La incógnita del súper embarque de cocaína
Cae ominosa hacia la falta de fundamento la primera versión basada en apariencias de que el cargamento récord de 9.8 toneladas de drogas detectado en el puerto multimodal Caucedo no era más que un «ave de paso». Sería el descubrimiento de un trasbordo desde un furgón a otro de paquetes criminosos que habrían traído de Guatemala para desde aquí, previa escala en Honduras, ser redirigidos a Bélgica. Un relato desplomado por autoridades guatemaltecas y hondureñas que niegan absolutamente que el funesto subproducto de la coca estuviera alguna vez en sus puertos, creándose un vacío de certificaciones que arriesga a la República Dominicana a ser considerada como la más clara procedencia de la ilícita carga adquiriendo el país, provisionalmente y hasta profundizar las investigaciones que demandan las circunstancias, el perfil de depósito al granel para embalajes hacia exportaciones al mejor postor tras una industrialización que nunca ha dado señales de existir localmente. Una fase de distribución con uso de una logística que no se compararía en envergadura con la que requeriría pasar la destructiva mercancía de uno a otro contenedor.
Intuido un protagonismo en el marco del infausto tráfico que en otros lugares no muy lejanos exhibe capacidades de matar sin compasión, de aplicar extorsiones y sobornos para doblegar Estados con algunos que, en la región, parecen a veces al borde de perder la batalla contra el narcotráfico. El temple nacional contra ese mal está desafiado. Un negocio multinacional que se delata fundado en mafias de muchos recursos que operan con grupos paramilitares de armas modernas que tienden a superar la capacidad de fuego de quienes los combaten; que además de ocultar con astucia las sustancias prohibidas en buques mercantes que se mueven por todos las latitudes, dispone de submarinos de fabricación artesanal pero válidos para navegaciones seguras. ¡Impresionante poder!