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viernes, 26 de septiembre de 2025

MELVIN CUELLO: Barahona ante el espejo de Pedernales: ¿Una oportunidad para el Sur fecundo?

Maestro Mevin Cuello Díaz.
Pedernales ya no es aquella provincia olvidada en los márgenes del mapa. En los últimos años, ha comenzado a transformarse en un referente nacional de lo que puede lograrse cuando el estado decide mirar hacia el Sur con ojos de futuro. 

La llegada de cruceros, la construcción del puerto de Cabo Rojo, las nuevas carreteras, los sistemas energéticos y los programas de formación técnica han cambiado el pulso de una tierra que durante décadas vivió en silencio. Hoy, Pedernales se proyecta como un territorio en movimiento, donde el turismo, la educación, la juventud y el empleo se entrelazan en una apuesta de largo alcance.

En ese proceso, la educación ha dejado de ser un complemento y ha pasado a ocupar un lugar central. Se han abierto oportunidades para jóvenes que antes no las tenían: becas, formación técnica, capacitación en idiomas. El inglés, por ejemplo, ya no es solo una materia escolar, sino una herramienta concreta para acceder a empleos dignos en el sector turístico. Las escuelas comienzan a asumir un rol más amplio, convirtiéndose en espacios de inclusión, ciudadanía y desarrollo comunitario. No es solo que se enseñe más, sino que se enseña con sentido, con propósito, con conexión al territorio.

Barahona, que comparte con Pedernales no solo la geografía sino también muchas de sus heridas históricas, observa este proceso con atención. Las carreteras que se construyen, la conectividad que mejora, los inversionistas que llegan, todo eso abre posibilidades reales para que nuestra provincia se articule a esta dinámica. Pero esas posibilidades no se activan solas. Requieren planificación, voluntad política y, sobre todo, participación activa de quienes habitamos este suelo. Barahona tiene una riqueza natural, cultural y humana que puede convertirse en ventaja comparativa si se gestiona con visión estratégica y sentido de pertenencia.

En el ámbito educativo, el modelo de Pedernales nos interpela. Nos muestra que sí es posible impactar positivamente a jóvenes de zonas vulnerables, que sí se puede vincular la educación con los sectores productivos emergentes, que sí hay espacio para construir una red formativa que responda a las necesidades reales del territorio. En Barahona, necesitamos fortalecer la formación docente, crear centros técnicos, actualizar los currículos y vincular la escuela con la vida. La educación debe ser el corazón del desarrollo, no su apéndice.

Y aquí es donde nuestras instituciones tienen un papel fundamental. Las universidades locales pueden liderar procesos de investigación aplicada, incubar proyectos productivos, formar técnicos con arraigo territorial. No podemos seguir formando jóvenes para que se vayan. Debemos formar para que se queden, para que emprendan, para que transformen. Eso implica asumir que el desarrollo no se impone desde el centro ni llega por inercia. Requiere liderazgo, visión y capacidad de gestión. Los gobiernos locales deben ser más que administradores: deben ser articuladores. La sociedad civil debe dejar de ser espectadora y convertirse en protagonista.

Barahona tiene la oportunidad de construir un modelo propio, basado en su identidad, en su gente, en sus aspiraciones. La inversión en el Sur profundo no debe ser una excepción ni una moda pasajera. Debe ser una política sostenida que garantice inclusión, equidad y desarrollo humano. El espejo de Pedernales nos muestra lo que se puede lograr, pero también lo que aún falta por construir. No se trata de competir, sino de aprender, de adaptarnos, de avanzar. Barahona puede y debe ser protagonista de su propio destino. Porque el Sur ya no es profundo: también es más bien, fecundo.