Bienestar, desempleo y austeridad: el pensamiento de Angus Deaton. Una
columna del ganador del Premio Nobel de Economía refleja con claridad
su manera de entender lo que él llama "ciencia de la felicidad"
Tomado de Infobae.com
El
flamante ganador del Premio Nobel de Economía, Angus Deaton, escribió
en 2013 una columna para el diario El País en el marco de la entrega del
Premio Fronteras del Conocimiento, auspiciado por un banco español.
Allí, bajo el título "La vida en tiempos de austeridad", el economista
escocés se refirió a cómo la falta de empleo o una crisis económica
personal influye en la infelicidad de las personas. La reflexión forma
parte del pensamiento del galardonado y parte del motivo por el cual fue
distinguido por la Real Academia Sueca.
A
continuación, la columna del diario español que muestra en forma clara
su pensamiento respecto de los planes de austeridad, la pobreza, el
desempleo y el bienestar:
"No
sólo la economía, también la psicología y la filosofía dedican cada vez
más atención a este campo de investigación, conocido como 'ciencia de
la felicidad'. Incluso los institutos de estadística nacionales e
internacionales vienen demostrando su interés por medir el nivel de
bienestar dentro de su habitual seguimiento de la vida de los países.
"Todos
quisiéramos ser felices, pero una gran parte del mundo está hoy
preocupada porque los programas de austeridad que muchos países padecen
nos harán infelices, quizá durante bastantes años. Que la austeridad
traerá sufrimiento es, por desgracia, cierto. Sin embargo, los
resultados de esta nueva investigación nos ayudan a entender el modo en
que nos hará infelices, y tal vez puedan incluso ofrecernos un poco de
esperanza y de consuelo.
"Con
la austeridad se reducen los ingresos, se recortan los beneficios y se
destruyen empleos. Aunque confiamos en que estos programas den resultado
pronto y la economía vuelva cuanto antes a la normalidad, no tenemos
ninguna garantía al respecto, y es posible que nos esperen muchos años
de pérdidas de ingresos y de más desempleo. El nivel de vida es más bajo
de lo que sería en otras circunstancias, y algunas de las personas que
pierden sus trabajos podrían tener problemas para encontrar otro, tal
vez incluso durante el resto de su vida activa. También los jóvenes que
acceden por vez primera al mercado laboral están en peligro, y pierden
no solo los ingresos que les corresponderían, sino una experiencia de
trabajo inestimable para sus futuras carreras profesionales. Y habrá
quienes tengan más difícil acceder al colegio y a la universidad, viendo
así comprometido su porvenir.
AP
"Estas
son las cosas que preocupan a los economistas cuando meditan sobre la
austeridad o sobre los retrocesos que supone. Y está bien que sea así,
porque el descenso de los ingresos y el aumento del desempleo traen
privaciones y desesperación a muchas vidas.
"La
nueva investigación sobre el bienestar no menosprecia este tradicional
enfoque económico, pero aporta una perspectiva y un modo de pensar
diferentes sobre lo que de verdad importa. Nos ayuda, por tanto, a
considerar lo que aguarda a la vida emocional de la gente mientras
afronta un futuro enormemente difícil e incierto.
"La
investigación sobre el bienestar pregunta acerca de las vidas de las
personas. Los investigadores inquieren sobre ingresos, sobre empleos y
sobre lo que la gente hace. Además, las encuestas preguntan a la gente
sobre cómo piensa que le van las cosas -lo que sirve para valorar la
satisfacción vital- y también sobre su vida emocional. Hay diversos
modos de preguntar por las emociones, pero una de ellas -la que utiliza
Gallup en sus encuestas- consiste en preguntar a una persona sobre sus
experiencias del día anterior: si sintió mucha felicidad, o tristeza, o
preocupación, o estrés, o cólera. Resulta que todas estas dimensiones de
nuestra vida son distintas. Alguien puede decir que su vida va muy
bien, pero que ayer estaba triste: tal vez ha conseguido un ascenso,
pero está llorando la pérdida de un ser querido. Otro puede estar en
paro, tener malas perspectivas laborales, y decir que su vida va fatal,
pero informar de que ayer se lo pasó genial con sus amigos. Las vidas
emocionales son complejas, y la nueva investigación intenta tener en
cuenta todas estas dimensiones. Es algo muy útil cuando pensamos en los
efectos que la austeridad tiene en la vida de las personas.
"Empecemos
por las malas noticias. Cuando los ingresos caen, la gente piensa que
su vida empeora. Cuando la gente pierde su empleo las consecuencias son
considerables en la valoración de su vida. Visto así, el desempleo es
una de las peores cosas que pueden ocurrirle a alguien -no tan malo como
perder a quien queríamos, o como divorciarse, pero muy malo-. El efecto
va mucho más allá de la pérdida de ingresos que se deriva del
desempleo, porque tener un trabajo es parte sustancial de la autoestima
de una persona, y le da a su vida un sentido y un propósito. De modo que
cuando la gente pierde su trabajo no solo pierde dinero, sino otra
dimensión de su vida que es valiosa. Esto no significa que el dinero no
tenga importancia por sí mismo. La gente de los países más pobres suele
estar menos satisfecha con su vida, y no hay un solo país donde la gente
con más ingresos no tenga en más alta estima su vida que la gente que
gana menos. Son estas medidas para valorar la vida las que revelan el
dolor que provoca la austeridad.
"Estas
son malas noticias para los que están padeciendo con los programas de
austeridad. Para los que han tenido la mala suerte de perder su trabajo,
para los que han visto mermados sus ingresos porque el negocio va mal,
será imposible ignorarlo y decir que la vida va bien. La gente sabrá
todos los días que su vida no es tan buena como antes. Se preocupará
también por el dinero, y sentirá una mayor tensión. Claro está que los
programas de austeridad tienen en cuenta que no todo el mundo sufre en
la misma medida: en EE UU, durante la gran recesión, solo uno de cada
veinte trabajadores perdió su empleo. La vida empeoró notablemente para
los damnificados y para sus familias, pero el nivel de satisfacción
medio del país no cambió mucho, porque uno entre veinte es un porcentaje
pequeño de la población.
"Todo
esto es muy sombrío. ¿Qué hay de las buenas noticias? Como nos dicen
los poetas y los filósofos, el dinero no lo es todo, y puede que ni
siquiera sea lo más importante. Nuestros estudios han demostrado que las
vidas emocionales son más resistentes a las circunstancias económicas
que nuestra percepción de cómo nos va la vida. El sentimiento de
felicidad, alegría, preocupación, tristeza, enfado, dolor o placer que
forman el tapiz de nuestra experiencia día a día guarda mucha menos
relación con nuestras circunstancias económicas. Aquello que nos produce
alegría -nuestros amigos, la familia, los niños, o en mi caso, mis
nietos- no depende tanto del dinero. Los datos de la Encuesta Mundial
Gallup demuestran que en los países más pobres del mundo la gente
experimenta felicidad con tanta frecuencia como en los países más ricos,
y también que algunos de los países del mundo con mayor nivel de
satisfacción vital -Dinamarca sería un ejemplo- van bastante peor en el
asunto de la felicidad. Este no es el caso de España, que hoy por hoy
ocupa el puesto 25 (de 158) en satisfacción vital y el 26 en felicidad.
"Las
vidas emocionales no son completamente ajenas al dinero. Si yo fuera
tan pobre que no pudiera visitar a mis nietos, sería muy infeliz. En
general, la falta de dinero -la pobreza- puede interferir gravemente en
nuestras vidas emocionales, seguramente porque no tengamos suficiente ni
siquiera para hacer vida social, comer con los amigos o practicar
deporte con ellos. Pero más allá de eso, el dinero no importa tanto.
"Son
buenas noticias, y supone también una advertencia. La advertencia de
que los programas de austeridad deben diseñarse para proteger a los más
desfavorecidos, porque la pobreza puede arruinar gran parte de lo que
importa a la gente. Pero si eso se logra, por más que la gente percibe
la austeridad con enorme fastidio, hay muchas menos razones para
preocuparse por la felicidad. La gente seguirá siendo igual de feliz (o
infeliz) que antes, se preocupará quizá un poco más, pero no por ello
estará más triste, o más enfadada, y disfrutará igual de sus vidas. La
austeridad es mala -ya lo creo que lo es-, pero no tiene por qué
destruir nuestros placeres diarios"