Por Alejandro Santana
El oficio de periodista, necesita de mucha pulcritud, objetividad, transparencia, honestidad y objetividad.
Los
ciudadanos le piden al periodista que sea honesto por encima de todo,
la ética también lo reclama, pero depende de cómo ha sido formado desde
su hogar la persona, hombre o mujer que se dedique al ejercicio como
“modus vivendi”
Las
reglas y leyes de la profesión, también lo exigen, y los gremios
también de una forma más rabiosa lo exigen, es decir que el periodista
es un profesional que está señalado y compelido a ser honesto, ético y
objetivo.
Pero
el periodista no es un ser perfecto, es una creación como cualquier
ciudadano lleno de imperfecciones que tiene que ajustar su accionar en
el ambiente donde él se sienta identificado.
Para
el ciudadano ordinario el periodista perfecto es el que vive rozando la
indigencia, el profesional que no debe gozar de ningún esparcimiento,
comodidad, ni de un empleo que le cambie la vida y le permita vivir
dignamente. La irracionalidad, menciona a periodistas que han tenido la
suerte de estar cerca del poder o que su profesionalidad les ha
permitido vivir en la opulencia, esos son deshonestos porque son ricos,
es la percepción de muchos, aunque su bienestar se deba a su capacidad.
El
ciudadano descarga su ira contra ese tipo de periodistas que no está a
su alcance para criticarlo en su cara porque entienden que el periodista
es que debe cambiar la historia política de su país cuando hay una masa
de votante que lo hace sin conciencia. Siempre hemos tenido la certeza
de cargar los dados a los periodistas, aunque nadie nunca se haya
compadecido de las muchas necesidades de ese profesional que no es
diferente al cualquier ciudadano dígase rico o pobre.
Frente
a todos esos conceptos y apreciaciones de ciudadanos hay una realidad
meridiana, el periodista decide ser como quiere ser, pobre o rico,
honesto o deshonesto es algo muy intrínseco en él. No se es deshonesto
por ser rico, hay muchas riquezas bien habidas, pero tampoco se es pobre
por ser honesto, vivir como debe vivir la gente es algo que desde el
Estado se debe garantizar a cualquier ciudadano.
En el caso de los periodistas, en ellos está ser pobres, ricos, honestos o deshonestos;
Conozco
en San Juan de la Maguana a periodistas como Manuel Espinosa Rosario,
con más de 40 años como corresponsal del periódico El Nacional que nunca
ha necesitado los miserables cheles que pagan por ser corresponsal en
ese medio, pero tampoco ha pretendido someter su solicitud de pensión
vía su gremio al poder Ejecutivo. Ese periodista ha vivido toda la vida
dentro del estricto concepto de la honestidad, ha vivido cultivando la
tierra, nunca ha tenido que vivir del chantaje, ni de dadivas.
Pero
igual conozco a colegas que su modo vivendi ha sido el ejercicio
ajustado al día a día de sus, necesidades, cobran por su trabajo y no
creo que eso sea malo. Como malo y como ejercicio chantajista identifico
el hecho de que vayamos donde un funcionario en busca de una
publicidad, de un favor, porque los periodistas igual que cualquier
ciudadano también pedimos favor, y por negárnoslo, salgamos a la media
hora con una nota demoledora con la intención de dañar la honra de este .
Hay
momentos en que es mejor callar. Si yo transito un largo trecho al
amparo de una institución O funcionario, no es prudente que cuando ya no
disfrute de los beneficios de esa unión salga a lanzar a la calle los
trapos que juntos ensuciamos.
En
el concepto de honestidad, aprendí hace muchos años en el hogar donde
me formaron que andar con ladrones, disfrutar de sus botines, se era
ladrón también, es decir que hasta los que disfrutan de lo conseguido a
base de chantaje también los sitúa como iguales.
Hay
que estar claro, y eso cada vez que lo he expresado me ha traído
consecuencia entre algunos colegas. Aquí en el ejercicio del periodismo
se está chantajeando y el chantaje se percibe en nuestras publicaciones,
aunque hay que destacar que en el ejercicio hay personas muy honestas y
aquí eso se percibe como se vive porque el ejercicio aquí solo da para
comer arroz con ¨abichuelas¨, y fíjense que las escribo sin la H, para
destacar que son habichuelas de las malas.
Escrito por Alejandro Santana