La ‘top’ australiana Laura Wells
luce una 44. Foto: Juan Aldabaldetrecu
LOLA FERNÁNDEZ
El hartazgo general de las
‘mujeres reales’ se hizo escuchar cuando, a finales del año pasado,
Mango lanzó su colección ‘Violeta’ para tallas grandes. El indudable
esfuerzo de la marca se vino abajo cuando sus potenciales compradoras
advirtieron que la publicidad consideraba como tal las prendas a partir
de la 40. ¿Acaso Mango llamaba grande a más de la mitad de la población
femenina del país? Es un terreno sensible: ni queremos que nos llamen
gordas, ni a las marcas les gusta asociarse con el sobrepeso. En todo
caso, ¿es necesario discriminar en razón del volumen? Parece lejano el
momento en que ceda la diferenciación entre unas mujeres, especiales, y
otras, normales, aunque la creciente facturación del sector de tallas
grandes y la evolución de la población hacia un peso mayor podría
acelerar el proceso.
La locomotora de todo este
cambio en el textil y en su imaginario fashionista es Estados Unidos,
donde más de cien millones de mujeres (la mitad de la población) compra
más allá de la 42-44: en 2003, el mercado americano de tallas grandes
facturó un total de 21.100 millones de euros, un 7,2% más que el año
anterior. El negocio es suculento y está en plena expansión: el volumen
registrado en todo el mundo por este tipo de ropa se elevó un 4,7% en el
último año, según un informe elaborado por la consultora The NPD Group.
Superó fuertemente al crecimiento del segmento de prendas de vestir en
general y de moda femenina, que elevaron su negocio un 0,9% y un 1%,
respectivamente.
En España, algunas firmas llevan
años atendiendo este mercado (Elena Miró, Marina Rinaldi, Adolfo
Domínguez, C&A, Superlínea, Persona…), formado por más de cinco
millones de mujeres, según The Brandery de la Moda en España 2012, donde
se asegura asimismo que el negocio de la gran talla creció en nuestro
país un 45% de 2011 a 2012. Hasta la irrupción de las firmas
anglosajonas por la vía digital, lo habitual es que el diseño de esas
marcas conectara más con la señora de 50 que con la ‘adultescente’ de
entre 20 y 45 que hoy las compra. Tanto ‘B&B’ (‘Big and Beautiful’,
la línea grande de H&M) como, a pesar de su corta vida, ‘Violeta’,
abocan igualmente a una terrible tierra de nadie estilística donde no
existen las tendencias (si acaso, las de los años 50). No ha sido hasta
que el comercio electrónico ha revolucionado el ‘shopping’ global que
las compradoras deseosas de lucir cuerpo no estándar y diseño no abuela
han encontrado respuesta a su súplica. El paraíso donde viven todas las
tallas, especialmente de la 44 a la 48, está en internet.
Asos, Torrid, Forever21, Evans,
Target, Old Navy, Simply Be o Dorothy Perkins y, recientemente, Igigi,
Eloquii o Fashion to Figure vienen comiéndose el pastel ‘low cost’ de
tallas grandes vía ‘online’ (el 30% del mercado digital de la moda), un
dulce que podría engrosar la cuenta de resultados de marcas, españolas o
no, que se atrevieran a abrir tienda en nuestro país. El negocio está
tan, tan a punto de caramelo, que poco le queda a Mango y su centenar de
tiendas ‘Violeta’ para figurar casi casi en solitario en la
distribución de moda pronta. El grupo italiano Miroglio, propietario de
Elena Miró, ya ha anunciado que desembarca en España con Fiorella
Rubino, conocido el Zara de las tallas grandes por imitar su rápida tasa
de reposición, con más de 50 colecciones anuales muy pegadas a la
tendencia. En este contexto resulta sorprendente el mutis por el foro de
Zara. Si su renuencia a fabricar tallas más allá de la 44 se explicara
por su intención de no asimilarse con el universo ‘low cost’, el
creciente interés de las firmas de serie media por este sector le
abocaría a abrir la mano. Por lo que parece, las mujeres ‘curvy’ siguen
sin entrar en los planes del imperio Inditex. Aunque le cueste la
expansión americana.
Otros sí se suben al tren del
futuro. Isabel Toledo, quizá por el gran impacto que tuvo la aparición
de Michelle Obama (sí, talla grande) vestida de amarillo limón para la
toma de posesión de su marido en 2009, desarrolló este año una colección
cápsula para Lane Bryant que se convirtió en un ‘bestseller’; tanto,
que ya ha anunciado otra de la mano de la diseñadora francesa Sophie
Theallet. Max Mara convive desde 1984 con Marina Rinaldi y Persona, su
hermana pequeña, pero no ha sido hasta el pasado septiembre que Cabiria
hizo historia desfilando en la Semana de la Moda de Nueva York (Elena
Miró ya lo hacía en Milán).
Las ‘celebrities’ no estándar
están ayudando mucho a que los diseñadores abran sus puertas a otros
cuerpos: Christina Hendricks, America Ferrera, Mindy Kaling, Lena
Dunham, Adele. RileyLand Fashion, la ’boutique’ online de tallas grandes
lanzada por Amber Riley, estrella de ‘Glee’, y su hermana, vendió todo
su stock pocos minutos después de colgarse en la red a principios de
año. ModCloth, la tienda ‘online’ especializada en ropa ‘vintage’ y con
cierto toque ‘hipster’, lleva un año vendiendo tallas por encima de la
14 americana. En solo 12 meses, su negocio se ha triplicado: la cliente
‘curvy’ compra un 20% y se gasta un 25% más. Ha pasado de trabajar con
35 diseñadores de tallas grandes, a 160. Mientras, las firmas de élite,
las que diseñan los sueños de la pasarela, se mantienen al margen. La
actriz Melissa McCarthy reveló recientemente que hasta seis grandes
diseñadores renunciaron a vestirla en la gala de los Oscar, prueba de la
distancia que prefieren marcar con las mujeres reales. Victoria Beckham
explicó que concibe sus diseños para la 34 “porque la mayoría de las
mujeres usa esa talla”. De momento, la exspice y los demás pueden
permitirse el lujo de vivir en su propia burbuja.