Arancha Moreno/Tomado de http://gaceta.es
El escritor, preso por los turcos, fue rescatado por los franciscanos.
Años después, deseó que le enterrasen en el Convento de las Trinitarias.
El escritor decidió que le enterrasen en el Convento de las Trinitarias en agradecimiento por liberarle de los turcos /
Fue
una diabetes la que se llevó a Miguel de Cervantes el 22 de abril de
1616, cuando el escritor sólo tenía 68 años. La muerte le sorprendió en
su casa, situada en la esquina entre la calle León y la calle Francos,
en pleno barrio de las Letras madrileño. Dos semanas antes, el escritor
había profesado en la Orden Tercera de los Franciscanos, y había
anunciado su deseo de ser enterrado en la Iglesia del Convento de las
Trinitarias Descalzas, en el mismo barrio donde vivía.
Pero
no fue la cercanía la que decantó al escritor, sino la ayuda que le
ofreció esta orden cuando el novelista estaba preso con su hermano
Rodrigo en Argel. Los trinitarios acudieron en su ayuda, pero los turcos
exigían quinientos escudos para liberar al escritor, y los religiosos
sólo disponían de 300 escudos. Fue el fraile Juan Gil el que se encargó
de recolectar la cantidad que faltaba entre los mercaderes cristianos.
Dicen
los escritos que el fraile logró reunir esa cifra cuando Cervantes ya
estaba en una de las galeras en las que Azán Bajá iba a zarpar rumbo a
Constantinopla, atado con dos cadenas y un grillete. El dinero sirvió
para rescatar al escritor, que fue puesto en libertad el 19 de
septiembre de 1580. Un mes después logró regresar a España.
Aquel
gesto de los trinitarios bastó para que el autor de “El Ingenioso
hidalgo Don Quijote de la Mancha” decidiese recibir sepultura en el
convento madrileño, al que fue trasladado el 23 de abril, ya cadáver,
por los hermanos franciscanos. Era costumbre de la orden transportar el
cuerpo del hermano muerto, con un modesto sayal de mortaja y la cara
descubierta, también por tradición.
Más de un cuerpo
La
iglesia donde fue enterrado se construyó cuatro años antes, en 1612. El
de Cervantes no fue el primer cuerpo sepultado en esta iglesia: allí
yacía ya el cadáver de sor Lucía de Santa Ana, que había muerto el año
anterior en clausura. El novelista fue enterrado humildemente, sin
lápida ni lugar que marcase el sitio exacto donde iba a descansar el
cuerpo. El poeta Francisco de Urbina le escribió el siguiente epitafio:
‘A Miguel de Cervantes, insigne y cristiano ingenio de nuestros tiempos, a quien llevaron los terceros de San Francisco a enterrar con la cara descubierta, como a tercero que era’.
Aunque
se sabe que el escritor recibió sepultura en una capilla pequeña del
convento, a la que se accedía por la calle Huertas, el convento sufrió
transformaciones años después. Se edificó una iglesia mayor en el mismo
sitio y se trasladó a este nuevo templo a las personas que habían sido
enterradas en el emplazamiento anterior. Así hicieron con Cervantes y
con su esposa Catalina de Salazar y Palacios, que falleció diez años
después que su marido. Se sabe pues que, al menos tres cuerpos, yacen
bajo el subsuelo del convento madrileño.
Afanosa búsqueda
Ahora,
un grupo de investigadores busca con ahínco los restos del escritor, en
el convento de 3.000 metros cuadrados. El equipo técnico, que dirige el
georradarista Luis Avial, se emplea a fondo en analizar los primeros
datos para mostrar un mapa detallado del subsuelo del convento en un
plazo de 15 a 20 días, para poder pasar a una segunda fase en la que
entre en acción el forense Francisco Etxeberría, que dirigirá una
excavación selectiva para recuperar los restos óseos, y concretar, en
una tercera fase, cuáles pertenecieron al brillante autor del Siglo de
Oro. Una afanosa investigación que se llevará a cabo poco antes de
cumplirse el cuarto centenario de su muerte, que se cumplirá en 2016, y
que, a buen seguro, será una celebración a la altura de tan tamaña
figura de las letras.