Peña Nieto conserva su ventaja en el cierre de la campaña electoral en México
Tomado de ABC.ES
A menos de una
semana para las elecciones presidenciales y legislativas del 1 de
julio, el candidato del Partido Revolucionario Institucional se mantiene
al frente de todas las encuestas.
manuel m. cascantemmcascante / corresponsal en méxico
Día 24/06/2012 – 18.46h
Con un acto multitudinario en el
Estadio Azteca de la capital mexicana Enrique Peña Nieto cerró este
domingo su campaña electoral. A menos de una semana para las elecciones
presidenciales y legislativas del 1 de julio, el candidato del Partido
Revolucionario Institucional (PRI) se mantiene al frente de todas las
encuestas, con 15 puntos de ventaja como promedio sobre su más inmediato
rival.
El aspirante de la coalición de
izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, había hecho lo propio el sábado
en Tabasco, su tierra natal. Josefina Vázquez Mota, del gobernante
Partido Acción Nacional (PAN), puso fin a su campaña ese mismo día en la
Plaza de Toros de la Ciudad de México.
Doce semanas de proselitismo han
servido para afianzar a Peña Nieto al frente de las preferencias del
electorado. Un lugar que venía ocupando desde que su nombre empezara a
sonar como posible presidenciable, casi desde que en 2005 ganara las
elecciones a gobernador del Estado de México (el más poblado del país).
La suya ha sido una campaña de carril, un «catenaccio» orientado a
exponer lo mínimo su privilegiada posición. Sólo el movimiento
estudiantil #YoSoy132 ha conseguido incomodarlo, pero sin reflejo
evidente en los sondeos.
La campaña sí ha servido para
definir quién será su principal competidor: López Obrador, quien ya
perdiera en 2006 ante Felipe Calderón por un cuarto de millón de votos,
detonando una crisis en el país y una radicalización –que devino en
fractura– de la izquierda mexicana.
AMLO, acrónimo por el que se le
conoce popularmente, ha alternado el palo con la zanahoria: ora se
muestra como abanderado de una «república amorosa», ora anuncia el
supuesto fraude que, como denunció sin pruebas hace seis años, fraguan
en su contra los poderes fácticos: los «ricos y poderosos», las
televisiones (que manejarían en la sombra los hilos de Peña Nieto)…,
hasta el Instituto Nacional de Estadística y Geografía estaría en contra
suya.
Vázquez Mota ha arrastrado el
lastre de dos sexenios de frustrantes mandatos panistas y de una campaña
errática y dubitativa, en la que ha ido dando bandazos sin conseguir
definir ni su estrategia ni su lugar político.
Aunque mantiene en las encuestas
un empate técnico con López Obrador, los analistas coinciden en que la
elección se decidirá por la capacidad de movilización de los partidos, y
tanto el PRI como el Partido de la Revolución Democrática (PRD,
principal fuerza de la izquierda) mantienen estructuras más sólidas y
organizadas que el PAN.
La campaña ha girado en torno a
la supuesta amenaza de que el retorno del PRI al poder signifique el
regreso al pasado autoritario que este partido ejerció de manera
hegemónica entre 1929 y 2000.
Peligro que desterraba el propio
expresidente Vicente Fox ante un grupo de corresponsales: «La
democracia también es alternancia. Los setenta años de gobiernos del PRI
son una historia desastrosa, pero ahora hay un México diferente, una
separación de poderes, una ciudadanía más madura y activa que me da
confianza y tranquilidad. La sociedad mexicana no toleraría otro régimen
dictatorial».
Del mismo modo, pero con
matices, escribía Enrique Krauze en «Reforma»: «Aunque en sentido
estricto la restauración del viejo sistema político es imposible (la
división de poderes, la libertad de expresión, la ley y el instituto de
transparencia, la integración ciudadana del IFE [Instituto Federal
Electoral], la independencia del Banco de México, los organismos
autónomos, la descentralización política, la creciente participación
ciudadana, son todos hechos irreversibles), en el ADN de muchos
priistas, sobre todo en los estados, municipios y sindicatos, persiste
la vieja cultura clientelar. La corrupción de varios gobiernos priistas
en los estados durante estos últimos sexenios ha sido descomunal y
vergonzosa».
La presidencia se decidirá, con
toda seguridad, en seis estados (Distrito Federal, Estado de México,
Veracruz, Puebla, Jalisco y Nuevo León) que concentran a 35 millones y
medio de votantes, casi la mitad del electorado, y donde se han enfocado
principalmente los candidatos. Una baja participación también
favorecería los intereses del PRI, que gobierna en veinte de las 32
entidades federadas de la república.
Además de la presidencia se
pondrán en juego los 128 escaños del Senado (tres por cada uno de los 32
estados y otros 32 de representación proporcional a escala nacional) y
los 500 de la Cámara de Diputados (300 de mayoría relativa por distritos
electorales con igual número de votantes y 200 de representación
proporcional nacional). Aquí se repiten las tendencias, pues la
encuestas muestran que el PRI podría incluso obtener la mayoría
absoluta.
Siete entidades votan también
para elegir gobernador: Jalisco, Morelos, Tabasco, Chiapas, Yucatán,
Guanajuato y el Distrito Federal. En prácticamente todos llevan ventaja
los candidatos priistas.