por Bienvenido Heredia/Tomado de El Biran NY
El título de este artículo
parece una contradicción en su estructura gramatical, mas no lo es, pues
el mismo se refiere a varios hechos ocurridos en Barahona que tienen un
halo de misterio y, a su vez, unas interrogantes necesarias para saber a
qué atenernos en el futuro.
Me refiero a los siguientes
casos: el cadáver de un hombre no identificado que fue encontrado
flotando en un hotel de esta ciudad; otro cadáver putrefacto de un
hombre no identificado encontrado próximo a la playa El Cayo de esta
ciudad; la desaparición de Alfonso Santana (Chulo), quien laboraba como
mayordomo en la Procuraduría de la Corte de Apelación de Barahona; la
desaparición de Pedro Ciprián y José Antonio Sánchez en la zona de Polo,
quienes se trasladaron desde Azua a comprar metales en la provincia de
Barahona; y la desaparición de 11 personas que salieron desde el río
Yaque del Sur con destino a Puerto Rico.
Las “apariciones” ocurrieron, la
primera en febrero del 2012, hace ya dos años y medio, y la segunda en
diciembre del mismo año, hace casi dos años.
Las desapariciones sucedieron en
tiempos diferentes, pues los 11 barahoneros que se embarcaron en una
yola con la idea de llegar a Puerto Rico desaparecieron en el 2005, hace
unos 9 años; mientras que el señor Santana desapareció en agosto del
2012 y los metaleros en junio del 2013.
Inquieta que a estas alturas
nadie, absolutamente nadie, se haya preocupado por identificar los
cadáveres de dos personas que aparecieron boyando, una en una piscina de
un hotel de la Avenida Enriquillo y, la otra en aguas del mar caribe,
en una de nuestras playas citadinas.
¿Cómo llegaron los cadáveres
hasta esos lugares sin que nadie sepa dónde ni cómo murieron? ¿Acaso
esos dos hombres no tenían familiares cercanos? o ¿Eran tan malvados
esos dos finados que no les interesó a sus familiares ni siquiera que se
conociera su identidad? ¿No están nuestras autoridades obligadas a
esclarecer esa nebulosa policial?
Lo mismo con las desapariciones.
¿Por qué notamos que de repente a nadie le interesó la suerte de 11
ciudadanos, barahoneros, desaparecidos en el Mar Caribe hace ya 9 años?
¿Por qué notamos una frialdad e inercia pasmosas de nuestras autoridades
en el caso de la desaparición de Chulo Santana y los dos jóvenes
metaleros de Azua? El próximo mes de agosto Santana cumplirá 2 años de
haber salido de su casa rumbo a su trabajo, sin que nadie sepa adonde
fue a parar, y los metaleros azuanos ya llevan un año y un mes que
salieron a comprar metales.
No pretendo ni siquiera sugerir
que nuestros investigadores sean tan eficientes como los investigadores
de países avanzados, donde hay detectives especializados y técnicamente
capacitados para profundizar las investigaciones en esos y otro tipo de
casos, con características indudablemente criminales, labor que se
desarrolla sin descartar ningún tipo de acción, esfuerzo ni tiempo,
hasta dar con su objetivo, incluyendo dar con los autores materiales e
intelectuales del posible crimen.
Lo que sí sugiero es que
nuestras autoridades pongan un poco de empeño y hagan el esfuerzo de
eficientizar su trabajo, para que estos hechos no queden impunes,
trayendo un poco de tranquilidad y paz a los familiares dolientes y a la
sociedad misma.
Satisface saber, sin embargo,
que el nuevo Procurador de la Corte de Apelación de Barahona, Dr.
Bolívar D´Oleo Montero reabrió el caso del señor Alfonso Santana y ha
hecho varias entrevistas a algunos de sus familiares.
Si la desaparición de 14
personas, en diferentes tiempos y circunstancias, así como la aparición
de dos cadáveres en sitios públicos, no les mueven ni los pelos a las
autoridades responsables de esclarecer esos hechos, la sociedad
entonces, se sentirá definitivamente desprotegida.