"En las próximas elecciones probablemente veremos cuán diferente
opinan ellas y ellos. Y es probable que el voto femenino tenga mucho
peso en cuanto a decidir quienes ganan. Algunos expertos electorales
podrían reaccionar demasiado tarde".
Cuando ellos dicen no, pero ellas dicen sí
No es difícil imaginar cuál puede ser el destino de un país en
el que los hombres y las mujeres tienen grandes diferencias de opinión
en cuanto a asuntos fundamentales, tanto en las cuestiones públicas como
en las privadas. No por vivir bajo el mismo techo y por tener hijos
comunes, y ni aún por tenerse afecto recíproco o tener frecuentes
relaciones sexuales, el marido y la mujer tienen necesariamente
criterios compartidos sobre lo que acontece dentro y fuera del hogar. Y
eso puede ser raíz de grandes conflictos que afectan la evolución de un
país, y de los cuales se ha dado muy poca cuenta.
El nivel de desacuerdo que sobre temas concretos suele haber en los
hogares, pasa a menudo inadvertido porque la mujer suele callar en su
actitud y en su conducta pública, y suele asumirse que la opinión del
marido es también la de ella. La discrepancia entre géneros resulta
mucho mayor cuando se suman las opiniones de la gran cantidad de madres
solteras, mujeres separadas, abandonadas, divorciadas, malqueridas,
descuidadas o “mal atendidas”; que en conjunto vendrían a constituir
la opinión mayoritaria de habitantes y electores.
Educadores y otros estudiosos dan cuenta del peligro de los hijos que
están siendo formados y guiados más por la televisión y la internet que
por padres y maestros. Pero a falta de estudios sobre las
desavenencias y disparidades de criterio entre padre y madre, tan solo
tenemos estadísticas de divorcio y de violencia contra la mujer.
Probablemente los maridos sepan muy poco acerca de quién educa o
in-forma la mente de su mujer. Aun de aquellas que van a misa o leen la
biblia.
Es probable que debido a la difusión y debate de estos problemas en
los medios de comunicación, y debido también a las acciones de
organismos mundiales, militantes civilistas y feministas, las mujeres,
aunque no se hayan asociado en movimientos cívicos ni en partido
político alguno (aunque muchas lo hacen); en situaciones en donde, como
en unas elecciones presidenciales, se les solicita enfáticamente su
opinión o su voto, sea un momento clave de la vida comunitaria, tanto en
sentido político como en temas familiares y personales.
Por siglos la mujer ha sido tratada en asuntos públicos como una
“no-persona”, como un ser invisible no tomado en cuenta, como cuando los
señores hablan en presencia de sus sirvientes, como si estos no
existieran o fueran acaso prolongaciones desechables de sus propios
egos. Probablemente muchos maridos se han acostumbrado a pensar de sus
cónyuges como propiedad suya, carentes de opinión propia, especialmente
en política.
(En la empresa encuestadora que dirijo, está absolutamente prohibido
entrevistar a una mujer en presencia de su esposo, y hasta de un menor
de edad, sobre cualquier tema).
En las próximas elecciones probablemente veremos cuán diferente
opinan ellas y ellos. Y es probable que el voto femenino tenga mucho
peso en cuanto a decidir quienes ganan. Algunos expertos electorales
podrían reaccionar demasiado tarde.