31 de agosto de 2025./Tomado de Familia Bateyera
Introducción
Hablar de desarrollo no consiste en emplear una palabra atractiva ni en formular promesas que se desvanecen con el tiempo. El desarrollo real es un proceso de transformación estructural que se refleja en la vida cotidiana: acceso universal a educación, agua potable, energía eléctrica, calles seguras, servicios básicos eficientes y empleos formales que garanticen el sustento de las familias. En ausencia de estas condiciones, cualquier discurso de progreso se convierte en una declaración vacía.
La provincia de Barahona cuenta con abundantes recursos naturales, culturales y económicos: un puerto con ubicación estratégica, una costa de singular belleza, tierras fértiles, un valioso legado histórico y una población trabajadora. Sin embargo, estas ventajas no han logrado revertir los indicadores de atraso estructural que persisten. Según el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (2018), el 12.7 % de la población es analfabeta, el 60.1 % no asistió a la escuela en el último año y el 79.9 % de los hogares pertenece a niveles socioeconómicos bajo o muy bajo.
Estos datos evidencian una problemática profunda: el desarrollo de Barahona requiere políticas integrales, sostenidas y orientadas a resultados concretos.
Un concepto amplio de desarrollo
El desarrollo no puede limitarse a la construcción de carreteras, la inauguración de centros comerciales o el crecimiento del turismo. Su verdadero significado radica en la capacidad de las personas para acceder a oportunidades reales de progreso: educación de calidad, salud, servicios básicos, seguridad, empleo formal y participación ciudadana.
En el caso de Barahona, la expansión económica sin inversión en capital humano sería una ilusión temporal. El desarrollo sostenible exige fortalecer el sistema educativo, modernizar los servicios esenciales y aprovechar de forma planificada los recursos naturales y productivos.
Educación: principal desafío estructural
Los niveles de analfabetismo y deserción escolar son una barrera crítica. El 12.7 % de los barahoneros no sabe leer ni escribir, y el 60.1 % no asistió a la escuela en el último año. A ello se suma que el 74.8 % no ha cursado formación técnica o vocacional, y el 82.9 % no participó en programas de capacitación en el último año. Estas cifras reflejan una deficiencia histórica en políticas educativas y de desarrollo de capacidades.
Superar esta situación requiere una estrategia integral que combine alfabetización masiva, educación básica inclusiva y programas de formación técnica alineados con las necesidades productivas de la provincia. Experiencias como la de Costa Rica en los años setenta demuestran que invertir en capital humano es el punto de partida de una transformación económica sostenida.
Servicios básicos: la base de la calidad de vida
Las carencias en infraestructura de agua potable, saneamiento y electricidad limitan el desarrollo social. Solo el 22.1 % de las viviendas dispone de agua dentro del hogar, mientras que el 9.57 % carece de instalaciones sanitarias y el 22.15 % utiliza letrinas con cajón. Además, el 5.5 % de los hogares no cuenta con electricidad.
Estas condiciones afectan directamente la salud pública, la productividad y la calidad de vida. Garantizar acceso universal a servicios básicos es un prerrequisito para cualquier política de desarrollo. Programas de electrificación rural, plantas comunitarias de tratamiento de agua y redes locales de distribución son ejemplos de intervenciones factibles y efectivas.
Economía y pobreza estructural
Los indicadores socioeconómicos revelan que el 79.9 % de los hogares se encuentra en niveles bajo o muy bajo. Esta realidad no se reduce a la falta de ingresos, sino que refleja desigualdad en el acceso a servicios, empleo formal y oportunidades productivas.
El potencial económico de Barahona es significativo: el puerto podría impulsar el comercio y la exportación; el sector agrícola (plátanos, café, caña de azúcar) y pesquero puede crecer con innovación tecnológica y financiamiento; y el turismo ecológico y cultural tiene amplias posibilidades de expansión. Sin embargo, este potencial solo será viable mediante inversión pública y privada coordinada, capacitación técnica y fortalecimiento de la infraestructura.
Cultura cívica y participación social
La transformación de Barahona requiere también una ciudadanía activa. El desarrollo no puede depender exclusivamente de los gobiernos central o local. La organización comunitaria, las asociaciones civiles y la juventud tienen un papel crucial para impulsar políticas inclusivas y transparentes.
La cultura cívica es una condición esencial para el desarrollo: comunidades informadas, participativas y exigentes contribuyen a acelerar los cambios estructurales y a garantizar la sostenibilidad de las políticas públicas.
Conclusión
Los datos del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo representan más que un diagnóstico: son una advertencia. Barahona enfrenta el reto de revertir la realidad de que casi ocho de cada diez hogares viven en pobreza estructural, que miles de personas carecen de servicios básicos y que el analfabetismo sigue limitando el progreso. Estas condiciones no son cifras aisladas: son el núcleo del estancamiento socioeconómico.
El desarrollo de la provincia dependerá de una estrategia integral que articule cuatro ejes: educación de calidad, infraestructura básica universal, diversificación económica y fortalecimiento del capital social. Las promesas o proyectos puntuales no bastan; se requiere planificación de largo plazo, inversión sostenida y participación activa de la sociedad civil.
Si Barahona prioriza la reducción de estas brechas, sus recursos naturales y productivos dejarán de ser potencial desaprovechado para convertirse en motores de bienestar. El progreso de una región no se declara: se construye con políticas públicas efectivas, planificación y justicia social.