0frendas. El cadáver del agente
Agüero fue sepultado al mediodía de ayer con la presencia del subjefe de
la Policía Nacional, Alejandro Dipré Sierra.
Bethania Apolinar y Domingo Uribe
San Cristóbal/Tomado de Listin Diario
Trece horas después de haber
asesinado la última de sus cuatro víctimas, Yerle Aneury Heredia
(Morao), fue al barrio Los Refugios Alfa 4, donde vivía, le pidió a unos
vecinos que lo dejaran sentar en una vieja silla abandonada en la acera
y se pegó un tiro en la sien.
Morao, como lo conocían en San
Cristóbal, tenía una lista que incluía también a los hermanos Julito y
Yoscary Casilla Guzmán, quienes al enterarse de que él los andaba
buscando, se escondieron y no salieron hasta recibir la noticia de que
éste se había suicidado.
Vecinos y familiares dijeron que
todas las personas que mató Morao eran sus “amigos” y que desconocían
que existiera alguna diferencia que justificara los asesinatos.
Morao, quien se dedicaba al
motoconcho y practicaba carrera de motocicletas en la autopista 6 de
Noviembre como pasatiempo, mató a Luis Alberto Villar Tejeda (Luisito),
de 30 años, en el sector Los Molina, frente al mercado. La tragedia
ocurrió a las 11:30 de la noche del domingo y posteriormente arremetió
contra José Altagracia Pinales, de 34, en Villa Progreso.
Luego acabó con la vida de
Michael Brea Figueroa, de 22 años, en el barrio Moscú, y alrededor de
las 2:00 de la madrugada del lunes ultimó al cabo policial Ricky Gabriel
Agüero, de 26 años.
Familiares de José Altagracia
Pinales se quejaron de que pese a que la Policía tenía conocimiento del
primer asesinato y que estaba detrás de otras víctimas, no hizo nada
para impedirlo.
Pinales fue asesinado frente a
su hija de nueve años y, según la madre de la niña, Karina Guzmán,
también hirió a Tinicio y a “Matamulo”.
A ritmo del reggaeton
A ritmo del reggaeton “hay una lágrima” de Divino, recordaban
ayer a Luisito familiares y amigos que consumían bebidas alcohólicas en
el sector Los Nova, próximo al parque Ciro Pérez.
“Él andaba buscando su enemigo y
Luisito no sabía que él era su enemigo”, dijo uno de sus amigos. José
Altagracia Pinales. Mientras, una tía de Luisito, quien dejó en la
orfandad a tres niños, admitió que éste “no era pan, pero tampoco
piedra”. Dijo que aunque no puede tapar el sol con un dedo, su sobrino
nunca mató a nadie. Pidió a las autoridades de San Cristóbal que no
sigan soltando delincuentes y que busquen psicólogos para los internos
de Najayo antes de despacharlos. De su lado, Gertrudis Figueroa, madre
de Brea Figueroa, vinculó la muerte de su hijo a una rencilla que tuvo
con Morao hace años cuando le lavó una motocicleta y se salió a dar
vueltas en ella sin su permiso.
Sin embargo, en el barrio Moscú vecinos revelaron que ese joven los tenía en zozobra por su comportamiento.
Los restos del agente policial
Agüero, ascendido de forma póstuma a sargento, fueron sepultados en el
cementerio de El Pomier, donde las autoridades policiales le rindieron
los honores correspondientes.
Su hermano, Alexis Manuel
Agüero, también miembro de la Policía Nacional, dijo que Ricky tenía
cinco años en la institución y que siempre le pedía que se cuidara. “Él
siempre decía que a mí hay que ponerme una corona como el mejor
policía”, comentó un compañero del agente tras lamentar su muerte. El
agente dejó en la orfandad a una niña de 26 días de nacida.
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NARRAN LA FORMA EN QUE SE SUICIDÓ MORAO
Franklin Mateo, uno de los vecinos de Morao, dijo que la tarde
del lunes compartía con dos hermanos en una calle del sector Los
Refugios Alfa 4 y que cerca de las 4:00 llegó el victimario al lugar con
la pistola escondida, se le acercó y les pidió que lo dejaran sentar y
que se fueran.
“Yo me paro juyendo y le doy mi
silla, yo sabía que él (Morao) había hecho un desacato y andaba buscando
dos más para joderlos”, narra Mateo, y agrega que no habían dado la
espalda cuando escucharon que manipuló el arma.
“Cuando miro hacia atrás veo que
Morao se da un tiro en la sien, cuyo proyectil alcanzó a mi padre que
estaba a unos cuantos metros en su triciclo recogiendo una basura”,
precisó. Fernando Mateo, de 62 años, está interno en el hospital Juan
Pablo Pina, donde fue sometido a una cirugía.