Santo Domingo - sep. 02, 2025
Cuando se anunció el proyecto del Metro de Santo Domingo sobraron las burlas. Era la típica obra que muchos despachaban como capricho faraónico, ajena a las necesidades urgentes del país. Hoy, con el paso del tiempo, esos mismos rieles se han convertido en alivio cotidiano para cientos de miles de pasajeros que, sin el metro, enfrentarían un caos aún mayor en el tránsito del Gran Santo Domingo.
Las cifras hablan solas: 69 trenes, 207 vagones y tres líneas en operación. La reciente incorporación de trenes de seis vagones ha duplicado la capacidad de transporte y reducido las filas interminables en estaciones como la Máximo Gómez o la María Montez. La obra, en la que pocos creyeron, es hoy el punto luminoso en medio de una ciudad que crece sin dar tregua.
El tiempo ha demostrado que la previsión, aunque se disfrace de lujo, termina siendo la mejor política pública. Así ocurre con las llamadas obras "suntuarias", que al madurar revelan su verdadera condición de soluciones. Santo Domingo puede dar fe de ello: el metro no resolvió todo, pero sin él el panorama sería insostenible. De esa lección queda algo claro: invertir a tiempo en infraestructura no es un exceso, es asegurar el futuro.