La
psicosis del golpe de Estado blando o suave ha estado inquietando a los
gobiernos que son repudiados, en las calles, por movimientos sociales
que preconizan el cambio sin violencia.
En
los últimos tiempos, al menos tres gobiernos latinoamericanos, el de
Ecuador, Bolivia y Venezuela, le han dado categoría de conspiración a
esos movimientos, que parecen inspirados en la doctrina de “la política
de la acción no violenta” del fi lósofo y politólogo norteamericano Gene
Sharp.
Sharp,
cuya fundación Albert Einstein ha sido acusada de aleccionar las
llamadas “revoluciones de colores” que han destronado regímenes
autocráticos, dictatoriales o falsamente democráticos, ha descrito las
cinco etapas que, inconfundiblemente, abren el camino hacia un golpe de
Estado suave o blando.
Pese a que han sido muy difundidas en los medios de comunicación, vale la pena recordarlas.
Son
estas: “Primera etapa: Llevar a cabo acciones para generar y
promocionar un clima de malestar. Entre dichas acciones destacan la
realización de “denuncias de corrupción y la promoción de intrigas”.
Segunda
etapa: Se procedería a desarrollar intensas campañas en defensa de la
libertad de prensa y de los derechos humanos acompañadas de acusaciones
de totalitarismo contra el Gobierno en el poder.
Tercera
etapa: Esta fase se centraría en la lucha activa por reivindicaciones
políticas y sociales y en la promoción de manifestaciones y protestas
violentas, amenazando las instituciones.
Cuarta
etapa: En este punto se llevarían a cabo operaciones de guerra
psicológica y desestabilización del Gobierno, creando un clima de
“ingobernabilidad”.
Quinta
etapa: La fase fi nal tendría por objeto forzar la renuncia del
presidente mediante revueltas callejeras para controlar las
instituciones, mientras se mantiene la presión en la calle.
Paralelamente se va preparando el terreno para una intervención militar,
mientras se desarrolla una guerra civil prolongada y se logra el
aislamiento internacional del país”.