jueves, 9 de agosto de 2012

ES UN COHETE A MARTE! Usain Bolt también arrasa en los 200 metros y supera a Carl Lewis. Humilla a su compatriota Blake

Londres 2012: Usain Bolt también arrasa en los 200 metros y supera a Carl Lewis
El jamaicano, sobrado, se impone por delante de su compatriota Blake con una marca de 19.32. Se convierte en el primer velocista que revalida los títulos olímpicos de 100 y 200
jesús gómez peña / londres
Día 09/08/2012 - 23.00h/Tomado de ABC.ES


afp
Usain Bolt manda callar tras cruzar la meta como ganador
Calza un 47. Y en Londres ha pisado otra Luna: nadie había ganado en dos Juegos la prueba de 200 metros. Al entrar mandó callar a Blake, su segundo, y al estadio. Tenía que hablar con la historia de este deporte. Su huella es la más profunda. Un paso más en la leyenda de Usain Bolt y otro salto para el atletismo. Su curva fue una obra de arte. Pies hacia el interior, controlando la inercia. Con la rodilla derecha como timón y la cabeza recta. Salió del giro como un obús. Imparable, certero: 19 segundos y 32 centésimas, la marca de Michael Johnson, a sólo 13 centésimas de la plusmarca del propio Bolt. Besó la pista. Sus compatriotas Blake (19.44) y Weir (19.84) le acompañaron en el podio. Eso sí, en silencio. Que Bolt tenía que dictar otro capítulo de su prodigioso viaje.

Era el festival más esperado. Usain eleva una mano y la gira despacio, a derecha e izquierda. Que se vea que está tranquilo. Mira al cielo, baja y pide calma. A su lado salta la «Bestia», Yohan Blake. La fe ciega. Está convencido de que puede mover montañas. A eso sale en la final de los 200 metros. A por Usain Bolt, su amigo, su rival, su montaña. Empuja como nunca y para el reloj en 19.44. Extraordinario. Pero para cuando llega, la montaña ha crecido. Es más grande. Es Bolt, que ha tardado 19.32 en confirmar su plaza en la leyenda del deporte mundial.

Aunque al hombre más rápido del mundo lo designa la prueba de 100 metros, Bolt prefiere los 200. Los cien suponen fama, dólares. El doble hectómetro es, para él, la culminación de un velocista. La curva. Cómo correrla. «Es complejo», resume. Es su carrera. Tiene el récord: 19.19. No quiere subir a los 400 y bajó a los 100 para recoger dinero. Su medida son los 200. Se sabe de memoria los vídeos de las cabalgadas de Michael Johnson, el anterior poseedor del récord (19.32). Aquel meteoro de piernas cortas, de centro de gravedad bajo, que giraba la pista pegado como un fórmula 1 al asfalto. Bolt es otra cosa. Es el campeón de cien metros más alto de la historia (1,96). Para dominar el cien siempre ha dado la impresión de que le bastaba levantarse de la hamaca, desperezarse y dar 41 zancadas. Para el 200 ha necesitado años de trabajo. No es fácil manejar la curva a 43 kilómetros por hora, a 10,5 metros por segundo.

Las pruebas de velocidad son una jaula. Y los atletas, tigres que no dejan de recorrer los barrotes. Unos dan miedo; otros lo tienen. Allí estaban Bolt y los otros: Blake, Weir, el francés Lemaitre, Quiñones —albañil y atleta—, Martina, Spearmon y Jobodwana. El 200 es una curva y a volar. Bolt vive para ella desde que recuerda. Sabe que Blake mantiene como nadie su velocidad. Así que le ejecutó en el giro. A él y a los demás. En 100 metros zanjó la competencia.

«Quiero ser diferente a los otros», dijo una vez Bolt. Lo es. Nada de tigre agresivo. Es el felino que sestea, que bosteza, que juega con la mímica en el centro del estadio. Asusta su sangre fría. Sin hablar, les dice a los demás que está tranquilo, que les va a ganar. Con 13 años vio un reportaje sobre natación en la tele. Salió pitando hacia el río para probar aquello. Se tiró al agua. Apenas sabía nadar. Y no tuvo fuerzas para llegar a la otra orilla. Error fatal. Mortal, casi. Entonces se agarró a su calma. Allí, tragando río, recordó otro documental en el que decían que lo peor era caer en el pánico. Respiró, se dejó llevar, braceó lo que sabía y pisó tierra. «Ese documental me salvó», suele decir. Su tranquilidad en medio del caos, más bien.

«Quiero ser diferente». Lo ha sido siempre: en 2002, con 15 años, se alineó en el Mundial juvenil, en Kingston (Jamaica), en casa y ante rivales cuatro años mayores. «Es la única vez que me ha podido la presión», confesó. Sudaba, tiritaba. Y ganó con 20.61. Ya era único: el campeón del mundo juvenil más joven. Un año después aumentó su singularidad: el primer juvenil que bajaba de 20 segundos (19.93). Más único se hizo en Pekín 2008: tres títulos y tres récords del mundo. Más aún en 2009, cuando limó las plusmarcas de 100 (9.58) y 200 (19.19). Hoy, otra vez, se quedó solo. Hizo lo que nadie: ganar en dos Juegos seguidos las pruebas de 100 y 200. Hace mucho que Bolt es diferente. Y cada vez lo es más.

Por eso, al entrar, pidió silencio mirando a Blake, el que buscaba su puesto. Tendrá que esperar. Sólo Bolt puede ser Bolt. Cuentan que de adolescente, durante un entrenamiento en la pista vio la barra de altura, cogió carrerilla y, sin más técnica que el instinto, brincó. Voló sin tocar la barra. Se levantó del colchón y se marchó andando. Sin darle importancia. Detrás, los jóvenes saltadores seguían boquiabiertos. Aquel desconocido acababa de pasar como si nada los dos metros de altura. Suena a cuento. No. Suena a leyenda. La de Superman Bolt, diferente a todos. El único doble campeón olímpico en 100 y también en 200. El atleta más grande de la historia.