Síntesis ampliada
El poder, desde una visión crítica y reflexiva, puede abordarse desde dos ángulos profundamente conectados:
1. Como una sombra que pasa, es decir, como una fuerza efímera y transitoria.
2. Como un recurso mal utilizado, especialmente cuando se usa con conocimiento de su impermanencia, para fines personales o de una élite reducida.
1. El poder como una sombra que pasa
El poder político, económico o institucional no es eterno. Su duración está sujeta a múltiples factores: la voluntad popular, los ciclos históricos, las leyes del cambio social y la legitimidad del ejercicio mismo. Quien detenta el poder y no reconoce su temporalidad corre el riesgo de vivir en una ilusión de permanencia, lo cual alimenta el autoritarismo, la arrogancia y la desconexión con la realidad.
El poder, en su esencia, debe verse como una responsabilidad temporal, no como una propiedad personal. Así como la sombra sigue al cuerpo pero no lo domina, el poder debe acompañar a la función pública, no subordinarla a intereses mezquinos.
2. El mal uso del poder
El deterioro del poder comienza cuando se usa de forma injusta, arbitraria o excluyente. El nepotismo, el clientelismo, el favoritismo, y el uso del poder para enriquecer o favorecer a una minoría, a sabiendas de que muchos otros —capaces, trabajadores y honestos— han quedado fuera, destruye la confianza pública y corrompe las instituciones.
Este mal uso del poder no es ignorancia: es consciente. Quien lo ejerce mal muchas veces sabe que su tiempo es limitado, por eso actúa con prisa, saqueando, beneficiando a aliados, consolidando redes de influencia o reprimiendo a quienes disienten.
Puntos clave que deterioran a un gobierno, un oligarca, un dictador, un Estado, un país o un funcionario:
1. Nepotismo institucionalizado
Colocar familiares o allegados en puestos claves sin méritos deslegitima la estructura del poder y debilita la eficacia gubernamental.
2. Corrupción sistemática
El uso del poder para beneficios personales o de grupos económicos selectos socava la justicia, desvía recursos y desmoraliza al pueblo.
3. Falta de rendición de cuentas
El poder sin control tiende al abuso. La ausencia de fiscalización y transparencia permite que el mal uso se normalice.
4. Represión del pensamiento crítico y la disidencia
Los gobiernos o líderes que persiguen voces disidentes muestran su miedo a la verdad. La represión acelera el desgaste de la legitimidad.
5. Desconexión con la realidad social
Cuando un líder ignora el sufrimiento, las necesidades o los reclamos de su pueblo, pierde contacto con su verdadera fuente de poder: la ciudadanía.
6. Instrumentalización del Estado
Cuando el Estado se convierte en herramienta de intereses privados o familiares, deja de ser la casa de todos y se convierte en botín de unos pocos.
7. Desprecio por los valores democráticos
No respetar elecciones, justicia independiente, libertad de prensa o derechos humanos conduce a la degradación moral y política.
Conclusión
El poder no es un trofeo, es un compromiso. Su permanencia o su desaparición dependerá siempre del uso que se le dé. Usarlo bien honra a quien lo ejerce; usarlo mal condena su memoria y acelera su caída.
Todo poder mal usado, más temprano que tarde, se desmorona como sombra que pasa.
E.M.P.P.