüedad,
pero al igual que sucede con otros muchos, no existen evidencias
arqueológicas que permitan verificar la existencia de Jesús de Nazaret.
La explicación principal que se da a este hecho es que Jesús no alcanzó
mientras vivía una relevancia suficiente como para dejar constancia en fuentes arqueológicas, dado que no fue un importante líder político, sino un sencillo predicador itinerante.64
Si bien los hallazgos de la arqueología no pueden ser aducidos como
prueba de la existencia de Jesús de Nazaret, sí confirman la
historicidad de gran número de personajes, lugares y acontecimientos
descritos en las fuentes.65
Por otro lado, Jesús, como muchos destacados dirigentes religiosos y
filósofos de la Antigüedad, no escribió nada, o, al menos, no hay
constancia alguna de que así haya sido. Todas las fuentes para la
investigación histórica de Jesús de Nazaret son, por lo tanto, textos
escritos por otros autores. El más antiguo documento inequívocamente
concerniente a Jesús de Nazaret66 es el llamado papiro P52, que contiene un fragmento del Evangelio de Juan
y que data, según los cálculos más extendidos, de hacia 125, es decir,
aproximadamente un siglo después de la fecha probable de la muerte de
Jesús (hacia el año 30).
Si bien los testimonios materiales referentes a la vida de Jesús son
muy tardíos, la investigación filológica ha logrado reconstruir la
historia de estos textos con un alto grado de probabilidad, lo que
arroja como conclusión que los primeros textos sobre Jesús (algunas
cartas de Pablo) son posteriores en unos veinte años a la fecha probable
de su muerte, y que las principales fuentes de información acerca de su
vida (los evangelios canónicos) se redactaron en la segunda mitad del
siglo I. Existe un amplio consenso acerca de esta cronología de las
fuentes, al igual que es posible datar algunos (muy escasos) testimonios
acerca de Jesús en fuentes no cristianas entre la última década del
siglo I y el primer cuarto del siglo II.
En el estado actual de conocimientos acerca de Jesús de Nazaret, la
opinión predominante en medios académicos es que se trata de un
personaje histórico, cuya biografía y mensaje fueron significativamente
alterados por los redactores de las fuentes, que actuaron movidos por
intereses religiosos. Existe, sin embargo, una minoría de estudiosos
que, desde una crítica radical de las fuentes, consideran probable que
Jesús ni siquiera fuese un personaje histórico real, sino una entidad
mítica, similar a otras figuras objeto de culto en la Antigüedad.
Fuentes
Son sobre todo las fuentes cristianas, obviamente parciales, las que
proporcionan información sobre Jesús de Nazaret. Los textos cristianos
reflejan principalmente la fe de las comunidades primitivas, y no pueden
considerarse, sin más, documentos históricos.
Los textos en los que la crítica actual cree posible hallar
información acerca del Jesús histórico son, principalmente, los tres Evangelios Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Secundariamente, proporcionan también información acerca de Jesús de Nazaret otros escritos del Nuevo Testamento (Evangelio de Juan, las Epístolas de Pablo de Tarso), algunos evangelios apócrifos (como los de Tomás y Pedro), y otros textos cristianos.
Por otro lado, existen referencias a Jesús en unas pocas obras no
cristianas. En algunos casos se ha puesto en duda su autenticidad (Flavio Josefo), o que se refieran al mismo personaje cuya vida relatan las fuentes cristianas (Suetonio). Apenas aportan alguna información, excepto que fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato (Tácito) y que fue considerado un embaucador por los judíos ortodoxos.
Fuentes cristianas
Son muy numerosos los escritos cristianos de los siglos I y II en los
que se encuentran referencias a Jesús de Nazaret. Sin embargo, solo una
pequeña parte de los mismos contiene información útil acerca de él.
Todos ellos reflejan, en primer lugar, la fe de los cristianos de la
época, y solo secundariamente revelan información biográfica sobre
Jesús.
Los principales son:
- Las Cartas de Pablo de Tarso: escritas, según la datación más probable, entre los años 50 y 60. Son los documentos más tempranos acerca de Jesús, pero la información biográfica que proporcionan es escasa.
- Los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), incluidos por la Iglesia en el canon del Nuevo Testamento. En general, suelen datarse entre los años 70 y 90. Proporcionan gran cantidad de información, pero reflejan principalmente la fe de los primeros cristianos, y son documentos bastante tardíos.
- El Evangelio de Juan, también incluido en el Nuevo Testamento. Fue escrito probablemente hacia 90-100. Suele considerarse menos fiable que los sinópticos, ya que presenta concepciones teológicas mucho más evolucionadas. Sin embargo, no puede excluirse que contenga tradiciones sobre el Jesús histórico bastante más antiguas.
- Algunos de los llamados Evangelios apócrifos, no incluidos en el canon del Nuevo Testamento. Una gran parte de estos textos son documentos muy tardíos que no aportan información sobre el Jesús histórico. Sin embargo, algunos de ellos, cuya datación es bastante controvertida, podrían transmitir información sobre dichos o hechos de Jesús: entre aquellos a los que suele concederse una mayor credibilidad están el Evangelio de Tomás, el Evangelio Egerton, el Evangelio Secreto de Marcos y el Evangelio de Pedro.
Las cartas de Pablo de Tarso
Los textos más antiguos conocidos relativos a Jesús de Nazaret son las cartas escritas por Pablo de Tarso, consideradas anteriores a los evangelios.
Pablo no conoció personalmente a Jesús. Su conocimiento de él y de su
mensaje, según sus propias afirmaciones, puede provenir de una doble
fuente:67
por un lado, sostiene en sus escritos que se le apareció el propio
Jesús resucitado para revelarle su evangelio, una revelación a la que
Pablo concedía gran importancia (Gal 1, 11-12); por otro, también según
su propio testimonio, mantuvo contactos con miembros de varias
comunidades cristianas, entre ellos varios seguidores de Jesús. Conoció,
según él mismo afirma en la Epístola a los Gálatas, a Pedro (Gal 2, 11-14), Juan (Gal 2, 9), y Santiago, al que se refiere como «hermano del Señor» (Gal 1, 18-19; 1 Cor 15, 7).
Aunque la tradición cristiana atribuye a Pablo catorce epístolas
incluidas en el Nuevo Testamento, solo existe consenso entre los
investigadores actuales en cuanto a la autenticidad de siete de ellas,
que se datan generalmente entre los años 50 y 60 (1 Tesalonicenses, Filipenses, Gálatas, 1 Corintios, 2 Corintios, Romanos y Filemón). Estas epístolas son cartas dirigidas por Pablo a comunidades cristianas de diferentes lugares del Imperio romano,
o a individuos particulares. En ellas se tratan fundamentalmente
aspectos doctrinales del cristianismo. Pablo se interesa sobre todo por
el sentido sacrificial y redentor que según él tienen la muerte y
resurrección de Jesús, y son escasas sus referencias a la vida de Jesús o
al contenido de su predicación.68
Sin embargo, las epístolas paulinas sí proporcionan alguna
información. En primer lugar, se afirma en ellas que Jesús nació «según
la Ley» y que era del linaje de David, «según la carne» (Rom 1, 3), y
que los destinatarios de su predicación eran los judíos circuncisos (Rom
15, 8). En segundo lugar, refiere ciertos detalles acerca de su muerte:
indica que murió crucificado (2 Cor 13, 4), que fue sepultado y que
resucitó al tercer día (1 Cor 15,3-8), y atribuye su muerte a los judíos
(1 Tes 2, 14) y también a los «poderosos de este mundo» (1 Cor 2, 8).
Además, la Primera Epístola a los Corintios contiene un relato de la Última Cena (1 Cor 11, 23-27), semejante al de los evangelios sinópticos (Mt 26, 26-29; Mc 14, 22-25; Lc 22, 15-20).
Evangelios sinópticos
Los estudiosos están de acuerdo en que la principal fuente de información acerca de Jesús se encuentra en tres de los cuatro evangelios incluidos en el Nuevo Testamento, los llamados sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas, cuya redacción se sitúa generalmente entre los años 70 y 100.
El punto de vista dominante en la crítica actual es que los
evangelios no fueron escritos por testigos personales de la actividad de
Jesús. Se cree que fueron escritos en griego
por autores que no tenían conocimiento directo del Jesús histórico.
Algunos autores, sin embargo, continúan manteniendo el punto de vista
tradicional sobre esta cuestión, que los atribuye a personajes citados
en el Nuevo Testamento.69
Aunque no es aceptada por la totalidad de los críticos, las
afinidades entre estos evangelios suelen ser explicadas por la llamada teoría de las dos fuentes,
propuesta ya en 1838 por Ch. Weisse, y que fue luego significativamente
matizada por B. H. Streeter en 1924. Según esta teoría, el evangelio
más antiguo es Marcos (y no Mateo, como se creía anteriormente). Tanto
Lucas como Mateo son posteriores, y utilizaron como fuente Marcos, lo
que explica el material común entre los tres sinópticos, denominado «de
triple tradición». Pero, además, existió una segunda fuente, a la que se
dio el nombre de Q,
que contenía casi exclusivamente palabras de Jesús, lo cual explica el
llamado material de doble tradición, que se encuentra en Mateo y Lucas,
pero no en Marcos (Q es hoy considerado un documento independiente, del
que incluso existen ediciones críticas).70 Por último, tanto Lucas como Mateo contienen material propio, que no se encuentra en ninguna de las dos fuentes hipotéticas.
El grado de fiabilidad que se concede a los evangelios depende de los
estudiosos. La opinión más extendida es que son principalmente textos
apologéticos, es decir, de propaganda religiosa, cuya intención
principal es difundir una imagen de Jesús acorde con la fe de las
primitivas comunidades cristianas, pero que contienen, en mayor o menor
medida, datos acerca del Jesús histórico. Se ha demostrado que contienen
varios errores históricos y geográficos, numerosas incongruencias
narrativas y abundantes elementos sobrenaturales que son sin duda
expresiones de fe y de los que se discute si tienen o no un origen
histórico. Sin embargo, sitúan a Jesús en un marco histórico verosímil,
en general acorde con lo conocido mediante fuentes no cristianas, y
esbozan una trayectoria biográfica bastante coherente.
La corriente de investigación llamada «historia de las formas», cuyos máximos representantes fueron Rudolf Bultmann y Martin Dibelius,
se orientó sobre todo a estudiar la «prehistoria» literaria de los
evangelios. Estos autores determinaron que los evangelios (incluido Q,
considerado como un «protoevangelio») son compilaciones de unidades
literarias menores, denominadas perícopas,
que pertenecen a géneros literarios diferentes (narraciones de
milagros, diálogos didácticos, enseñanzas éticas, etc.). Estas perícopas
tienen su origen último en la tradición oral sobre Jesús, pero solo
algunas de ellas se refieren a dichos y hechos verdaderos del Jesús
histórico. Más adelante, otra escuela, denominada «historia de la
redacción» (o crítica de la redacción), destacó el hecho de que, a la
hora de compilar y unificar narrativamente el material de que disponían,
los autores de los evangelios respondían a motivaciones teológicas.
Para datar los evangelios sinópticos, un aspecto de particular importancia son las referencias a la destrucción del Templo de Jerusalén.
Estudiando estas referencias, la mayoría de los autores coinciden en
afirmar que los tres sinópticos, en su estado actual, son posteriores a
la destrucción del templo (año 70), en tanto que Q es muy probablemente anterior.
Los autores de los evangelios responden a motivaciones teológicas
concretas. En sus obras, intentan armonizar las tradiciones recibidas
acerca del Jesús histórico con la fe de las comunidades a las que
pertenecen.
- Documento Q: la existencia de este protoevangelio, como se ha dicho antes, se ha inducido a partir de la investigación textual de las afinidades entre los sinópticos. En la actualidad, se ha avanzado mucho en la reconstrucción de este texto hipotético. Se considera que fue escrito en griego,71 que contenía principalmente dichos de Jesús, y que fue redactado, probablemente en Galilea72 en un momento anterior a la guerra judía, probablemente entre los años 40 y 60. En cuanto a su contenido, se han encontrado importantes paralelos entre Q y un evangelio apócrifo de difícil datación, el Evangelio de Tomás.
- Evangelio de Marcos: fue escrito en griego, posiblemente en Siria, o tal vez en Roma, y se data generalmente en torno al año 70, por lo cual se trata del evangelio más antiguo que se conserva.66 Se considera básicamente una recopilación de materiales de tradición escrita y oral, entre los cuales destaca, por su unidad estructural, la narración de la Pasión, pero que incluyen también antologías de milagros, tradiciones apocalípticas (especialmente Mc 13) y disputas y diálogos escolares.
- Evangelio de Mateo: fue escrito en griego, posiblemente en Siria, y es más tardío que Marcos, al que utiliza como fuente. Probablemente se redactó en los años 80 del siglo I. Combina como fuentes Q, Marcos, y otras, y su intención principal es destacar la figura de Jesús como plenitud de la Ley y los profetas del Antiguo Testamento, por lo cual utiliza abundantemente citas de las Escrituras judías. El texto de Mt 13, 44: 'El reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, vende todo lo que tiene y compra el campo aquél', cobra sentido en el marco de la propiedad de la tierra en Roma, que era, hacia arriba: 'ad astra', y hacia abajo: 'ad inferos', así, un tesoro hallado en un campo era propiedad del dueño del campo, por eso quien lo encuentra compra el campo para poder hacerse con el tesoro.
- Evangelio de Lucas: es la primera parte de una obra unitaria cuya segunda parte es el texto conocido como Hechos de los Apóstoles, dedicada a narrar los orígenes del cristianismo. Al igual que Mateo, utiliza como fuentes Q y Marcos.
Evangelio de Juan
Generalmente se considera que el Evangelio de Juan
es más tardío que los sinópticos (suele datarse en torno al año 100) y
que la información que ofrece acerca del Jesús histórico es menos
fiable. Muestra una teología más desarrollada, ya que presenta a Jesús
como un ser preexistente, sustancialmente unido a Dios, enviado por él
para salvar al género humano.73
Sin embargo, parece que su autor utilizó fuentes antiguas, en algunos
casos independientes de los sinópticos, por ejemplo, en lo relativo a la
relación entre Jesús y Juan el Bautista, y al proceso y ejecución de Jesús.74 Relata pocos milagros de Jesús (solo siete), para los que posiblemente utilizó como fuente un hipotético Evangelio de los Signos.
En este evangelio son muy numerosas las escenas de la vida de Jesús que
no tienen un paralelo en los sinópticos (entre ellas, algunas de las
más conocidas, como las bodas de Caná o la resurrección de Lázaro de Betania).
Evangelios apócrifos
Se denomina evangelios apócrifos a aquellos textos sobre hechos o dichos de Jesús no incluidos en el canon del Nuevo Testamento. Como señala Antonio Piñero,75
la mayor parte de los apócrifos no aportan información válida sobre el
Jesús histórico, ya que se trata de textos bastante tardíos (posteriores
a 150), y que utilizan como fuentes los evangelios canónicos.
Existen, sin embargo, algunas excepciones notables: el Evangelio de Pedro, el Papiro Egerton 2, los Papiros de Oxirrinco y, muy especialmente, el Evangelio de Tomás.76
Sobre la datación de estos textos no hay acuerdo entre los
especialistas, pero la posición mayoritaria es que pueden contener
información auténtica acerca de Jesús. Dado su carácter fragmentario,
sin embargo, se han utilizado sobre todo para confirmar informaciones
que también transmiten los evangelios canónicos.
Otros textos cristianos
- Dichos atribuidos a Jesús en otros libros del Nuevo Testamento: estos dichos son denominados convencionalmente agrapha, es decir ‘no escritos’. Dejando aparte las cartas de Pablo, ya mencionadas, se encuentran dichos atribuidos a Jesús en Hechos de los Apóstoles (Hch 20, 35); en la Epístola de Santiago y en la Primera Epístola de Pedro.
- Referencias de otros escritores cristianos de los siglos II y III, entre las que destacan la primera y segunda Epístolas de Clemente; las cartas de Ignacio de Antioquía; y un texto perdido, atribuido a Papías, titulado Exposición de las palabras del Señor, que supuestamente recogía tradiciones orales sobre Jesús, y del que se conocen solo fragmentos por citas de autores posteriores, como Ireneo de Lyon y Eusebio de Cesarea.77
La historicidad de estas referencias es considerada en general bastante dudosa.
Fuentes no cristianas
Apenas hay menciones de Jesús en fuentes no cristianas de los siglos I
y II. Ningún historiador se ocupó por extenso de su historia: solo
existen alusiones de pasada, algunas de ellas ambiguas, y una de las de
Flavio Josefo (el llamado «Testimonio flaviano») contiene posiblemente
alguna interpolación posterior. Sin embargo, todas juntas bastan para
certificar su existencia histórica.78 Al respecto The New Encyclopaedia Britannica
afirma: «Estos relatos independientes demuestran que en la Antigüedad
ni siquiera los opositores del cristianismo dudaron de la historicidad
de Jesús, que comenzó a ponerse en tela de juicio, sin base alguna, a
finales del siglo XVIII, a lo largo del XIX y a principios del XX».79
Estas fuentes pueden dividirse en:
Fuentes judías
- Dos menciones en una obra del historiador judío Flavio Josefo, Antigüedades judías.
El primer pasaje de la citada obra que menciona a Jesús es conocido con el nombre de «testimonio flaviano». Se encuentra en Antigüedades judías,
18, 63. Fue objeto de interpolaciones posteriores por copistas
cristianos, y se discute incluso si en su versión original aludía a
Jesús.
El segundo pasaje tiene mayores visos de verosimilitud, ya que está
estrechamente relacionado con el contexto de la obra y parece improbable
que se trate de una interpolación. Se encuentra en Antigüedades judías,
20, 200, y se refiere a la lapidación de Santiago, que el texto
identifica como hermano de Jesús, un personaje que es identificado del
mismo modo en algunos textos de Pablo de Tarso. Tampoco hay consenso
acerca de este pasaje, pero la mayor parte de los autores lo considera
auténtico.
- Menciones en el tratado Sanhedrin del Talmud babilónico: no está claro si estos pasajes se refieren a Jesús de Nazaret. En Sanh., 43 a. se dice que Yeshu fue colgado «la víspera de Pascua», por haber practicado la hechicería y por incitar a Israel a la apostasía. Se menciona incluso el nombre de cinco de sus discípulos: Matthai, Nakai, Nezer, Buni y Todah. La mayor parte de los estudiosos data esta referencia en fecha muy tardía, y no la considera una fuente de información independiente.80
Fuentes romanas
Brevísimas menciones en sendas obras de Plinio el Joven (62-113), Tácito (61-117) y Suetonio (f. 160). Son más bien referencias a la actividad de los cristianos:
- A comienzos del siglo II, Plinio el Joven, en una carta al emperador Trajano, menciona que "Estos cristianos (Aquellos que hace comparecer ante sí mismo como cristianos) que consienten en ser sacrificados, los devuelve absueltos. Por otra parte, aseguran no haber hecho ningún mal: dicen haber, simplemente, elevado cánticos a Cristo, como los que se dedican a un dios" «le cantan himnos a Cristo (casi Dios, según dicen)» (Epístolas 10:96).
- Hacia 116 ó 117, el historiador Tácito, en sus 'Anales' hablando de Nerón, comenta que después del incendio de Roma inflingía penas severas a los partidarios de un tal Cristo, que había sido supliciado bajo Poncio Pilato, los cristianos toman su nombre "de un tal Cristo, que en época de Tiberio fue ajusticiado por Poncio Pilato" (Anales, 15:44:2-3).
- Suetonio, (121) en una nota al parecer tomada de un documanto de la policía de la época de Claudio (41-54) hacia 120, menciona a los cristianos y en otro pasaje de la misma obra, hablando del emperador Claudio, dice que a «los judíos, instigados por Chrestus, los expulsó de Roma por sus hábitos escandalosos» (De Vita Caesarum. Divus Claudius, 25). 'Los hebreso fueron expulsados de Roma, culpables de haber provocado tumultos bajo la instigación de un tal "Chrestus". El nombre Chrestus ha sido interpretado como una lectura deficiente de Christus; sin embargo, no puede excluirse que el pasaje haga referencia a un agitador judío en la Roma de los años 50.
Existe otro texto que, aunque es bastante dudoso, podría ser una
referencia a Jesús de Nazaret: se trata de una carta, conservada en siríaco,
escrita por un tal Mara Bar-Serapion, en la que se habla de un «rey
sabio» condenado a muerte por los judíos. No hay acuerdo sobre si esta
carta data del siglo I, II o III de nuestra era, y tampoco está claro si es o no una referencia a Jesús de Nazaret.
La escasez de fuentes no cristianas sugiere que la actividad de Jesús
no llamó la atención en su época, aunque según las fuentes cristianas
su predicación habría congregado a multitudes. Las fuentes no cristianas
no aportan nada al conocimiento de Jesús como personaje histórico, y
solo se usaron para demostrar su existencia.81
Metodología
La investigación histórica de las fuentes cristianas sobre Jesús de
Nazaret exige la aplicación de métodos críticos que permitan discernir
las tradiciones que se remontan al Jesús histórico de aquellas que
constituyen adiciones posteriores, correspondientes a las primitivas
comunidades cristianas.
La iniciativa en esta búsqueda partió de investigadores cristianos.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, su aportación principal se
centró en la historia literaria de los evangelios.
Los principales criterios sobre los que existe consenso a la hora de
interpretar las fuentes cristianas son, según Antonio Piñero,82 los siguientes:
- Criterio de desemejanza o disimilitud: según este criterio, pueden darse por ciertos aquellos hechos o dichos atribuidos a Jesús en las fuentes que sean contrarios a concepciones o intereses propios del judaísmo anterior a Jesús o del cristianismo posterior a él. Contra este criterio, se han formulado objeciones, ya que, al desvincular a Jesús del judaísmo del siglo I, se corre el peligro de privarle del contexto necesario para entender varios aspectos fundamentales de su actividad.
- Criterio de dificultad: pueden considerarse también auténticos aquellos hechos o dichos atribuidos a Jesús que resulten incómodos para los intereses teológicos del cristianismo.
- Criterio de atestiguación múltiple: pueden considerarse auténticos aquellos hechos o dichos de Jesús de los que pueda afirmarse que proceden de diferentes estratos de la tradición. A este respecto, suelen considerarse que, al menos parcialmente, aportan fuentes independientes entre sí Q, Marcos, el material propio de Lucas, el material propio de Mateo, el Evangelio de Juan, ciertos evangelios apócrifos (muy especialmente, en relación con los dichos, el Evangelio de Tomás, pero también otros como el Evangelio de Pedro o el Evangelio Egerton), y otros. Este criterio se refiere también a la atestiguación de un mismo dicho o hecho en formas o géneros literarios diferentes.
- Criterio de coherencia o consistencia: pueden darse también por ciertos aquellos dichos o hechos que son coherentes con lo que los criterios anteriores han permitido establecer como auténtico.
- Criterio de plausibilidad histórica: según este criterio, puede considerarse histórico aquello que sea plausible en el contexto del judaísmo del siglo I, así como aquello que pueda contribuir a explicar ciertos aspectos del influjo de Jesús en los primeros cristianos. Como resalta Piñero,83 este criterio contradice al de desemejanza, enunciado en primer lugar.
No todos los autores, sin embargo, interpretan del mismo modo estos
criterios, e incluso hay quienes niegan la validez de algunos de ellos.
Contexto
Marco histórico
El pueblo judío, sin estado propio desde la destrucción del Primer Templo en 587 a. C., en tiempos de Nabucodonosor II, había pasado varias décadas sometido, sucesivamente, a babilonios, persas, la dinastía ptolemaica de Egipto y el Imperio seléucida, sin que se produjeran conflictos de gravedad. En el siglo II a. C., sin embargo, el monarca seléucida Antíoco IV Epífanes, decidido a imponer la helenización del territorio, profanó el Templo (el Segundo Templo, reconstruido en época persa), lo que desencadenó una rebelión, acaudillada por una familia sacerdotal, los Macabeos, que tendría como consecuencia el establecimiento de un nuevo estado judío independiente, que duraría hasta el año 63 a. C.
En este año, el general romano Pompeyo intervino en la guerra civil que enfrentaba a dos hermanos de la dinastía asmonea, Hircano II y Aristóbulo II.
Con esta intervención dio comienzo el dominio romano en Palestina.
Dicho dominio, sin embargo, no se ejerció siempre de forma directa, sino
mediante la creación de uno o varios estados clientes, que pagaban
tributo a Roma y estaban obligados a aceptar sus directrices. El propio
Hircano II fue mantenido por Pompeyo al frente del país, aunque no como
rey, sino como etnarca. Posteriormente, tras un intento de recuperar el trono del hijo de Aristóbulo II, Antígono, quien fue apoyado por los partos, el hombre de confianza de Roma fue Herodes, quien no pertenecía a la familia de los asmoneos, sino que era hijo de Antípatro, un general de Hircano II de origen idumeo.
Tras su victoria sobre los partos y los seguidores de Antígono, Herodes fue nombrado rey de Judea por Roma en 37 a. C.
Su reinado, durante el cual, según opinión mayoritaria, tuvo lugar el
nacimiento de Jesús de Nazaret, fue un período relativamente próspero.
A la muerte de Herodes, en 4 a. C., su reino se dividió entre tres de sus hijos: Arquelao fue designado etnarca de Judea, Samaria e Idumea; a Antipas (llamado Herodes Antipas en el Nuevo Testamento) le correspondieron los territorios de Galilea y Perea, que gobernó con el título de tetrarca; por último, Filipo heredó, también como tetrarca, las regiones más remotas: Batanea, Gaulanítide, Traconítide y Auranítide.
Estos nuevos gobernantes correrían diversa suerte. Mientras que
Antipas se mantuvo en el poder durante cuarenta y tres años, hasta 39, Arquelao, debido al descontento de sus súbditos, fue depuesto en 6 d. C. por Roma, que pasó a controlar directamente los territorios de Judea, Samaría e Idumea.
En el período en que Jesús desarrolló su actividad, por lo tanto, su
territorio de origen, Galilea, formaba parte del reino de Antipas,
responsable de la ejecución de Juan el Bautista, y al que una tradición
tardía, que solo se encuentra en el Evangelio de Lucas, hace jugar un
papel secundario en el juicio de Jesús. Judea, en cambio, era
administrada directamente por un funcionario romano, perteneciente al
orden ecuestre, que llevó primero el título de prefecto (hasta el año 41) y luego (desde 44) el de procurador. En el período de la actividad de Jesús, el prefecto romano era Poncio Pilato.
El prefecto no residía en Jerusalén, sino en Cesarea Marítima,
ciudad de la costa mediterránea que había sido fundada por Herodes el
Grande, aunque se desplazaba a Jerusalén en algunas ocasiones (por
ejemplo, con motivo de la fiesta de Pésaj
o Pascua, como se relata en los evangelios, ya que era en estas
fiestas, que congregaban a miles de judíos, cuando solían producirse
tumultos). Contaba con unos efectivos militares relativamente reducidos
(unos 3.000 hombres),84 y su autoridad estaba supeditada a la del legado de Siria. En tiempos de Jesús, el prefecto tenía el derecho exclusivo de dictar sentencias de muerte (ius gladii).
Sin embargo, Judea gozaba de un cierto nivel de autogobierno. En
especial, Jerusalén estaba gobernada por la autoridad del sumo
sacerdote, y su consejo o Sanedrín.
Las competencias exactas del Sanedrín son objeto de controversia,
aunque en general se admite que, salvo en casos muy excepcionales, no
tenían la potestad de juzgar delitos capitales.
El carácter particular de Galilea
Aunque separada de Judea por la historia, Galilea era en el siglo I una región de religión judía.
Tenía, sin embargo, algunos rasgos diferenciales, como una menor
importancia del Templo, y una menor presencia de sectas religiosas como
los saduceos y los fariseos. Estaba muy expuesta a las influencias helenísticas y presentaba grandes contrastes entre el medio rural y el medio urbano.
Al este de Galilea se encontraban las diez ciudades de la Decápolis, situadas todas ellas al otro lado del río Jordán, a excepción de una, Escitópolis (llamada también Bet Shean). Al noroeste, Galilea limitaba con la región sirofenicia, con ciudades como Tiro, Sidón y Aco/Tolemaida. Al sudoeste se situaba la ciudad de Cesarea Marítima, lugar de residencia del prefecto (luego procurador) romano. Por último, al sur se encontraba otra importante ciudad, Sebaste, así llamada en honor al emperador Augusto.85
En pleno corazón de Galilea se encontraban también dos importantes ciudades: Séforis, muy cercana (5 ó 6 km) a la localidad de donde era originario Jesús, Nazaret; y Tiberíades, construida por Antipas y cuyo nombre era un homenaje al emperador Tiberio. Tiberíades era la capital de la monarquía de Antipas, y estaba muy próxima a Cafarnaún, ciudad que fue con probabilidad el centro principal de la actividad de Jesús.
Es importante destacar que las ciudades eran focos de influencia de
la cultura helenística. En ellas residían las élites, en tanto que en el
medio rural habitaba un campesinado empobrecido, del que procedía con
toda probabilidad Jesús. Las ciudades eran en general favorables a Roma,
como se demostró con ocasión de la Primera Guerra Judía.
En las fuentes cristianas no se menciona que Jesús visitase ninguna
de las ciudades de Galilea ni de su entorno. Sin embargo, dada la
proximidad de Tiberíades a los principales lugares mencionados en los
evangelios, es difícil pensar que Jesús se sustrajo por completo a la
influencia helenística.
El medio campesino, del que procedía Jesús, veía con hostilidad las
ciudades. Los campesinos de Galilea soportaban importantes cargas
impositivas, tanto del poder político (la monarquía de Antipas), como
del religioso (el Templo de Jerusalén), y su situación económica debió
de ser bastante difícil.
Galilea fue la región judía más conflictiva durante el siglo I, y los
principales movimientos revolucionarios antirromanos, desde la muerte
de Herodes el Grande en 4 a. C. hasta la destrucción de Jerusalén en el año 70,
se iniciaron en esta región. La lucha contra el Imperio romano fue,
según Geza Vermes, «una actividad galilea general en el primer
siglo d. C.»86
El judaísmo en los tiempos de Jesús
En tiempos de Jesús, al igual que en la actualidad, el judaísmo era una religión monoteísta,
basada en la creencia de un único Dios. Los judíos creían que Dios
había elegido a su pueblo, Israel, y había establecido con él una
alianza a través de Abraham y Moisés,
principalmente. Los actos fundamentales de dicha alianza eran, para los
judíos, la vocación de Abraham, el éxodo, y la promulgación de la ley
en el Sinaí.87
La fidelidad de los judíos a esta alianza se manifestaba, además de en
su adoración a su único Dios, en la rigurosidad con que seguían los
mandamientos y preceptos de la Torá, o la llamada Ley mosaica; ésta regulaba todos los aspectos de la vida de los judíos, como la obligación de circuncidar a los hijos varones, la prohibición de trabajar en sábado, y otras ciertas reglas alimentarias (por ejemplo, la de no comer carne de cerdo) y de purificación.
En el siglo I, el centro del culto a Dios era el Templo de Jerusalén. Era necesario acudir a éste tres veces al año (durante las llamadas fiestas de peregrinación),
para realizar diversos sacrificios y entregar ofrendas. El culto del
Templo era administrado por los sacerdotes y levitas, cuyo número era
muy elevado,88
los que desempeñaban los llamados oficios sagrados durante las fiestas,
tales como custodiar y limpiar el Templo, preparar los animales y la
leña para los sacrificios, y cantar salmos durante las celebraciones
públicas.89 Los sacerdotes y levitas se mantenían con los tributos de los campesinos, obligatorios para todos los judíos.
Pero el Templo no era el único lugar en que se rendía culto a Dios:
en época de Jesús existía también la costumbre de reunirse cada sábado
en las sinagogas.
Mientras que el culto en el Templo estaba dominado por los sacerdotes,
la costumbre de reunirse en las sinagogas fue promoviendo la
religiosidad de los laicos.90
Además, en las sinagogas no se llevaban a cabo sacrificios a diferencia
del Templo, sino que tan solo se leían y comentaban los textos
sagrados.
En la época de Jesús, existían sectas divergentes dentro del
judaísmo. El autor que más información proporciona sobre este tema es Flavio Josefo. Este91 distingue entre tres sectas principales: la saducea, la esenia y la farisea. Esta última era bastante respetada por el pueblo y estaba constituida principalmente por laicos.92
Creían en la inmortalidad del alma y eran conocidos por el rigor con
que interpretaban la ley, considerando a la tradición como fuente de
ésta. En cuanto a los saduceos, gran número de ellos formaba parte de la
casta sacerdotal, pero en oposición a los fariseos, rechazaban la idea
de que la tradición era fuente de ley y negaban también la inmortalidad
del alma. Por último, el grupo de los esenios es considerado por la
inmensa mayoría de los investigadores como el autor de los denominados Manuscritos del Mar Muerto.
Constituían una especie de monacato, cuyos seguidores eran estrictos
cumplidores de la ley, aunque diferían de los otros grupos religiosos en
su interpretación de ésta. 'Nazarenos: eran hebreos que se consagraban
particularmente al culto de Dios, no bebían licor alguno que pudiera
embriagar, y no se cortaban la barba ni el cabello' (DRAE, 22ª Ed, 2001)
Otro aspecto de suma importancia en el judaísmo del siglo I es su
concepción apocalíptica: la creencia en una intervención futura de
Yahvé, que restauraría el poder de Israel y tras la que reinarían la paz
y armonía universales. Esta idea adquirió gran fuerza en la época en
que el pueblo judío fue sometido por la ocupación romana (aunque está ya
presente en varios de los libros proféticos de la Tanaj, especialmente en el Libro de Isaías), y se relaciona estrechamente con la creencia en la llegada de un Mesías.
Además, es muy mencionada en la llamada literatura intertestamentaria:
libros apócrifos generalmente atribuidos a patriarcas u otras figuras
destacadas de la Biblia hebrea.
El hombre
Jesús de Nazaret nació con bastante probabilidad en torno al año 4 a. C.,
aunque la fecha no puede determinarse con seguridad. Según la opinión
hoy mayoritaria entre los estudiosos su lugar de nacimiento fue la aldea
galilea de Nazaret, aunque pudo haber nacido también en Belén, en Judea, cerca de Jerusalén.
Es probable que sus padres se llamaran José y María, y que tuviera
varios hermanos y hermanas. No hay constancia de que estuviera casado;
probablemente era célibe, aunque tampoco hay ninguna fuente que lo
afirme. Cuando tenía aproximadamente treinta años, se hizo seguidor de
un predicador conocido como Juan el Bautista y, cuando éste fue capturado por orden del tetrarca de Galilea, Antipas
(o tal vez antes), formó su propio grupo de seguidores. Como predicador
itinerante, recorrió varias localidades de Galilea, anunciando una
inminente transformación que denominaba Reino de Dios. Predicaba en arameo, aunque es muy probable que conociese también el hebreo, lengua litúrgica del judaísmo, tanto en sinagogas como en casas privadas y al aire libre. Entre sus seguidores había varias mujeres.
Desarrolló su predicación durante un tiempo imposible de concretar,
pero que en cualquier caso no excedió de tres años, y muy probablemente
fue bastante inferior. Durante su predicación, alcanzó fama en la región
como sanador y exorcista. Según su punto de vista, su actividad como
taumaturgo anunciaba también el Reino de Dios. Fue acusado de borracho y
comilón, amigo de publicanos y prostitutas (Mt 11,19), y de exorcizar
con el poder del príncipe de los demonios (Mt, 12, 22-30). Sus
familiares lo tuvieron por enajenado (Mc 3,21). Las muchedumbres le
inspiraban compasión (Mt 14, 14) y la única vez que habló de su
personalidad se autodefinió como manso y humilde de corazón (Mt, 11-29)
pero rechazó ser llamado bueno, porque solo Dios es bueno (Mc 10,18). La
presencia viva de Jesús generaba en sus discípulos una alegría
liberadora: «¿acaso pueden los compañeros del novio ayunar mientras el
novio está con ellos? Mientras que tienen con ellos al esposo no pueden
ayunar» (Mc 2, 19).
Con motivo de la fiesta de la Pascua, acudió con un grupo de
seguidores suyos a Jerusalén. Probablemente por algo que hizo o dijo en
relación con el Templo de Jerusalén, aunque no pueden excluirse otros
motivos, fue detenido por orden de las autoridades religiosas judías de
la ciudad, quienes lo entregaron al prefecto romano, Poncio Pilato,
acusado de sedición. Como tal, fue ejecutado, posiblemente en torno al
año 30, por orden de las autoridades romanas de Judea. A su muerte, sus
seguidores se dispersaron, pero poco después vivieron colectivamente una
experiencia que les llevó a creer que había resucitado y que regresaría
en un plazo breve para establecer el Reino de Dios que había predicado
en vida.
Nombre
Jesús es la forma latinizada del griego Ιησοῦς (Iesoûs), con el que es mencionado en el Nuevo Testamento, escrito en griego. El nombre deriva del hebreo Ieshú, forma abreviada de Yeshúa, la variante más extendida del nombre Yehoshúa, que significa ‘Yahveh salva’, y que designa así mismo a Josué, un conocido personaje del Antiguo Testamento, lugarteniente y sucesor de Moisés.93
Se sabe que era un nombre frecuente en la época, ya que en la obra de Flavio Josefo son mencionados unos veinte personajes de igual denominación.94 La forma de este nombre en arameo ―el idioma de la Judea del siglo I― es la que con toda probabilidad usó Jesús: Ieshuá (ישׁוע, Yēšûaʿ).
En Marcos y Lucas, Jesús es llamado Iesoûs hó Nazarēnós (Ιησοῦς ὅ Ναζαρηνός);95 en Mateo, Juan y a veces en Lucas se utiliza la forma Iesoûs hó Nazoraîos (Ιησοῦς ὅ Ναζωραῖος),96 que aparece también en Hechos de los Apóstoles.97 La interpretación de estos epítetos depende de los autores: para la mayoría, ambos hacen referencia a su localidad de origen, Nazaret; otros, interpretan el epíteto nazoraîos (‘nazoreo’) como compuesto de las palabras hebreas neser (‘retoño’) y semah
(‘germen’); según esta interpretación, el epíteto tendría un carácter
mesiánico; otros, en cambio, lo interpretan como Nazareo (separado para
Yahveh).98
El diccionario de la lengua española de la RAE, recoge para la palabra
"Nazareno" la descripción: "Hebreo que se consagraba particularmente al
culto de Dios, no bebía licor alguno que pudiese embriagar, y no se
cortaba la barba ni el cabello".99 Muy posiblemente, en tiempos de Jesús hubiese unos cuantos hombres más que actuasen de esta manera como servicio religioso.
Lugar y fecha de nacimiento
Jesús nació probablemente en Nazaret, en Galilea,100 ya que en la mayoría de las fuentes se le llama «Jesús de Nazaret»,101 y en la antigüedad solía expresarse de esta forma el lugar de nacimiento.102
Sin embargo, dos evangelios (Lucas y Mateo), los únicos que entre los
evangelios canónicos hacen referencia a la infancia de Jesús,103 relatan su nacimiento en Belén, en Judea.
Aunque este lugar de nacimiento es el comúnmente aceptado por la
tradición cristiana, los investigadores actuales han puesto de relieve
que los relatos de Mateo y Lucas están elaborados con temas de la
tradición davídica, contienen varios elementos históricamente poco
fiables, y muestran una clara intención de demostrar que Jesús era el
Mesías, que, según Miq 5,2, debía nacer en Belén.104 105
Son muchos los críticos actuales que consideran que la historia del
nacimiento de Jesús en Belén es una adición posterior de los autores de
estos evangelios y no se corresponde con la realidad histórica.100
Sin embargo, otros autores, la mayoría de ellos católicos, entienden
que no hay razones para dudar de la veracidad histórica de Mateo y Lucas
en lo referente a este punto.106
Aunque Nazaret es citada 12 veces en los evangelios,107 y las investigaciones arqueológicas indican que el pueblo fue continuamente ocupado desde el siglo VII antes de la era común,107 108 «Nazaret» no es mencionada por historiadores o geógrafos de los primeros siglos de la era común. Según John P. Meier,
Nazaret era «un lugar insignificante situado en los montes de la Baja
Galilea, un pueblo tan oscuro que nunca lo mencionan el Antiguo
Testamento, Josefo, Filón, ni la literatura temprana de los rabinos, ni los pseudepigrapha del Antiguo Testamento».108 Aunque Lucas 1:26 la llama «ciudad», en realidad sería una pobre aldea que debió toda su importancia posterior al hecho cristiano.109
El nombre de nazarenos dado a los cristianos palestinenses del siglo I
era sin dudas irónico y despectivo, y en tal sentido el nombre de Jesús
se acompañó con el título «de Nazaret», un lugar oscuro que en nada lo
favorecía, tal lo señalado por Raymond E. Brown.110
Con los datos con que se cuenta en el presente, no es posible
precisar el año del nacimiento de Jesús de Nazaret. Se considera un dato
bastante seguro que la muerte de Herodes I el Grande
tuvo lugar en 4 a. C. De allí que al datar el nacimiento de Jesús, la
gran mayoría de los especialistas se decantan por un rango entre los
años 7 y 4 a. C., ya que existe probabilidad a favor de que el nacimiento haya sucedido en los últimos años del reinado de Herodes el Grande.111 112 113 114 115 116 117 Algunos autores extienden el plazo probable del nacimiento a 8 a. C.,118 o 3-2 a. C.,119 aunque estas posiciones son hoy claramente minoritarias.120
Las fuentes cristianas no ofrecen una cronología absoluta de los
acontecimientos de la vida de Jesús, con una sola salvedad: Lc 3,1 fija
el comienzo de la actividad de Juan el Bautista en «el año quince del reinado de Tiberio», que posiblemente pueda interpretarse como equivalente a uno de estos años: 27, 28 o 29.
Un poco más adelante (Lc 3,23), indica que Jesús contaba
aproximadamente 30 años al comienzo de su predicación. Además de situar
—al igual que Mateo— el nacimiento de Jesús al final del reinado de
Herodes el Grande, el relato de Evangelio de Lucas 2, 1-2 menciona el «censo de Quirino» (cuyo nombre completo y preciso es Publio Sulpicio Quirinio, siendo «Quirino» o «Cirino» probables desviaciones de los copistas),121 lo que plantea un problema histórico que no se ha resuelto. En Antigüedades judías, 17.13; 18.1, el historiador Flavio Josefo
aludió a un censo bajo Cirino (Quirinio o Quirino) siendo Coponio
procurador de Judea. Si se cotejan los versículos de Lucas con todas las
crónicas históricas sobre el gobierno de Quirinio en Siria y los
empadronamientos que se hicieron bajo el mandato de César Augusto,
se llega al hecho de que se desconoce que se haya ordenado un censo que
«abarcara a todo el mundo conocido bajo Augusto», y que el censo de
Judea, que no incluía a Nazaret, y que se llevó a cabo bajo Quirinio,
habría ocurrido unos diez años después de la muerte de Herodes el
Grande,117 es decir, en el año 6-7 d. C.118 y por lo tanto, presumiblemente después del nacimiento de Jesús.121 Es probable que post factum,
es decir, tras la muerte de Jesús de Nazaret, su nacimiento se haya
asociado a recuerdos dispersos de acontecimientos que ocurrieron unos
años antes o después del nacimiento en sí. Sobre este punto, Antonio Piñero
señaló: «La inmensa mayoría de los investigadores cree que Lucas se
refiere «de oídas» al censo de Quirinio del 6 d. C, por tanto unos diez
años después del nacimiento de Jesús».113
Convencionalmente, se adoptó como la fecha de nacimiento de Jesús la calculada en el siglo VI por Dionisio el Exiguo, basada en cálculos erróneos y que hoy sirve de inicio de la llamada era cristiana;122 también convencionalmente, en el siglo IV comenzó a celebrarse su nacimiento el 25 de diciembre.123
Orígenes familiares
Sobre la familia de Jesús, todos los evangelios están de acuerdo en el nombre de su madre, María y de su padre, José,
si bien dos de los evangelios (Mateo y Lucas) contienen relatos,
diferentes entre sí, acerca de la concepción milagrosa de Jesús por obra
del Espíritu Santo. Según estos relatos, José no habría sido su padre
verdadero, sino solo su padre legal, por ser el esposo de María. La
mayoría de los investigadores124
creen que estos relatos son bastante tardíos: no se mencionan en los
evangelios de Marcos y de Juan, y existen indicios que permiten
sospechar que en tiempo de Jesús éste era conocido como «hijo de José».125
Los hermanos de Jesús son mencionados en varias ocasiones en los
evangelios y en otros libros del Nuevo Testamento (sobre este tema,
véase el artículo Hermanos de Jesús).126 En Mc 6:3 se mencionan los nombres de los cuatro hermanos varones de Jesús: Jacob (Santiago), José, Judas y Simeón o Simón, y se indica también la existencia de dos hermanas.127
Son numerosas las fuentes que indican la ascendencia davídica
de Jesús, a través de José (a pesar de que, como antes se ha dicho,
algunos evangelios afirman explícitamente que José no fue el padre
biológico de Jesús). Varios pasajes del Nuevo Testamento muestran que
era llamado «hijo de David»,128 y que la idea de su origen davídico estaba muy extendida en los primeros años del cristianismo129
aunque él nunca se refirió a sí mismo como tal. Los críticos no están
de acuerdo, sin embargo, en que esta ascendencia davídica sea un dato
cierto, dado que puede tratarse de una adición de los evangelistas para
demostrar la condición mesiánica de Jesús. Las genealogías de Jesús que
aparecen en Mateo y Lucas (Mt 1:1-16 y Lc 3:23-31) son diferentes entre sí, aunque ambas vinculan a José, padre legal de Jesús con la estirpe de David.130
Otros datos: religión, lengua, profesión
La actividad de Jesús se inscribió en el marco de la religiosidad
judía. De las fuentes se infiere que en general cumplió los preceptos de
la Ley mosaica (aunque en ocasiones discrepara de la interpretación que
de ella hacían algunos grupos religiosos), y que participó de creencias
comunes en el judaísmo del siglo I (como la existencia de demonios o la resurrección de los muertos).131
Los investigadores están de acuerdo en que la lengua materna de Jesús fue el arameo. Aunque los evangelios están escritos en griego,
contienen frecuentes expresiones en arameo, la mayor parte de ellas
atribuidas a Jesús. Además, el arameo era la lengua habitual de los
judíos de Galilea. Seguramente el arameo hablado en Galilea era una
variante dialectal reconocible, como lo atestigua el hecho de que Pedro
sea reconocido por su acento en Jerusalén (véase Mt 26, 73).
No puede aclararse si Jesús hablaba o no griego.132 En general se cree que conocía el hebreo, que en la época era solo una lengua religiosa y de cultura, y que sabía leer, ya que en una ocasión se le presenta leyendo el Libro de Isaías (escrito en hebreo) en una sinagoga.133
Parece ser que tanto Jesús como su padre, José, ejercieron la profesión de carpinteros.134
En cualquier caso, hay bastante consenso en cuanto a que procedía de un
medio campesino. En su predicación hizo también constantes referencias a
las labores agrícolas, y apenas parece interesado por el medio urbano
(no hay constancia de que en su predicación visitara nunca las
principales ciudades de Galilea, a pesar de que la importante ciudad de Séforis se hallaba a corta distancia de Nazaret).
Su actividad
No se conoce con certeza cuánto tiempo duró la vida pública de Jesús. Los evangelios sinópticos mencionan una sola fiesta de Pascua celebrada por él con sus discípulos en Jerusalén, durante la cual fue detenido y crucificado. Eso parece sugerir que su vida pública duró solamente un año. En el Evangelio de Juan, por el contrario,135
se mencionan tres fiestas de Pascua, las tres celebradas por Jesús en
Jerusalén, lo que hace suponer que el ministerio de Jesús se prolongó
durante dos o tres años. En todos los evangelios solo hay una indicación
precisa de fecha, la que se ofrece en Lucas (Lc 3:1-2), indicando que la actividad de Juan el Bautista se inició el año 15 del mandato de Tiberio, lo que puede coincidir, según diferentes cálculos, con los años 27, 28 o incluso 29 de nuestra era, aunque la mayoría de los autores se inclina por el año 28.136
La vida pública de Jesús se inicia, según todos los evangelios, con su bautismo por Juan el Bautista en el río Jordán. Es probable que Jesús iniciase su actividad como seguidor del Bautista.
Seguido de un grupo de fieles, de entre los cuales escogió a sus más allegados, los doce apóstoles o enviados, recorrió en su actividad toda Galilea (especialmente el área en torno a Cafarnaún) y las regiones aledañas de Fenicia, la Decápolis y el territorio de la tetrarquía de Herodes Filipo.
Según las fuentes cristianas, su predicación transmitía un mensaje de
esperanza especialmente dirigido a los marginados y pecadores (Lc 15).
Posiblemente llegó a congregar a grandes multitudes (se habla, por
ejemplo, de cinco mil personas en referencia a la multiplicación de los
panes y los peces).137 Se trasladó a Jerusalén para celebrar allí la Pascua con sus discípulos, y entró triunfalmente en la ciudad.
Relación con Juan el Bautista
En los cuatro evangelios canónicos, el comienzo de la vida pública de Jesús lo marca su bautismo por Juan en el Jordán. Juan el Bautista
es un personaje relativamente bien conocido gracias a la información
que de él proporciona Flavio Josefo, quien afirma que era «un hombre de
bien que incitaba a los judíos [...] a ser justos los unos con los otros
y píos hacia Dios, y a ir juntos al bautismo» (Antigüedades judías, 18, 116-119) y relata que Herodes Antipas lo ejecutó por miedo a que provocase una revuelta.138
El mensaje de Juan, tal y como es reflejado por las fuentes, parece
bastante semejante al de Jesús; según Mateo, en su predicación hacía
referencia al Reino de los Cielos139
e insistía en la necesidad de un pronto arrepentimiento. El hecho de
que Jesús se sometiese al rito bautismal sugiere que probablemente
formase inicialmente parte de la comunidad religiosa del Bautista.140
En los evangelios, Juan se considera a sí mismo un precursor,
declarando que no es digno de desatar la correa de las sandalias de
Jesús y que éste sustituirá su bautismo de agua por el bautismo «en el
Espíritu Santo».141
Por su parte, Jesús habla con gran respeto de Juan, afirmando que
«entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor», si bien
añade que «el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él».142 En el Evangelio de Juan se sugiere que entre los discípulos de Jesús y del Bautista llegó a haber cierta rivalidad,143 pero se deja claro que Juan aceptó siempre su subordinación a Jesús.
Debe tenerse en cuenta que los evangelios fueron escritos por
seguidores de Jesús, con la finalidad de conseguir nuevos conversos. Si,
como parece, Juan el Bautista fue un personaje relativamente conocido y
respetado en su tiempo (como parece demostrarlo el hecho de que Flavio
Josefo se refiera a él por extenso), es bastante explicable que los
evangelistas lo presenten admitiendo públicamente la superioridad de
Jesús.
Predicación
Del estudio de las fuentes (sobre todo los sinópticos) se infiere que Jesús predicó de forma itinerante en la zona norte de Palestina y, preferentemente, en las aldeas que bordeaban el lago de Genesaret.
Sus seguidores fueron principalmente de extracción campesina, y le
acompañaron también varias mujeres, lo cual resulta inusual en el
contexto de los movimientos religiosos del judaísmo. Escogió a doce apóstoles
o enviados, posiblemente en representación de las doce tribus de
Israel. Ni los nombres de los apóstoles ni los relatos de cómo se
unieron a Jesús coinciden en todos los evangelios, pero todos concuerdan
en la cifra de doce.
La crítica es prácticamente unánime en considerar que el núcleo de la predicación de Jesús era el anuncio del Reino de Dios.
Sin embargo, existen importantes discrepancias a la hora de interpretar
qué significa esta expresión en el contexto de la predicación de Jesús.
El «Reino de Dios» se anuncia como algo inminente; en este sentido, la
predicación de Jesús se inserta en el contexto de la literatura
apocalíptica del judaísmo, en la que existe la esperanza de una próxima
intervención de Dios en los asuntos humanos. Para entrar en el Reino de
Dios que Jesús profetiza es necesaria una transformación interior (metanoia)
que alcanza todos los ámbitos de la existencia humana; así, quien no se
hace como un niño no entrará en el Reino (Mt 18, 1-5) y el perdón es
condición para un culto eficaz (Mt, 5, 21-26).
Jesús describió el Reino de Dios utilizando parábolas (véase más arriba),
en muchas de las cuales aparece un contraste entre un inicio pequeño e
insignificante y un final espléndido (Mt 13,31-34), un padre generoso y
unos invitados al banquete ocupados y desagradecidos (Mt 22, 1-14), un
rey compasivo y un siervo sin piedad (Mt 18, 21-35), un viñador confiado
y unos arrendatarios infieles (Lc 20, 9-19), un sembrador despreocupado
y distintos tipos de tierra (Mc 4,1-9).
Hay bastante consenso entre los especialistas en cuanto a que la
predicación de Jesús iba dirigida en exclusiva al pueblo de Israel.
Según Mateo, así lo dijo: «No soy enviado sino a las ovejas perdidas de
la casa de Israel» (Mt 15:24).
Se admite, sin embargo, que algunos gentiles podrían participar de este
mensaje. Según los evangelios, sanó a algunos gentiles, como el criado
del centurión de Cafarnaún o la hija de la mujer sirofenicia, conmovido por la fe que demostraron.
No hay unanimidad entre los estudiosos con respecto a si Jesús se consideró a sí mismo como el Mesías
de Israel, como afirman los evangelios canónicos, o si su
identificación como tal pertenece a la teología de las primeras
comunidades cristianas. En los sinópticos, y especialmente en el
Evangelio de Marcos, Jesús admite implícitamente que es el Mesías, pero
pide en numerosas ocasiones a sus discípulos que no lo divulguen («secreto mesiánico»).
Se considera generalmente un dato histórico que Jesús se designó a sí mismo como «Hijo del Hombre», aunque no está claro si se trata de un título escatológico, como parece desprenderse de su empleo en el Libro de Daniel
y otros textos intertestamentarios, o si es un mero circunloquio
semítico para hacer referencia a la primera persona del singular.144
En líneas generales, la predicación de Jesús se mantuvo en el marco del judaísmo de su época.145
En algunos aspectos, sin embargo, entró en conflicto con la
interpretación que de la ley judía hacían otros grupos religiosos
(fundamentalmente saduceos y fariseos),
sobre todo en dos aspectos: la observancia del sábado y la pureza
ritual. Existen discrepancias sobre cómo interpretar estos conflictos:
como una controversia ética (prioridad del bien del hombre sobre la
letra del precepto, de lo interior sobre lo exterior), como una
controversia de autoridad (Jesús tiene un poder recibido de lo alto y lo
ejerce) o como una controversia escatológica (se inaugura un nuevo
tiempo).
En la predicación de Jesús, tienen una gran importancia sus
enseñanzas éticas. El centro de la ética de Jesús era el amor al
prójimo, al desvalido de quien no se puede recibir contraprestación (Lc
14,13) y, muy especialmente, el amor al enemigo (única manera de
distinguirse de los paganos que aman a los que les aman a ellos) (Mt
5,44-48, Lc 6,27-38). Para algunos autores, la ética que Jesús predicaba
tiene un carácter provisional, y se orienta sobre todo a la época de
preparación del Reino de Dios.146
Por ese motivo también, la ética de Jesús enfatiza la renuncia a los
bienes materiales. En todo caso, las fuentes coinciden en que no se
puede servir a Dios y a las riquezas (Mt 6,24).
Jesús y las mujeres
Son muchos los especialistas que han llamado la atención acerca de la
coincidencia en las fuentes sobre la especial consideración que Jesús
parece haber tenido hacia las mujeres de diversa condición, en especial
las marginadas, enfermas y pecadoras públicas. Algo, en cierta medida,
novedoso para un rabí de la época. Los ejemplos son múltiples: así la
encorvada a la que se acerca y cura en sábado llamándola hija de
Abraham, título exclusivamente masculino (Lc 13,11); la que sufría una
patología femenina extrema que la hacía impura y excluida y que alcanza a
tocarle sin que Jesús pueda evitar curarla (Mc 5,25-34); la extranjera
pagana, único personaje en los evangelios canónicos que le convence en
una discusión, apelando a su corazón con una parábola (Mt 15,28); la
viuda a la que Jesús se acerca por propia iniciativa, conmovido (Lc
7,13); la prostituta que le unge, con escándalo de los presentes, y a la
que le son perdonados los pecados porque «ha amado mucho» (Lc 7,
37-47); la viuda pobre a la que Jesús ensalza por su generosidad (Mc 12,
41-44); Marta y María, las amigas que le acogen en su casa (Lc 10,
38-42); etc.
Las fuentes sinópticas coinciden también en que entre los discípulos
itinerantes de Jesús se encontraban mujeres (María Magdalena, Juana,
Salomé...), algo no muy común en una sociedad patriarcal. E incluso
afirman que permanecieron al pie de la cruz cuando todos habían huido
(Mc 15,40-41). Resulta también paradójico que se reconozca como primeros
testigos de la resurrección a mujeres, cuyo testimonio apenas tenía
validez en aquel contexto social (Mc 16, 11).
Por otro lado, en sus diatribas contra los escribas y fariseos, Jesús
les reprocha que devoren los bienes de las viudas con pretextos
religiosos (Lc 20, 18), y a los príncipes de los sacerdotes y a los
ancianos del pueblo les llega a asegurar que las prostitutas les
precederán en el Reino de Dios (Mt 21, 31).
Por su parte, en el Evangelio de Juan, destacan algunos personajes
femeninos: la enemiga étnica de vida licenciosa que es interlocutora del
discurso del «agua viva» y de la «adoración en espíritu y en verdad»,
que acaba evangelizando a sus convecinos samaritanos; Marta de Betania,
protagonista de un diálogo fundamental sobre la «resurrección y la
vida»; y la mujer adúltera a la que Jesús salva de morir lapidada
conforme a la Ley de Moisés. Incluso la crítica histórica y exegética
más exigente reconoce que, más allá del carácter kerigmático
de estos relatos, se esconde un trasfondo histórico en donde el
predicador judío, Jesús de Nazaret, otorgó una consideración llamativa a
las mujeres de su tiempo.
Milagros
Tanto las fuentes sinópticas como el Evangelio de Juan presentan a
Jesús como hacedor de milagros. También destaca esta faceta de su
actividad el Testimonio Flaviano, donde se indica que «llevó a cabo hechos sorprendentes» (Antigüedades judías, XVIII, 63), aunque no puede asegurarse que no se trate de una interpolación cristiana posterior.
En líneas generales, la investigación actual no concede credibilidad
histórica a los hechos maravillosos de Jesús que tienen que ver con
alteraciones de las leyes de la Naturaleza, que se consideran proyección
de la fe de los primeros cristianos147
y, como tales, requieren una interpretación simbólica, no literal. En
gran medida los relatos de milagros pueden tener un origen helenístico: Rudolf Bultmann
encontró paralelismos entre los relatos de los milagros de Jesús y
otros similares de la tradición helenística, lo que le llevó a concluir
que «parece probable que los relatos taumatúrgicos tienen generalmente
un origen helenístico».148
No obstante, se acepta en general que Jesús fue considerado por sus
contemporáneos como capaz de curar ciertas enfermedades y de exorcizar
demonios, lo que puede interpretarse a la luz de las creencias populares
en la Palestina del siglo I. Los sinópticos, y especialmente el
Evangelio de Marcos, ofrecen numerosos testimonios de este tipo de
actividad, y no parece probable que se trate de adiciones posteriores.
Estos testimonios coinciden además con los de las fuentes talmúdicas, donde se relata que Jesús fue ejecutado como hechicero. Algunos investigadores, como el estadounidense Morton Smith,149
han llegado a considerar este tipo de prácticas como las más
importantes en el magisterio de Jesús, hasta el punto de identificarlo
como un mago helenístico, similar a otros, aproximadamente contemporáneos, como Apolonio de Tiana.
Muerte
La mayoría de las fuentes150 que hacen referencia a la muerte de Jesús concuerdan en que murió crucificado por orden del entonces prefecto romano en Judea, Poncio Pilato.
Que la orden de la ejecución de Jesús partió de la autoridad romana
lo confirma lo que se sabe acerca de los procedimientos jurídicos en las
provincias del Imperio romano. Las sentencias capitales eran
competencia exclusiva del funcionario romano, que tenía el llamado ius gladii (‘derecho de espada’).151 Solo los romanos, además, utilizaban la crucifixión como método de ejecución.
Existen, sin embargo, discrepancias entre los investigadores a la
hora de determinar algunas circunstancias de la ejecución. En primer
lugar, en cuanto al delito del que fue acusado Jesús y por el cual fue
condenado a la pena capital. En segundo lugar, en cuanto al grado de
implicación de las autoridades judías de Jerusalén en el juicio y
sentencia de Jesús.
Cronología
Ninguna de las fuentes ofrece una fecha exacta para la muerte de
Jesús. Sin embargo, tanto las fuentes sinópticas como el Evangelio de
Juan coinciden en que Jesús murió un viernes. Según los sinópticos, este viernes coincidió con el primer día de la fiesta de Pésaj (Pascua judía), que se celebraba el día 15 del mes hebreo de Nisán.
El Evangelio de Juan, en cambio, indica que la muerte de Jesús ocurrió
el día anterior a dicha fiesta (es decir, el 14 de Nisán), la tarde en
la que en el Templo de Jerusalén
se sacrificaban los corderos pascuales. Se ha indicado que la
información dada por Juan puede estar motivada por su intención de
identificar a Jesús como el verdadero Cordero de Dios, ya que su muerte, en el relato joánico, tiene lugar a la misma hora en que en el templo se sacrificaban los corderos para la fiesta de Pascua.152
Todas las fuentes están de acuerdo en que la ejecución de Jesús tuvo lugar durante el mandato de Poncio Pilato (26-36). Si se acepta como cierta la información que aportan los sinópticos, la muerte de Jesús pudo haber ocurrido en el 27 ó el 34,
ya que en estos dos años el 15 de Nisán cayó en viernes. Si se cree, en
cambio, que la información más fidedigna es la aportada por el
Evangelio de Juan, las fechas posibles son el 30 y el 33, años en los que el 14 de Nisán fue viernes.
Algunos autores han intentado armonizar los datos aportados por los sinópticos y por Juan, apelando al uso de dos calendarios diferentes (un calendario lunar oficial y otro solar, utilizado por los esenios). No hay indicios, sin embargo, de que Jesús siguiese otro calendario diferente del que regía las festividades oficiales.153
Aunque la tradición cristiana considera generalmente que, en el
momento de su muerte, Jesús tenía 33 años, es perfectamente posible que
tuviera una edad superior, dado que, como se ha expresado, posiblemente
nació antes del 4 a. C. (año de la muerte de Herodes el Grande).154 El número 33 con el tiempo ha acabado adquiriendo un sentido simbólico y ha sido empleado por organizaciones como la masonería, que divide su escalafón en 33 grados (siendo el 33 el grado superior).
Teorías minoritarias
Teorías acerca del carácter histórico de Jesús
- Una teoría considera que Jesús fue principalmente un revolucionario mesiánico, que pretendía redimir a Israel e instalar un régimen teocrático (el Reino de Dios). Esta teoría relaciona a Jesús con el movimiento de los zelotes, y se basa principalmente en el dato, corroborado por fuentes no cristianas (Tácito, Flavio Josefo), de su ejecución en la cruz, suplicio reservado a los condenados por sedición. Según estos autores, aquello que en las fuentes contradice esta teoría sería el resultado de una reelaboración de la historia de Jesús por parte de sus seguidores, realizada tras su muerte. El principal defensor de esta teoría fue S. F. G. Brandon: Jesus and the zealots: a study of the political factor in primitive christianity (1967).
- Otras teorías relacionan a Jesús con la secta de los esenios.
- Algunos autores, como Burton Mack o John Dominic Crossan,155 piensan que Jesús fue principalmente un maestro ético, cuyas enseñanzas tienen grandes afinidades con la filosofía cínica.
- Morton Smith, en su libro Jesus the magician, identifica a Jesús como un mago.
- Varios eruditos, notablemente Hyam Maccoby, creen que Barrabás es la versión griega del arameo Bar Abba (‘hijo de padre’), supuestamente el sobrenombre del mismo Jesús. Según ello, al pedir a Pilato la liberación de Barrabás, el pueblo pedía la liberación de Jesús.
Teoría de Jesús como personaje mítico
Algunos autores niegan de forma absoluta la validez histórica de las
fuentes cristianas, y sostienen que la figura de Jesús es el resultado
de una falsificación consciente por parte de los primeros cristianos.156 Según esta teoría, Jesús no fue un personaje histórico, sino una entidad mítica, producto del sincretismo
entre las religiosidades helenística y judía. En la actualidad, los
principales defensores de esta teoría en medios académicos son George Albert Wells, Earl Doherty, Alvar Ellegård, Timothy Freke y Peter Gandy.
Los principales argumentos que apoyan esta postura son:
- En la literatura cristiana del siglo I, excluidos los evangelios, apenas hay referencias a la actividad de Jesús. Ninguno de estos textos registra sus enseñanzas, sus milagros ni el proceso que llevó a su ejecución. Earl Doherty llama a esto, de forma irónica, «una conspiración de silencio».157
- El hecho de que gran parte de los acontecimientos de la vida de Jesús narrados en los evangelios tengan claros paralelos en la Biblia judía, lo que ha llevado a pensar que los relatos evangélicos fueron modelados a semejanza de los del Antiguo Testamento.158
Crítica
La mayoría de los estudiosos consideran esta teoría bastante inverosímil.159 160
Según Antonio Piñero, desde la década de 1920 «no se considera
científico negar la existencia histórica de Jesús debido a la cantidad
de pruebas directas o indirectas de su existencia».161 Como argumentos que hacen más verosímil la existencia histórica de Jesús, Piñero cita:
- la mención de Jesús en las obras de dos autores no cristianos considerados fiables (Tácito y Flavio Josefo);
- el conjunto de textos cristianos transmitidos acerca de su figura, ya que «aunque los escritos cristianos se manifiesten como obras de seguidores de Jesús, negar la existencia histórica del personaje central de ellas presenta muchas más dificultades que admitirla»;162
- las alusiones en dichos textos a figuras históricas cuya existencia puede comprobarse con documentos no cristianos;
- las reinterpretaciones y remodelaciones de la figura de Jesús realizadas por los autores de las fuentes cristianas, que no hubieran sido precisas si el personaje fuera una invención; y
- el desarrollo del cristianismo, difícil de explicar sin la figura de Jesús.163
Repercusiones históricas de Jesús de Nazaret
Es abismal la diferencia entre la mínima repercusión histórica que la
predicación de Jesús alcanzó durante su vida y su influencia posterior
en la historia universal. El movimiento religioso iniciado por Jesús,
escindido del judaísmo, terminó convirtiéndose en una nueva religión, el
cristianismo,
que fue ganando adeptos por todo el ámbito del Mediterráneo durante los
primeros siglos de nuestra era. A pesar de ser duramente criticada, e
incluso perseguida, durante el siglo IV la religión cristiana llegó a
ser la religión principal (oficialmente la única a partir del Edicto de Tesalónica) del Imperio romano.
La Iglesia cristiana alcanzó un enorme poder, y mantuvo su estructura
fuertemente jerarquizada después de las invasiones bárbaras que marcaron
el final del Imperio romano de Occidente. En Oriente, continuó siendo
la religión oficial del Imperio bizantino
hasta el final de este estado, a mediados del siglo XV, si bien en gran
parte de los antiguos territorios orientales del Imperio romano se vio
desplazada, a partir del siglo VII, por el avance del islam.
El cristianismo se incorporó a la herencia cultural de Europa, hasta el punto de ser considerado en la actualidad como uno de sus principales rasgos de identidad.164 165
Con la expansión de la cultura europea que comenzó en el siglo XV, esta
religión se difundió por otros muchos lugares del mundo, especialmente
por América,
donde es hoy también la religión más importante. En la actualidad, la
religión cristiana, en sus diferentes denominaciones, es la que cuenta
con mayor número de seguidores en todo el mundo.
La historia de la Iglesia cristiana, tanto en Oriente como en
Occidente, ha sido en gran medida la de la lucha entre diferentes
concepciones del cristianismo, que desembocaron en varios cismas, con la
consiguiente aparición de nuevas iglesias, por lo que en la actualidad
no existe una sola, sino muy variadas confesiones cristianas. Todas
estas variantes del cristianismo comparten, sin embargo, una visión de
Jesús de Nazaret relativamente unitaria en lo esencial (véase más abajo
la sección Jesús en el cristianismo).
El cristianismo, y especialmente la figura de Jesús de Nazaret, ha
ejercido hasta la actualidad una enorme influencia en todos los aspectos
de la cultura de Europa y de América (sobre algunos aspectos de la
influencia de Jesús en la cultura, véanse las secciones Jesús en el arte, Jesús en la literatura, Jesús en el cine).
Jesús en el cristianismo
La figura de Jesús de Nazaret es el centro de todas las religiones
denominadas cristianas, aunque existen diferentes interpretaciones
acerca de su persona.166 En general, para los cristianos ortodoxos, Jesús de Nazaret es el protagonista de un acto único167
e intransferible, por el cual el hombre adquiere la posibilidad de
elevarse por encima de su naturaleza caída y alcanzar la salvación.168
Dicho acto se consuma con la resurrección de Jesús de Nazaret. La
resurrección es, por tanto, el hecho central del cristianismo y
constituye su esperanza soteriológica.
Como acto, es privativo de la divinidad e inasequible al hombre. De
forma más precisa, la encarnación, la muerte y la resurrección compensan
en tres actos sucesivos los tres obstáculos que separaban, según la
doctrina cristiana, a Dios del hombre: la naturaleza,169 el pecado170 y la muerte.171 Por la encarnación del Verbo, la naturaleza divina se hace humana.172 Por la muerte de Cristo, se supera el pecado y por su resurrección, la muerte.173
Históricamente, el núcleo de la doctrina cristiana quedó fijado en el Concilio de Nicea, con la formulación del símbolo niceno.
Este concilio es reconocido por las principales denominaciones
cristianas: católicos, ortodoxos y las diferentes iglesias protestantes.
El texto del credo niceno en lo referente a Jesús es el siguiente:
Y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios; engendrado como el Unigénito del Padre, es decir, de la substancia del Padre, Dios de Dios; luz de luz; Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no hecho; consubstancial al Padre; mediante el cual todas las cosas fueron hechas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra; quien para nosotros los humanos y para nuestra salvación descendió y se hizo carne, se hizo humano, y sufrió, y resucitó al tercer día, y vendrá a juzgar a los vivos y los muertos.
Existen, sin embargo, iglesias no trinitarias que no reconocieron la
existencia de una Trinidad de personas en Dios (por ejemplo, el
arrianismo, y posteriormente el unitarismo).
Jesús de Nazaret es también considerado la encarnación del Hijo,
segunda persona o hipóstasis de la trinidad cristiana. Es Hijo por
naturaleza y no por adopción,
lo que quiere decir que su divinidad y su humanidad son inseparables.
La relación entre la naturaleza divina y humana quedó fijada en el Concilio de Calcedonia en estos términos:
Siguiendo con unanimidad a los Santos Padres, nosotros enseñamos que se ha de confesar un solo y mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, perfecto en su divinidad y perfecto en su humanidad, verdadero Dios y verdadero hombre con alma racional y cuerpo; consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad; en todo semejante a nosotros menos en el pecado, nacido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad, y en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, nacido de María, la Virgen (madre) de Dios, según la humanidad: uno y el mismo Cristo Señor Hijo Unigénito en dos naturalezas bien distintas, inmutables, indivisibles, inseparables; la diferencia de naturalezas en ningún modo es suprimida por la unión, más bien se conservan las propiedades de cada naturaleza y concuerdan en una persona y en un sujeto. No (está) dividido ni partido en dos personas, sino que uno y el mismo es Hijo único, Dios, Verbo, Jesús Señor, como desde el principio los profetas y el mismo Jesucristo nos enseñó y transmitió el símbolo de los padres. Tras haber sido reguladas totalmente por nosotros estas cosas, con toda exactitud y armonía, este Santo Sínodo ecuménico definió que a nadie se permita proferir otra fe ni escribirla, ni adaptarla, ni pensarla o enseñarla a otros.174
Denominaciones cristianas con discrepancias conciliares
Existen algunas religiones cristianas minoritarias que no comparten
las definiciones dogmáticas del Concilio de Nicea, del Concilio de Éfeso
y del Concilio de Calcedonia.
- Nestorianismo: variante doctrinal inspirada en el pensamiento de Nestorio que cuenta con iglesias activas actualmente como la Iglesia Asiria de Oriente. El centro de su doctrina es el rechazo a considerar que el Dios Hijo pudo ser niño alguna vez. En consecuencia, separan la persona humana y la persona divina de Jesús. Fue rechazada por el Concilio de Éfeso.
- Monofisismo: es la variante doctrinal que unifica en una las dos naturalezas de Jesús de Nazaret. Fue promovida por Eutiques y rechazada en el Concilio de Calcedonia. Las Antiguas iglesias orientales son denominaciones monofisitas, así como también las iglesias coptas.
Jesús en los nuevos movimientos religiosos de origen cristiano
Varios movimientos religiosos de filiación cristiana, surgidos a
partir de la segunda mitad del siglo XIX, se apartan de las creencias
tradicionales de las religiones cristianas mayoritarias en lo referente a
la doctrina de la Trinidad, la naturaleza de Cristo y su misión. Por
ello se dicute por parte de los grupos tradicionales si estos
movimientos pueden considerarse propiamente cristianos.
Los mormones (La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días) creen que Jesucristo ofrece la salvación en dos aspectos diferentes, de la muerte física y de la muerte espiritual.175
La iglesia mormona, fundada en Estados Unidos, también mantiene la
creencia de que, después de su resurrección, Jesucristo visitó América y
continuó allí su enseñanza.176
Los testigos de Jehová
consideran a Jesús como el único ser creado por Dios directamente y que
actualmente no es un hombre ni el Dios todopoderoso, sino «una poderosa
criatura espiritual» entronizado como rey.177 También creen que Jesús no es parte de una trinidad,178 y que no resucitó por sí mismo, sino que Dios lo resucitó.179 Los Testigos de Jehová afirman que Jesús no murió en una cruz sino en un madero180 y por ende no usan la cruz ni ningún otro símbolo.181 Otro punto que caracteriza sus creencias es que Jesucristo se convirtió en Rey en el cielo en el año 1914 y el Arcángel Miguel es Jesucristo en su posición celestial.182
Para la Ciencia Cristiana
(Iglesia Científica de Cristo) de Mary Baker Eddy, Jesús el Cristo
tiene una dualidad: uno es Jesús como hombre humano y la otra es Cristo
como la idea divina. Jesús representó Cristo, es decir la verdadera idea
de Dios.183 Este «Cristo-espíritu» gobernó al Jesús físico.184
Con la ascensión desapareció Jesús pero la identidad espiritual o
Cristo «continúa existiendo en el orden eterno de la Ciencia Divina,
redimiendo los pecados del mundo185 Jesús no es Dios sino el Hijo de Dios y uno con Dios en «calidad y no en cantidad».186 Dios no es un salvador corpóreo sino un Principio salvador.187 La salvación no se logra mediante el perdón sino una reforma y recurso de Espíritu.188
Los adventistas del Séptimo Día hacen hincapié, como la mayoría de los grupos adventistas, en una escatología de signo milenarista que considera inminente la Parusía (segunda venida de Cristo), la cual se realizará de modo visible y tangible.189
Otros movimientos se apartan bastante más de las creencias cristianas, ya que niegan de plano su misión salvadora.190
Jesús en otras religiones
Jesús según el judaísmo
El judaísmo,
religión en cuyo marco se desarrolló la predicación de Jesús, rechaza
la creencia de que Jesús es Dios, ya que resulta incompatible con su
estricto monoteísmo. Igualmente rechaza su identificación con el Mesías o como profeta.
En líneas generales, puede decirse que el judaísmo prestó escasa
atención a Jesús de Nazaret. Sin embargo, un personaje llamado Yeshu
(alt: Jeshu, Yeishu, en hebreo: יש"ו) es mencionado en antiguos textos rabínicos, entre ellos el Talmud de Babilonia, redactado en fecha anterior al año 600, y la literatura midrásica, de entre 200 y 700. El nombre es similar, aunque no idéntico, a Yeshúa,
que es considerado por muchos autores el nombre original de Jesús en
arameo. Además, en varios manuscritos del Talmud de Babilonia aparece
con el sobrenombre Ha-Notztri, que puede significar ‘el Nazareno’. Por
este motivo, y por ciertas coincidencias entre la historia de Jesús
conocida por los evangelios cristianos y la del Yeshu citado en el
Talmud, algunos autores han identificado a ambos personajes. Existen,
sin embargo, discrepancias sobre este punto.
En los textos rabínicos, Yeshu es caracterizado desde un punto de
vista muy negativo: aparece como un embaucador que empuja a los judíos a
apostatar de su religión.
Jesús en las religiones gnósticas
El gnosticismo es un conjunto de religiones heterogéneas que
florecieron cuando las religiones locales de Asia entraron en contacto
con el helenismo. A pesar de su diversidad de contenidos, comparten
algunos rasgos, a veces de estilo y, a veces, de contenido. Por ejemplo,
era muy común en ellas atribuir al mundo un origen maligno o
defectuoso. Para algunas religiones gnósticas, el mundo había sido
creado por malignos demiurgos
que tenían al hombre encerrado en la existencia terrenal e ignorante de
su condición de prisionero. Para otras, el mundo era el fruto de un
fracaso o tragedia creativos. Los que conocían (gnosis) esta verdad
podían intentar escapar. En contacto con el cristianismo, aparecieron
nuevas variantes gnósticas. Las más destacadas fueron:
- Marción de Sínope (siglo II): es el único gnóstico que reconoció a Jesús de Nazaret como único y verdadero Hijo de Dios. Sin embargo, el Dios que propugna Marción no es el Dios del Antiguo Testamento y, por lo tanto, su acto, más que redentor, es liberador. Es decir, el Dios del Antiguo Testamento crea al hombre y el Dios del Nuevo Testamento lo libera o manumite pagando para ello el precio de su sangre.
- Valentín (siglo II): fue el fundador de otra escuela gnóstica. Para él, Jesús de Nazaret fue una divinidad creada para redimir a la propia divinidad de un defecto o desorden interno sufrido durante el proceso de la creación.
- Simón Mago (siglo I): fue un predicador gnóstico que se autoproclamó encarnación del Padre. Para él, Jesús de Nazaret había sido una encarnación previa del Hijo.
- Basílides de Alejandría (siglo II): fue el fundador de otra secta gnóstica. Consideraba que la muerte de Jesús era incompatible con su naturaleza divina y, por lo tanto, había sido una muerte ilusoria.
- Mani (siglo III): fundador del maniqueísmo. Dentro de su sistema, Jesús de Nazaret, Zoroastro y Buda habían sido tres predecesores cuya enseñanza él completaba y culminaba.
Jesús según el islam
Jesús, llamado en lengua árabe `Īsā o `Īsā ibn Maryam (‘Jesús, hijo de María’), es uno de los principales profetas del islam. Según el Corán,
fue uno de los profetas más queridos por Dios y, a diferencia de lo que
ocurre en el cristianismo, para los musulmanes no tiene carácter
divino. Existen notables diferencias entre el relato de los Evangelios y
la narración coránica de la historia de Jesús.
La virginidad de María es plenamente reconocida (Corán, 3,41; 5,19; 19,22 y ss). Jesús es quien anunció la llegada de Mahoma
como último profeta (Corán, 3,75; 61,6), aunque siguen su vida y
prédica a través de los textos de los evangelios apócrifos. La muerte de
Jesús es tratada de forma compleja, al no reconocer explícitamente su
sacrificio, sino que antes de la muerte es sustituido por otro ser -del
que nada se dice-, mientras Jesús asciende con Dios y burla a los judíos
(Corán, 3,48; 4,156). La muerte ignominiosa de Jesús no se contempla,
aunque sí se afirma su regreso el día del Juicio Final
(Corán, 4,157; 43,61) y el descubrimiento, en ese día, de que la obra
de Jesús fue verdadera (en el sentido de enviado por Dios). El Corán
rechaza la Trinidad (según el concepto del tawhid), teniéndola por falsa, y considera a Jesús por «Verbo de Dios», pero no hijo de él.191
Jesús en el budismo
La visión de Jesús para los budistas es diferente. Algunos budistas, entre ellos el Dalái Lama (1935−),192 consideran que Jesús fue un bodhisattva que dedicó su vida al bienestar de los seres humanos. El maestro zen del siglo XIV Gasan Jōseki señaló que las palabras de Jesús en los evangelios procedían de alguien que no estaba lejos del estado de buda.193
Jesús en la ficción y en el arte
Jesús en el arte
En un primer momento, el arte cristiano evitó representar a Jesús en
forma humana, prefiriendo evocar su figura mediante símbolos, tales como
el monograma formado por las letras griegas Χ y Ρ, iniciales del nombre griego Χριστός (Cristo), en unión a veces de Α y Ω, primera y última letras, respectivamente, del alfabeto griego, para indicar que Cristo es el principio y el fin; el símbolo del pez (ΙΧΘΥΣ, ikhthýs en griego, acróstico de Ἰησοῦς Χριστός, Θεοῦ Υἱός, Σωτήρ (Iesoûs Khristós, Theoû Huiós, Sōtḗr: ‘Jesús Cristo, hijo de Dios, Salvador’); el Cordero de Dios; o incluso mediante símbolos antropomórficos, como el del Buen Pastor.
Más tarde aparecieron representaciones de Cristo, primero presentado como un joven imberbe. A partir del siglo IV fue representado casi exclusivamente con barba. En el arte bizantino se hicieron habituales una serie de representaciones de Jesús, algunas de las cuales, como la imagen del Pantocrátor, tuvieron un amplio desarrollo en el arte europeo medieval.
Véase también: Representación de Jesús de Nazaret
Jesús en la literatura
Desde finales del siglo XIX, son numerosos los autores literarios que
han dado su interpretación personal de la figura de Jesús. Entre las
obras más destacadas que han tratado el tema pueden citarse:
- Fiodor Dostoievski: Los hermanos Karamázov (1880).
- Mijaíl Bulgákov: El maestro y Margarita (escrito entre 1928 y 1940, publicado en 1967).
- Robert Graves: Rey Jesús (1947).
- Nikos Kazantzakis: Cristo crucificado (1948) y La última tentación de Cristo (1951), en la que se basaría Martin Scorsese para su película homónima.
- Fulton Oursler: La historia más grande jamás contada (1949). En la que se basó la película de George Stevens.
- Anthony Burgess: El hombre de Nazareth (1979), sirvió de base para la Serie Jesús de Nazaret de Franco Zeffirelli
- José Saramago: El Evangelio según Jesucristo (1991).
- Gore Vidal: En directo desde el Gólgota (1992); también parcialmente basado en la historia de Jesús de Nazaret, Mesías (1955).
- Norman Mailer: El Evangelio según el Hijo (1997).
- Fernando Sánchez Dragó: Carta de Jesús al Papa (2001).
- Álvaro Bermejo: El Evangelio del Tíbet (2008).
La figura de Jesús ha sido también el tema de algunas obras de
literatura de consumo, a veces en géneros como la ciencia ficción o la
novela de misterio:
- Mirza Ghulam Ahmad: Jesús en la India (1899).
- Andreas Faber-Kaiser: Jesús vivió y murió en Cachemira.
- Juan José Benítez: Caballo de Troya (1984-2006; saga de varios volúmenes).
- Fida Hassnain: La historia de Jesús (1995).
Jesús en el cine
La vida de Jesús según los relatos del Nuevo Testamento, y
generalmente desde una perspectiva cristiana, ha sido un tema frecuente
en el cine desde su misma aparición. De hecho, Jesús de Nazaret es uno
de los personajes más interpretados. Ya en 1898 su vida fue llevada a la
pantalla por Georges Hatot y Louis Lumière en un filme titulado La vie et la passion de Jésus-Christ.194 En el cine mudo destaca la superproducción Rey de reyes (1927), de Cecil B. DeMille.
El tema fue abordado después en repetidas ocasiones, desde las superproducciones de Hollywood, como Rey de reyes (Nicholas Ray, 1961) y La historia más grande jamás contada (George Stevens, 1965) o la europea Jesús de Nazaret (Franco Zeffirelli, 1977) hasta visiones más austeras como la de Pier Paolo Pasolini (El Evangelio según San Mateo, 1964). También dieron su personal interpretación de la figura de Jesús autores como Griffith (Intolerancia, 1916), Wiene (INRI, 1923), Morayta (El mártir del Calvario, 1952), Dreyer (Ordet, 1954), Dassin (El que debe morir, 1957), Buñuel (Nazarín, 1958, y La Vía Láctea, 1969), Wajda (Pilatus und andere, 1971), Rossellini (El Mesías, 1975), Arcand (Jesús de Montreal, 1989) o Cuerda (Así en el cielo como en la tierra, 1995).
Algunas de las películas más recientes sobre la vida de Jesús no han estado exentas de polémica. Es el caso de Je vous salue, Marie (1985) de Jean-Luc Godard o La última tentación de Cristo (1988), de Martin Scorsese, basada en la novela homónima de Nikos Kazantzakis y muy criticada en general por su interpretación de Jesús, apartada del punto de vista cristiano tradicional. El filme de Mel Gibson La Pasión de Cristo
(2004) suscitó en cambio la aprobación de amplios sectores del
cristianismo, pero fue tachado de antisemita por algunos miembros de la
comunidad judía.
El personaje de Jesús ha sido tratado en el cine desde muy variados ángulos.195 No faltan, por ejemplo, aproximaciones paródicas a la figura del iniciador del cristianismo como La vida de Brian (Terry Jones, 1979), musicales como Jesucristo Superstar (Norman Jewison, 1973) o Godspell (David Greene, 1973) y filmes de animación como The Miracle Maker (Derek W. Hayes y Stanislav Sokolov, 2000).
Jesús en el teatro musical
La vida de Jesús también ha sido convertida en musical y llevada a los escenarios en lugares como Broadway. Entre las aproximaciones líricas a la vida y obra de Jesús destacan Jesucristo Superstar, ópera rock con música de Andrew Lloyd Webber y libreto de Tim Rice, representada por primera vez en 1970. Mucho más alternativa es la obra Godspell, con música de Stephen Schartz y libreto de John-Michael Tebelak, representada por primera vez en 1971.