Brujería/Historia de la Brujeria
Brujería es el grupo de creencias, conocimientos prácticos y
actividades atribuidos a ciertas personas llamadas brujas (existe
también la forma masculina, brujos, aunque es menos frecuente) que están
supuestamente dotadas de ciertas habilidades mágicas que emplean con la finalidad de dañar.1
La creencia en la brujería es común en numerosas culturas desde la
más remota antigüedad, y las interpretaciones del fenómeno varían
significativamente de una cultura a otra.
En el Occidente cristiano, la
brujería se ha relacionado frecuentemente con la creencia en el Diablo, especialmente durante la Edad Moderna, en que se desató en Europa una obsesión por la brujería que desembocó en numerosos procesos y ejecuciones de brujas (lo que se denomina "caza de brujas"). Algunas teorías2 relacionan la brujería europea con antiguas religiones paganas de la fertilidad, aunque ninguna de ellas ha podido ser demostrada. Las brujas tienen una gran importancia en el folclore de muchas culturas, y forman parte de la cultura popular.
Si bien éste es el concepto más frecuente del término "bruja", desde el siglo XX el término ha sido reivindicado por sectas ocultistas y religiones neopaganas, como la Wicca, para designar a todas aquellas personas que practican cierto tipo de magia, sea esta maléfica (magia negra) o benéfica (magia blanca), o bien a los adeptos de una determinada religión.
Un uso más extenso del término se emplea para designar, en determinadas sociedades, a los magos o chamanes.
Contenido |
Terminología: brujería, hechicería, magia
Aunque en castellano o idioma español se utiliza en ocasiones la palabra brujo, en masculino, como sinónimo de mago, con independencia del tipo de magia
que practique, el uso más frecuente del término en la actualidad y casi
siempre en femenino hace referencia a las personas que practican la magia negra,
pero no siempre fue así. Esto se debe a que históricamente tanto en
Europa como en Africa y Oriente, las artes adivinatorias, la magia y la
hechicería fueron siempre practicadas por varones, excepto en la época
en que la «brujería demoníaca» fue perseguida en Europa durante la Edad Media,
momento en el cual las brujas fueron consideradas en su mayoría del
sexo femenino. Es con el cristianismo, que la manipulación de las
fuerzas ocultas, tradicionalmente en manos masculinas - las únicas con
el poder suficiente como para realizar hechizos benéficos-, pasan a ser
consagradas a las manos femeninas, las únicas capaces de realizar
maleficios malignos para los padres de la Iglesia.3
Según Guy Bechtel
en todos los tiempos han habido varones y mujeres que decían tener
poderes y practicar la magia. Desde sacerdotes hasta emperadores se
arrogaban el título de mago. Había funcionarios estatales que trabajaban
de adivinos o augures y se dedicaban augurar quien sería el vencedor en
la batalla. Eran los magos. La brujería, en cambio, ejercida por gente
de menor nivel cultural y económico, era vista como un subproducto de la
magia. La gente recurría a los brujos y brujas para ahuyentar la mala
suerte o mejorar las cosechas. En los principios se trataba de una
brujería benéfica. Las brujas o brujos practicaban la llamada magia
blanca. Esto se veía en occidente tanto como en Oriente: en la Antigua Roma, en la Antigua Atenas, en el Antiguo Egipto e incluso en Africa existían talismanes contra el mal de ojo, amuletos, hierbas mágicas y pociones. Recién con el cristianismo aparece el concepto de brujería como herejía religiosa ligado principalmente a las mujeres y el mago (magus) va dejando lugar al brujo (maleficus), con lo que el combate contra la magia se convierte en sinónimo de lucha contra el paganismo.3
Mientras que la magia fue una ceremonia practicada en la corte papal o
real por los llamdos nigromantes que utilizaban el conjuro para el
control de los demonios, los poderosos magos eran del sexo masculino.
Pero cuando los teólogos escolásticos condenaron estas prácticas al
sostener que si los demonios proporcionaban servicios al mago era porque
esperaban algo a cambio, cuando el mago-señor se transformó en bruja-
servil, el sexo del malhechor cambió y los brujos se convirtieron en su
gran mayoría en mujeres.4
Julio Caro Baroja5 propone diferenciar entre brujas y hechiceras.
Las primeras habrían desarrollado su actividad en un ámbito
predominantemente rural y habrían sido las principales víctimas de las
cazas de brujas en los años 1450-1750. En cambio, las hechiceras, conocidas desde la antigüedad clásica, son personajes fundamentalmente urbanos: un ejemplo característico en la literatura española es la protagonista de La Celestina de Fernando de Rojas.6 A diferencia de los practicantes de la magia culta, que alcanzó gran desarrollo en el Renacimiento,
tanto la bruja rural como la hechicera urbana pertenecían en general a
clases sociales marginadas, lo que las hacía más vulnerables a las
persecuciones. Se cree que las artes de brujas y hechiceras eran
transmitidas oralmente de generación en generación, por lo que todos los
testimonios acerca de sus prácticas proceden de autores ajenos y muy a
menudo hostiles a ellas.
La palabra española bruja es de etimología dudosa, posiblemente prerromana, del mismo origen que el portugués y gallego bruxa y el catalán bruixa. La primera aparición documentada de la palabra, en su forma bruxa, data de finales del siglo XIII.7 En 1396 se encuentra la palabra broxa, en aragonés, en las Ordinaciones y Paramientos de Barbastro.8
Es por eso que tenemos dos tipos de brujería: la antigua que aún subsiste y es la de los filtros amorosos y la adivinación o hechicería, y la demoníaca vinculada a los aquelarres y el diablo o brujería. En la mayoría de los idiomas se utilizan términos diferentes para cada una menos en el francés, idioma en el cual sólo existe sorcellerie para ambas. En inglés tenemos sorcery y witchcraft, en portugués feitiçaria y bruxaria, en italiano fattucchieria y stregoneria, en alemán se dice Kunts o Zauberei y Hexerei, mientras que en castellano decimos hechicería para la primera y brujería a la segunda.3
La distinción principal es que en la hechicería no existe un pacto
con el diablo. Mientras que la brujería utiliza hierbas, ungüentos y
alucinógenos para producir sugestión en sus víctimas, la hechicería usa
materiales empíricos.4
En el País Vasco y en Navarra se utilizó también el término sorgin (sorguín en su pronunciación en castellano), y en Galicia, la voz meiga.
En latín, las brujas eran denominadas maleficae (singular maléfica), término que se utilizó para designarlas en Europa durante toda la Edad Media y gran parte de la Edad Moderna. Términos aproximadamente equivalentes en otras lenguas, aunque con diferentes connotaciones, son el inglés witch, el italiano strega, el alemán Hexe y el francés sorcière.
Historia
La Antigüedad clásica
En las antiguas Grecia y Roma,
estaba extendida la creencia en la magia. Existía, sin embargo, una
clara distinción entre distintos tipos de magia según su intención. La
magia benéfica a menudo se realizaba públicamente, era considerada
necesaria e incluso existían funcionarios estatales, como los augures romanos, encargados de esta actividad. En cambio, la magia realizada con fines maléficos era perseguida.9 Se atribuía generalmente la magia maléfica a hechiceras (en latín maleficae), de las que hay numerosas menciones en numerosos autores clásicos.
Según los textos clásicos, se creía de estas hechiceras que tenían la
capacidad de transformarse en animales, que podían volar de noche y que
practicaban la magia tanto en provecho propio como por encargo de
terceras personas. Se dedicaban preferentemente a la magia erótica, aunque también eran capaces de provocar daños tales como enfermedades o tempestades. Se reunían de noche, y consideraban como sus protectoras e invocaban en sus conjuros a diosas como Hécate, Selene, Diana entre otras deidades.10
Probablemente las brujas más conocidas de la literatura clásica son dos personajes mitológicos, Circe11 y Medea. Las habilidades mágicas de ambas residen sobre todo en su dominio de las pócimas o filtros mágicos (phármakon, en griego). Medea, que se presenta a sí misma como adoradora de Hécate,12 se convirtió en el arquetipo de la hechicería en las literaturas griega y romana. Hay menciones de brujas en las obras de Teócrito, Horacio, Ovidio, Apuleyo, Lucano y Petronio, entre muchos otros. Estos autores hacen especialmente referencia a brujas que realizan magia de tipo erótico.
Relacionada con la creencia grecorromana en las brujas está la figura de la estirge,
un animal nocturno que es mitad pájaro mitad ser humano que se alimenta
de sangre (y que resulta también un precedente de la moderna figura del
vampiro).
Los escritores antiguos fueron a menudo escépticos acerca de las presuntas facultades de las brujas.
La brujería en el Antiguo Testamento
En el Antiguo Testamento, concretamente en el Éxodo, se prohíbe la brujería, y se establece que debe ser castigada con la pena de muerte: "A la hechicera no la dejarás que viva" (Éxodo 22:18). Es de notar que, al igual que en la Grecia y Roma clásicas, la brujería aparece como una actividad mayoritariamente femenina.
De otras citas bíblicas (Levítico 20:27, Deuteronomio 18:11-12), se desprende que la principal actividad de estas brujas bíblicas era la necromancia o invocación a los muertos. En el Primer Libro de Samuel (1Samuel 28:1-25) se relata la historia de la bruja de Endor, a la que Saúl, contraviniendo sus propias leyes, recurrió para invocar al espíritu de Samuel antes de una guerra con los filisteos.
Brujería y cristianismo
Los historiadores discuten el papel de la Iglesia católica en la caza de brujas y esto genera muchas controversias. Durante el siglo de las Luces aparecieron historiadores europeos que acusaban a la Iglesia y a la Inquisición, de la caza de brujas
porque las persecuciones habían sido en nombre de dios y habían sido
sacerdotes quienes inventaron la imagen de la bruja maléfica. Autores
católicos, posteriormente, reivindicaron el papel de la Iglesia
aduciendo que la creencia en las brujas no fue una invención de la
Iglesia. La controversia se mantiene.3
En 1829 el novelista francés Lamothe-Langon sostuvo que la tolerancia
hacia de las brujas por parte de la Iglesia cambió cuando la Iglesia
comenzó a perseguir las herejías cátara y valdense. Ambas concedían una gran importancia al Demonio. Para combatir estas herejías fue creada la Inquisición pontificia en el siglo XIII. En el siglo siguiente comienzan a aparecer en los procesos por brujería las acusaciones de pacto con el Diablo, el primer elemento determinante en el concepto moderno de brujería.
Si bien la actitud del cristianismo con respecto de algunas prácticas mágicas, tales como la astrología o la alquimia,
fue en ciertos momentos ambigua, la condena de la brujería fue
explícita e inequívoca desde los comienzos de la religión cristiana.
Si bien la creencia en la brujería como un viejo fenómeno universal,
recién es con el cristianismo que se comienza a perseguir las artes de
las brujas. El Código Teodosiano promulga, por primera vez, una ley en contra del ejercicio de la magia, en 429. En 534, el segundo Código de Justiniano prohíbe consultar a los astrólogos y adivinos por ser una «profesión depravada». El Concilio de Ancira o Concilio de Elvira, en 306, declara que matar a través de un conjuro es un pecado y la obra del demonio. El Concilio de Laodicea solicita, en 360, la excomunión de todo aquel que practique la brujería, la adivinación, la astrología o la magia.
En el siglo XI los jueces comienzan a interesarse en los que se desvían de la ortodoxia católica. Primero son perseguidos por herejes los gnósticos y los arrianos, luego los dualistas y los cátaros, con la acusación de ser traidores a Cristo y partidarios del Diablo.3
En la Alta Edad Media varias leyes condenaron la brujería, basadas tanto en el ejemplo del derecho romano como en la voluntad de erradicar todas aquellas prácticas relacionadas con el paganismo.
El primer caso de la quema de una bruja data de 1275 en Toulouse
—epicentro del catarismo—. El inquisidor Hugo Baniol condenó a una
mujer enajenada mental a la hoguera luego de que esta confesó haber
procreado un monstruo con un demonio. Doctores de la iglesia como San Buenaventura y Tomás de Aquino creían posible el encuentro carnal entre mujeres y demonios.13
Otros tempranos y escasos informes sobre la persecución de brujas datan de 1360 ejecutada por la justicia civil en Suiza y Croacia.14
Sin embargo, en esa época el poder judicial civil no estaba separado
del poder religioso. De los once territorios del Sacro Imperio Romano
Germánico donde la persecución fue más intensa en términos de cantidades
de brujas condenadas, siete eran católicos: Colonia, Maguncia,
Würtzburg, Bamberg, Tréveris, Eichstätt y Ellwangen, y allí mataban en
nombre de dios y las autoridades católicas estuvieron implicadas.3
La primera persona en estar en desacuerdo con este cambio de pensamiento fue el matemático y cardenal Nicolás de Cusa quien insistía en la no existencia de las brujas como seres que se transformaban en animales.15
Con la Reforma Protestante la situación de las brujas no cambió; al contrario, Martín Lutero
era un convencido sobre las existencia de los brujos e insistía en su
persecución, aunque no fue responsable de las hogueras como Calvino.
La primera persona que alzó su voz en contra de la cacería de brujas
fue el médico protestante Johann Weyer (1515-1588). En 1563 Weyer
concluyó que las principales acusadas de brujería eran mujeres ancianas
que según él sufrían de "melancolía".15
Contra la existencia de brujas se sumaron los también protestantes
Johann Jacob Wecker (1528-1586), Herman Witekind (1524-1603) y Johann
Ewich (1525-1588).
Dentro de la Iglesia Católica dos figuras destacan en la lucha contra
la caza de brujas: el español Alonso de Salazar y Frías y el jesuita
alemán Friedrich Spee.
En el año 1610, en la localidad de Logroño
se llevan a cabo el enjuiciamiento de presuntas brujas, episodio que se
conoce como el Juicio a las Brujas de Zugarramurdi. De entre los tres
inquisidores encargados del proceso se destacó la figura de Alonso de
Salazar y Frías. Salazar se opuso a sus dos colegas que estaban
convencidos de la culpabiliad de las supuestas brujas. En su informe al
Inquisidor General, Salazar concluye: "No hubo brujos ni embrujados
hasta que se empezó a hablar y escribir de ellos." Dicha investigación
contribuyó a la definitiva abolición de las quemas de brujas en todo el
Imperio Español.
Entre 1626 y 1631, en el paroxismo de la Guerra de los Treinta Años,
período en el cual se produjeron grandes matanzas, saqueos y terribles
hambrunas y en el cual se llegaron a darse episodios de canibalismo,
príncipes católicos que reconquistaban territorios luteranos, llevaron
adelante juicios masivos contra personas acusadas de brujas en la ciudad
de Würzburg y en las que fueron ejecutadas más de 1.000 personas, hombres, mujeres y niños, acusados de ser brujos.
A los juicios de Würzburg asistió el jesuita alemán Friedrich Spee
(1591-1635). Spee había tenido contacto con los pensamientos del
jesuita Adam Tanner (Innsbruck, c. 1572-Unken, 1632), profesor de la Universidad de Ingolstadt, quien en su libro Theologia Scholastica se oponía a los juicios por brujería.16
Spee actuó como confesor de muchos acusados de los Juicios de
Würzburg y concluyó que ninguna de las personas llevadas a la hoguera
era culpable de brujería. Spee fue un rebelde que tuvo que publicar su
obra Cautio Criminalis como autor anónimo, para protegerse, y sin
autorización de los superiores de su orden. Sppe se negó a renunciar a
la orden cuando se lo pidieron. El objetivo de Spee era detruir el Malleus maleficarum.17
Comienza al escrito diciendo que no discute la existencia de las brujas
pero de los condenados que confesó él mismo ninguno resultaba culpable
de brujería. En el libro en el que abogaba por el fin de los juicios por
brujería. Los juicios por brujería comenzaron a declinar en la Alemania
del siglo XVII.
El Cautio Criminalis cayó en manos del jesuita e inquisidor Francesco Albizzi
quien quedó muy impresionado por la obra y se convenció de la
brutalidad de las cacerías de brujas. Extremadamente duro con los
seguidores del astrónomo Galileo Galilei, a quienes persiguió, Albizzi tomó una dura postura en contra de la caza de brujas.
En 1631 Albizzi, por entonces nuncio apostólico en la ciudad alemana de Colonia, presencia con horror una quema de brujas:18
Nuestros ojos hubieron de contemplar un espectáculo terrible. A las afueras de muchas ciudades y aldeas vimos numerosas estacas a las que habían atado a pobres y desgraciadas mujeres para quemarlas por brujas.
Francesco Albizzi
En 1636, como inquisidores, Francesco Albizzi y el cardenal Marzio Ginetti se opusieron a la cacería de brujas desatada por el príncipe elector Fernando de Colonia.
Entre 1648 hasta 1651 de desata una cacería de brujas en la montañosa
y aislada región de los Grisones. Los juicios se llevaron en la ciudad
de Vaduz, actual Liechtenstein donde cerca de 100 «brujos» fueron ejecutados en la hoguera.19
En 1655 Albizzi logró rescatar a quince niños, hijos de los
ajusticiados en los Juicios de Vaduz, acusados de practicar brujería.
Los niños fueron amenazados con padecer "executio bestialis" si no
confesaban ser brujos, sin que ningún sacerdote confesor los asistiera.
Refugiados en Milán y bajo la protección de Albizzi, todos los niños llevaron vidas normales.20
Entre 1679 hasta 1682 se conforma un nuevo tribunal que condena a muerte a 200 personas por brujería. Una comisión enviada por Leopoldo I de Habsburgo y precedida por el Príncipe-obispo de Kempten,
determinó que los juicios fueron llevados a cabo por el señor local, el
conde Franz Carl von Hohenems, para quedarse con las propiedades de los
acusados.21
El total de 300 personas ejecutadas en los dos juicios representaba el
10% de la población del condado de Vaduz. El conde fue apresado y luego
de su muerte el obispo de Kempten vende las tierras a Juan Adán Andrés de Liechtenstein, cuya familia da nombre a la región.
El último juicio por brujería en Alemania tuvo lugar en Würzburg en 1749, pero en Suiza una niña fue ejecutada por bruja en el cantón protestante de Glarus en 1783.
En 1944 las medium Helen Duncan y Jane Rebecca Yorke
fueron las últimas mujeres en ser procesadas y encarceladas por el Acta
de Brujería de 1735, aunque no por ser brujas sino por engañar a la
gente haciéndoles creer que podían invocar espíritus. El Acta fue
derogada en 1951.22
En 1950, en la Alemania de posguerra, en la zona rural cercana a Luneburgo,
el próspero granjero Johannes Bading denunció que sus animales morían a
causa de un extraño gas que salía de la casa de un vecino. Bading
atribuyó esto a vecinos envidiosos que practicaban la brujería y el
propio Bading asesinó a una vecina con un instrumento de labranza
creyéndola bruja. Cerca de 15 casos de brujería se denunciaron ante los
tribunales de la región, ante la sorpresa e incredulidad de los jueces.23
La brujería en Europa durante la Edad Moderna
El concepto de brujería. Orígenes y desarrollo
A finales de la Edad Media empezó a configurarse una nueva imagen de
la bruja, que tiene su principal origen en la asociación de la brujería
con el culto al Diablo (Demonología) y, por lo tanto, con la idolatría (adoración de dioses falsos) y la herejía
(desviación de la ortodoxia). Aunque el primer proceso por brujería en
que están documentadas acusaciones de asociación con el Diablo tuvo
lugar en Kilkenny, Irlanda, en 1324-1325,24 sólo hacia 1420-1430
puede considerarse consolidado el nuevo concepto de brujería. Existen
variantes regionales, pero puede describirse una serie de
características básicas, reiteradas tanto en las actas de los juicios
como en la abundante literatura culta sobre el tema que se escribió en
Europa durante los siglos XV, XVI y XVII.
Las principales características de la bruja, según los teóricos del tema en la época, eran las siguientes:
- el vuelo en palos, animales, demonios o con ayuda de ungüentos,
- encuentros nocturnos con el Diablo y otras brujas en el sabbat o aquelarre,
- pactos con el Diablo,
- sexo con demonios (en forma de íncubos y súcubos) y
- la magia negra.
Esta idea de la brujería, predominante en la Edad Moderna
y base de las cazas de brujas, era alarmante en la época, ya que se
extendió la idea de que las brujas conspiraban para extender el poder
del Diablo. La caracterización negativa de las brujas comparte algunas
características con el antisemitismo (expresiones como «Synagoga Satanae», Sinagoga de Satanás, o «Shabat», para designar las reuniones nocturnas de las brujas), y tiene un fuerte carácter misógino.25
Aunque no todos los sospechosos de brujería eran mujeres (hubo un
significativo porcentaje de hombres procesados y ejecutados por delitos
de brujería), se consideraba a la mujer más inclinada al pecado, más receptiva a la influencia del Demonio, y, por tanto, más proclive a convertirse en bruja.
La misoginia de la Iglesia tuvo gran influencia en la creación de
este imaginario social sobre la bruja. La Iglesia no torturaba ni
quemaba a las brujas directamente, pero colaboró en gran medida en las
persecuciones al exaltar la imagen demoníaca de la mujer y avivar el
sentimiento de odio misógino que predominó hacia todo lo femenino en esa
época. La Iglesia acusaba a las mujeres de lascivas y sostenía su
inferioridad moral e intelectual. El poder judicial y el poder religioso
no estaban separados. La Iglesia no hizo nada para oponerse a la
persecución de las brujas, asistía a las ejecuciones y recién en 1657
condenó las persecuciones, cuando ya habían sido torturadas y asesinadas
miles de mujeres.3
La definición de la brujería como adoración al Diablo se difundió por toda Europa mediante una serie de tratados de demonología y manuales para inquisidores que se publicaron desde finales del siglo XV hasta avanzado el siglo XVII. El primero en alcanzar gran repercusión fue el Malleus Maleficarum ("Martillo de las brujas", en latín), un tratado filosófico-escolástico publicado en 1486 por dos inquisidores dominicos, Heinrich Kramer (Henricus Institoris, en latín) y Jacob Sprenger. El libro no sólo afirmaba la realidad de la existencia de las brujas, conforme a la imagen antes mencionada,26 sino que afirmaba que no creer en brujas era un delito equivalente a la herejía: «Hairesis maxima est opera maleficarum non credere» (La mayor herejía es no creer en la obra de las brujas).
Tanto el Malleus maleficarum como otros muchos libros que se publicaron en la época constituyeron el fundamento de la caza de brujas que se dio en toda Europa durante la Edad Moderna, especialmente en los siglos XVI y XVII, y que causó la muerte, según algunos cálculos de unas 60.000 personas.
Pacto con el Diablo
Se atribuía a los acusados de brujería un pacto con el Diablo. Se
creía que al concluir el pacto, el Diablo marcaba el cuerpo de la bruja,
y que una inspección detenida del mismo podía permitir su
identificación como hechicera.27
Mediante el pacto, la bruja se comprometía a rendir culto al Diablo a
cambio de la adquisición de algunos poderes sobrenaturales, entre los
que estaba la capacidad de causar maleficios de diferentes tipos, que
podían afectar tanto a las personas como a elementos de la naturaleza;
en numerosas ocasiones, junto a estos supuestos poderes se consideraba
también a las brujas capaces de volar (en palos, animales, demonios o
con ayuda de ungüentos), e incluso el de transformarse en animales
(preferentemente lobos).
La supuesta capacidad de volar también se asienta sobre algunos informes remitidos por los inquisidores a Felipe II tras su misión en Galicia. Tanto Felipe II como sus antecesores solicitaron a la Santa Inquisición
investigaciones sobre la veracidad de las leyendas populares en lo que a
la capacidad de volar se refiere. En los primeros informes se afirmaba
no haber encontrado nada que pudiera confirmar las historias populares,
pero las investigaciones posteriores cambiaron radicalmente y en los
siguientes escritos los inquisidores afirmaron haber visto volar a las
brujas y salir por las chimeneas con sus escobas.28
El aquelarre
Se creía que las brujas celebraban reuniones nocturnas en las que
adoraban al Demonio. Estas reuniones reciben diversos nombres en la
época, aunque predominan dos: sabbat y aquelarre. La primera de estas denominaciones es casi con seguridad29 una referencia antisemita, cuya razón de ser es la analogía entre los ritos y crímenes atribuidos a las brujas y los que según la acusación popular cometían los judíos. La palabra aquelarre, en cambio, procede del euskera aker (macho cabrío) y larre (campo), en referencia al lugar en que se practicaban dichas reuniones.
Según se creía, en los aquelarres se realizaban ritos que suponían una inversión sacrílega de los cristianos. Entre ellos estaban, por ejemplo, la recitación del Credo al revés, la consagración de una hostia negra, que podía estar hecha de diferentes sustancias, o la bendición con hisopo negro.30 Además, casi todos los documentos de la época hacen referencia a opíparos banquetes (con frecuencia también a la antropofagia) y a una gran promiscuidad sexual. Una acusación muy común era la del infanticidio, o los sacrificios humanos en general.
La principal finalidad de los aquelarres era, sin embargo, siempre según lo considerado cierto en la época, la adoración colectiva del Diablo,
quien se personaba en las reuniones en forma humana o animal (macho
cabrío, gato negro, etc). El ritual que simbolizaba esta adoración
consistía generalmente en besar el ano del Diablo (osculum infame).
En estas reuniones, el Diablo imponía también supuestamente su marca a
las brujas, y les proporcionaba drogas mágicas para realizar sus
hechizos.
Se creía que los aquelarres se celebraban en lugares apartados,
generalmente en zonas boscosas. Algunos de los más célebres escenarios
de aquelarres fueron las cuevas de Zugarramurdi (Navarra) y Las Güixas (cerca de Villanúa, en la provincia de Huesca) en España, el monte Brocken (mencionado en el Fausto de Goethe), en Alemania, Carnac en Francia; el nogal de Benevento y el paso de Tonale, en Italia.
Se creía también que algunos aquelarres se celebraban en lugares muy
lejanos de la residencia de las supuestas brujas, que debían por tanto
hacer uso de sus poderes sobrenaturales para desplazarse volando: por
ejemplo, se acusó a algunas brujas del País Vasco francés de asistir a aquelarres en Terranova.
Algunas fechas se consideraban también especialmente propicias para
la celebración de aquelarres, aunque varían según las regiones. Una de
ellas era la noche del 30 de abril al 1 de mayo, conocida como la noche de Walpurgis.
El vuelo
Se atribuía a las brujas la capacidad de desplazarse volando a los
aquelarres. Esta creencia se remonta, al menos, a la Antigüedad clásica,
aunque a menudo fue vista con escepticismo (por ejemplo, en el Canon episcopi
se afirma la absoluta falsedad de esta idea). Los procedimientos
empleados para volar varían según los diferentes testimonios: en el Canon episcopi,
por ejemplo, se hace referencia a la creencia de que las brujas se
desplazaban en animales voladores. Sin embargo, el medio de locomoción
más frecuente, y que como tal ha perdurado en la imagen actual de la
bruja, es la escoba.
El simbolismo de la escoba se ha interpretado de diversas formas. Para algunos autores se trata de un símbolo fálico[cita requerida],
lo que se relacionaría con la supuesta promiscuidad sexual de las
brujas. Otras teorías mencionan que la escoba pudo haber sido utilizada
para administrarse determinadas drogas. En cualquier caso, llama la atención al tratarse de un objeto relacionado casi exclusivamente con la mujer.
Con respecto a los vuelos de las brujas, las opiniones de los
teólogos de la época estuvieron muy divididas. Para algunos, tenían
lugar físicamente, en tanto que otros consideraban que se trataba de
ensueños inducidos por el Diablo. Modernamente se han relacionado con el consumo de ciertas drogas conocidas en la Europa rural, tales como el beleño, la belladona y el estramonio.
La metamorfosis
La cultura popular del norte de Europa atribuye a las brujas la transformación preferente en un gato negro.
En la cultura guatemalteca
se dice que algunas brujas realizan un ritual en el cual con unos pocos
movimientos del cuerpo vomitan el alma, logrando así el poder de
convertirse en cualquier tipo de animal.
Prácticas mágicas
Se acusaba a las brujas de la realización de hechizos mediante la magia negra, esto es, con fines maléficos. Mediante estos hechizos, lograban supuestamente hacer morir o enfermar a otras personas o al ganado, o desencadenar fenómenos meteorológicos que arruinaban las cosechas.
Interpretaciones de la brujería
Teoría del origen pagano
Una de las interpretaciones que más arraigo han conseguido en medios neopaganos, es la que hace a las brujas representantes de antiguos cultos paganos, anteriores al Cristianismo,
que sus perseguidores habrían identificado, errónea o
malintencionadamente, con la adoración al Diablo. La principal defensora
de esta teoría fue la inglesa Margaret Murray, que la expuso en tres libros: The Witch-cult in Western Europe (1921), God of the Witches (1933) y The Divine King in England (1954). Según Murray, la brujería deriva de una antigua religión neolítica,
en la que se practicaban sacrificios humanos (en gran medida, las
teorías de Murray están influenciadas por la obra clásica de James George Frazer, La rama dorada).
Según esta teoría, las "noches de brujas"" o sabbat corresponderían a las épocas del año en que, en el neolítico, se realizaban Ritos de Fertilidad para lograr que la naturaleza no muriera en el invierno y concediera buenas cosechas en el verano, el 31 de julio y el 1 de febrero.
De este modo, la brujería permanecía subterráneamente ligada a las
"religiones panteístas", concretamente de influencias germánicas y
celtas. Estas reuniones serían el residuo de los ritos femeninos griegos
y romanos al dios Baco y otros ritos de origen Tracio. Y las denominadas brujas serían las herederas de las sacerdotisas Bacantes tras la entrada del Cristianismo. El Macho cabrío parece corresponder más al "dios de la fertilidad" Pan y los "sátiros".
El punto de vista de Murray sobre la brujería resultó muy atractivo por el destacado papel que concedía a la mujer y a su sexualidad, y por lo que implicaba de resistencia contra la opresión de la Iglesia. Durante los años 30, surgió en el Reino Unido
un movimiento de recuperación de la brujería, en gran medida basado en
las teorías de Murray. Tuvo también una gran influencia en Gerald Gardner, autor del que puede considerarse el texto fundacional de la Wicca, Witchcraft Today (1954), cuyo prólogo fue escrito por Murray.
Las tesis de Murray, que gozaron de amplio crédito hasta la década de 1960, son hoy muy cuestionadas,31 ya que se basan en fuentes poco dignas de crédito (las confesiones de las propias brujas, a menudo realizadas bajo tortura).
La caza de brujas
Entre los siglos XV y XVIII se dio una persecución particularmente intensa de la brujería, conocida como caza de brujas. Esta persecución afectó a la práctica totalidad del territorio europeo, si bien fue particularmente intensa en Centroeuropa, en los estados semiindependientes bajo la autoridad nominal del Sacro Imperio Romano Germánico, y en la Confederación Helvética.
Los estudiosos actuales del tema dan una cifra aproximada de 110.000
procesos y 60.000 ejecuciones, a pesar de que cálculos anteriores
arrojaban cifras mucho más elevadas.
La caza de brujas tiene su origen en la Inquisición, tribunal creado por el Papado para perseguir la herejía, pero que a partir del siglo XIV comenzó a prestar atención al fenómeno de la brujería. La principal acusación contra las brujas era la de demonolatría, o adoración del Diablo, concretada ya en una obra clásica sobre el tema, el Malleus maleficarum ("Martillo de brujas"). Entre los siglos XVI y XVIII aparecieron numerosas obras de eclesiásticos y juristas acerca de este tema.
Contra lo que suele creerse, la mayor parte de los procesos por
brujería los llevaron a cabo tribunales civiles, y la Inquisición solo
tuvo un papel preponderante en los primeros años de la caza de brujas.
Los procesos tuvieron lugar por igual en países católicos y protestantes. En los territorios de religión ortodoxa, en cambio, las cazas fueron de intensidad mucho menor.
Durante estos procesos, se aplicó con frecuencia la tortura
para obtener confesiones, por lo cual los investigadores actuales
suelen manifestar cierto escepticismo acerca de lo manifestado en los
juicios por brujería.
Algunos procesos se han hecho especialmente célebres, como el de los Juicios de Salem, en los Estados Unidos, tema de la célebre obra Las brujas de Salem, del dramaturgo Arthur Miller publicada en 1953, que popularizó la expresión "caza de brujas" en relación con la Comisión de Actividades Antiamericanas del senador Joseph McCarthy (la época conocida como "macartismo"). Desde entonces, la expresión "caza de brujas" se aplica metafóricamente a cualquier persecución de tipo ideológico.
En España, la Inquisición dejó de perseguirlas a raíz del proceso contra las brujas de Zugarramurdi (segunda mitad del siglo XVII),
en el que los inquisidores se encontraron ante la posibilidad de tener
que quemar a varios miles de mujeres si resultaban condenadas.
Resolvieron la cuestión declarando que no tenían pacto con el diablo y
desde entonces no se quemó a ninguna otra.
En el siglo XVI Anton Praetorius (1560-1613), un pastor y teólogo calvinista alemán, luchó contra la persecución de brujas y la tortura en su obra Gründlicher Bericht, un informe completo acerca de la brujería y las brujas.
Silvia Federici, (Italia, 1948), en su libro Caliban y la bruja32
defiende la teoría según la cual "La caza de brujas está relacionada
con el desarrollo de una nueva división sexual del trabajo que confinó a
las mujeres al trabajo reproductivo" y en concreto con los inicios del capitalismo que requería aumentar el mercado de trabajo -potenciar el trabajo asalariado- y eliminando la agricultura de subsistencia
y cualquier otra práctica de supervivencia autónoma ligada en ocasiones
a tareas agrícolas en terrenos comunales. Federici sostiene que la
irrupción del capitalismo fue "uno de los periodos más sangrientos de la
historia de Europa", al coincidir la caza de brujas, el inicio del comercio de esclavos y la colonización del Nuevo Mundo. Los tres procesos estaban relacionados: se trataba de aumentar a cualquier coste la reserva de mano de obra.33
La brujería en otras culturas
Entre las diversas manifestaciones del chamanismo en el norte del continente americano, está el nagualismo (o nahualismo) mexicano, según el cual el brujo o bruja puede transformarse en su animal protector, que puede ser tanto volador como terrestre, doméstico como salvaje. En América del Sur, según la tradición de Chile y algunas zonas de Argentina,
la transformación de las brujas era principalmente en aves, aunque
también se mencionan otros animales; destaca un tipo de bruja o brujo al
que, al igual que los Calcu en la tradición Mapuche, se suponía la capacidad de convertirse en un mítico pájaro conocido como Chonchón. En Perú los chamanes suelen convertirse en animales de granja, como por ejemplo transformarse en cerdo o cabra.
Referente a la forma de vuelo que se les atribuía en el resto del mundo, en México creían en el nahualismo, acto por medio del cual las brujas practicantes de antiguos ritos prehispánicos podían convertirse o metamorfosearse en aves nocturnas como lechuzas o búhos; en el caso de Chile destacaba la creencia de que el brujo chilote contaba con un "macuñ" (del mapudungun makuñ: "manto"o "chaleco") hecho con la piel del pecho de un cadáver humano. Igualmente en este país y en Argentina
se les atribuía la capacidad del vuelo transformados en aves de "mal
agüero" (mala suerte), ejemplo de ello es la leyenda de la Voladora.
Las brujas en el folclore europeo
Su reflejo en la literatura infantil
La bruja tiene un papel esencial en los cuentos infantiles, como los recopilados por los Hermanos Grimm, en donde es el personaje malvado arquetípico. Las brujas de cuento más famosas son:
- La madrastra de Blancanieves, que intenta asesinar a ésta con una manzana envenenada;
- La bruja de La Sirenita (el relato de Hans Christian Andersen), que realiza un pacto por el cual le dota de unas piernas a cambio de su voz;
- La bruja de la casita de chocolate de Hansel y Gretel;
- La Baba Yaga del folclore ruso, reflejada en el relato homónimo de Aleksandr Nikolaievich Afanasiev, una vieja bruja que habita en una casa mágica que es capaz de caminar sobre patas de ave;
En la reciente literatura norteamericana también se recoge el mito de la bruja, pero ya no tienen por qué ser malvadas. Así, en El Mago de Oz aparecen dos brujas malvadas y dos bondadosas.
La belleza y la fealdad
Tradicionalmente se asocia la imagen de la bruja a una mujer anciana,
fea y especialmente desagradable. Sin embargo, se creía que entre sus
poderes estaba el de poder modificar su aspecto a voluntad, mostrándose
como una joven hermosa y deseable. La bruja utilizaría esta apariencia
para seducir a los hombres y llevarlos a la perdición.
Brujería en la cultura popular
En la mayoría de las series de televisión que tratan el tema de la
Brujeria, las brujas son presentadas como hermosas, buenas y heroínas.
Una de las primeras series televisivas en tocar el tema fue Hechizada, con Elizabeth Montgomery, seguida de series como La peor bruja, Sabrina, la bruja adolescente, Buffy la cazavampiros[cita requerida], Charmed y la británica Hex.
La buena imagen de las brujas también apareció en los comics, una de
las más conocidas es Wendy, la brujita buena, quién apareció en los
comics de Gasparín. Las brujas buenas también aparecieron en muchos trabajos literarios, siendo particularmente determinante Harry Potter y toda su serie, si bien no es ni la primera ni la última obra literaria que toca el tema de la brujería. H.P. Lovecraft
escribió muchos cuentos sobre brujería, generalmente en el estilo
clásico grotesco de bruja malvada y fea. También es malvada la Bruja
Blanca en la serie literaria cristiana Las crónicas de Narnia, no obstante las brujas son buenas y heroínas valientes que luchan contra un gobierno opresor en la serie de libros La materia oscura que comienza con La brújula dorada. Tanto la serie de Harry Potter, como La brújula dorada y Las crónicas de Narnia han sido llevadas al cine.
La literatura juvenil actual se suele desmarcar de esta visión, más basada en La Celestina,
para recrear otro bruja más agradable a la vista, pero igual de
peligrosa. Varios dibujantes han representado a las brujas como mujeres
jóvenes y dotadas de un enorme atractivo innato. Buenos ejemplos son las
numerosas damas que tratan de hechizar, utilizar o contratar a Conan el Bárbaro o la deslumbrante y turgente Reina Bruja de Anubis, que trató de seducir y hechizar al Capitán Trueno y al final, siguiendo la línea de no mostrar a la bruja como un ser malvado, dio su vida por la de la reina Sigrid, para verlos juntos antes de morir.
Películas sobre brujas hay muchas, tanto como villanas en Brujas y Hocus Pocus, glamorosas como en Las Brujas de Eastwick, ó en calidad de heroinas en las versiones filmicas de Harry Potter y La Brújula Dorada. También se tocó el tema desde el punto de vista del teen-drama en Jóvenes y brujas, aunque la película hace una visión negativa de la Brujería, curiosamente la actriz Fairuza Balk, protagonista de la película se convirtió a la Wicca en la vida real tras filmar Jóvenes y Brujas.
También se cita a las brujas en varias series anime (dibujo animado
japonés) como héroes o villanos dando como ejemplo la serie de anime Soul Eaterdonde
los protagonistas de la serie tienen como tarea la misión de eliminar
demonios y brujas, confiscando sus almas para el Dios de la Muerte o
Shinigami y así evitar el caos que estas causan al mundo y convertir a
sus armas en Death Scythe (Guadaña Mortal)un tipo de arma exclusiva para
el Shinigami. Otra de las historias relacionadas con las brujas en el
ambito del anime y el manga es Umineko no Naku Koro ni. Originalmente una Sound Novel,
cuenta la historia de Battler Uchiromiya, miembro de la acaudalada
familia Uchiromiya que cada año realizan una reunion familiar en su isla
privada Rokkenjima. Cuando una serie de macabros asesinatos comienzan a
ocurrir en la isla, todos culpan a la maldición de Beatrice La Bruja
Dorada, que según cuenta la leyenda había otorgado el capital inicial al
patriarca de la familia, sobre el cual este amasó su fortuna. En un par
de días todos en la familia, incluyendo a Battler, son asesinados. En
una especie de "purgatorio", Battler conoce a la Bruja Dorada Beatrice
en persona, la que lo reta a un juego. En este juego de ingenio, Battler
debe probar la inexistencia de la magia y de las brujas usando su
razonamiento lógico para probar que los asesinatos no fueron cometidos
por una bruja usando magia, sino por un humano común y corriente. De no
lograr desacreditar la existencia de la magia, los asesinatos en la isla
se perpetuarán por toda la eternidad.
Una tercera serie de anime es la de "el cazador de la bruja " [1]
(エル・カザド, Eru Kazado?), La historia se desarrolla de México a Perú y
narra como Nadie, una cazarrecompensas, encuentra a Ellis, una chica
sospechosa del asesinato de un prestigioso físico, de lo cual parece no
acordarse. Nadie acepta acompañar a Ellis en su viaje al sur, junto a
una misteriosa piedra que guiará su camino, y así encontrar la Ciudad
Eterna o "Wiñay Marka". De cerca las sigue L.A, un joven chico que espía
a Ellis porque la ama.
A lo largo de la historia Ellis descubrirá los secretos de su pasado
junto a Nadie, que también guarda los suyos propios. Mientras, el
Proyecto Leviathan continúa en pie presidido por Douglas Rosenberg el
cual quiere acabar con las brujas. Cerca de él trabaja Jody Hayward
(apodada Blue-Eyes), quien quiere destruir ese proyecto, y contrata a
Nadie para proteger a Ellis. En el juego de intrigas también parte
Ricardo, que es contratado por Rosenberg, y Lirio, una pequeña niña que
no habla y está bajo la protección de Ricardo.
El 40% de los casos judiciales de África central están relacionados estrechamente con la brujería.34
Referencias
- ↑ Cfr. Lewis, John: Antropología simplificada, SELECTOR, 1985 ISBN 978-968-403-041-1; p. 81: "Brujería
es la asociación de sí mismo con poderes sobrenaturales para fines
destructivos y antisociales. También se llama magia negra".. Véase también Delgado Ruiz, Manuel:La magia: La realidad encantada, 1992, p. 67: "la magia negra o maléfica,
habitualmente agrupada en sus expresiones bajo el difuso epígrafe de «brujería»".
- ↑ Han alcanzado gran popularidad las teorías de Margaret Murray, expuestas en tres libros (The Witch Cult in Western Europe, 1921; The God of the Witches, 1933; The Divine King in England, 1954), según las cuales las brujas eran realmente miembros de un culto precristiano, de orígenes prehistóricos. Sin embargo, existen fuertes argumentos contra estas teorías: entre ellos, el hecho de que no hay prueba alguna de que las brujas llegaran realmente a realizar reuniones nocturnas, como se les atribuye generalmente (ref: Levack, La caza de brujas en la Europa moderna, p. 43).
- ↑ a b c d e f g Bechtel (2001). «Capítulo 3: La bruja». Las cuatro mujeres de dios. Montevideo, editorial Zeta. ISBN 978-84-96778-78-8.
- ↑ a b Anna Armengol. «Realidades de la brujería en el siglo XVII: entre la europa de la caza de brujas y el racionalismo hispánico». Consultado el 27 de julio de 2012.
- ↑ Julio Caro Baroja: Las brujas y su mundo, Madrid: Alianza Editorial, 1968; p. 135.
- ↑ Esta distinción era además frecuente en la literatura española del Siglo de Oro: en El coloquio de los perros, Cervantes hace decir al perro Berganza (ref:El coloquio de los perros):
[...] he querido dejar todos los vicios de la hechicería, en que estaba engolfada muchos años había y sólo me he quedado con la curiosidad de ser bruja, que es un vicio dificultosísimo de dejar.
- ↑ Carmelo Lisón Tolosana, Las brujas en la historia de España, Madrid: Temas de Hoy, 1992, p. 25.
- ↑ Lisón Tolosana considera que el origen de la palabra puede encontrarse en el área pirenaica. En Gascuña y Béarn era también corriente el uso de una palabra etimológicamente relacionada, brouche. Debe tenerse en cuenta que en esta época el Languedoc y la Corona de Aragón eran áreas culturalmente muy relacionadas (ref: Carmelo Lisón Tolosana, op. cit., pp. 26-28).
- ↑ La prohibición de la magia antisocial se encuentra ya en la Ley de las XII Tablas (Tabula VIII). En la época de Sila se promulgó la Lex Cornelia de Sicariis et Veneficiis, que insiste en esta prohibición. Es interesante el hecho de que el delito de brujería (maleficium) se relaciona con el de envenenamiento (veneficium), sin duda porque en ambos se manipulaban drogas nocivas.
- ↑ Julio Caro Baroja, Las brujas y su mundo. Madrid: Alianza Editorial, 1968. Capítulo 2: "La hechicería grecolatina" (pp. 36-63).
- ↑ En el Canto X de La Odisea, Circe hechiza a los compañeros de Odiseo, transformándolos en cerdos
- ↑ "No, por la soberana a la que yo venero por encima de todas y a la que he elegido como cómplice, por Hécate, que habita en las profundidades de mi hogar, ninguno de ellos se reirá de causar dolor a mi corazón". (Eurípides, Medea, en Tragedias I. Madrid: Gredos, 2000; p. 87
- ↑ Enciclopedia católica
- ↑ Portal católico
- ↑ a b Witches and witch-hunts: a global history
- ↑ The witchcraft sourcebook
- ↑ Zaffaroni (2012). La cuestión criminal, pág.54. Buenos Aires, editorial Planeta. ISBN 978-950-49-2824-9.
- ↑ Breve historia de la brujería
- ↑ The period of the witch trials
- ↑ Spee and Tanner from the point of a Roman cardinal's inquisitor
- ↑ Hexenverfolgungen Liechtenstein, Fürstentum
- ↑ Britain's last 'witch' may be pardoned
- ↑ HEXEREI Bis das Blut kommt
- ↑ Levack, p. 70.
- ↑ Según Norman Cohn, el estereotipo negativo de la bruja tiene estrechos puntos de contacto con las imágenes igualmente negativas adjudicadas históricamente a herejes y a judíos. Para Cohn, el estereotipo puede incluso remontarse a la caracterización negativa que de los cristianos hacían en el siglo II escritores grecolatinos, que también los acusan de antropofagia, infanticidio y promiscuidad sexual (ref: Norman Cohn, Los demonios familiares de Europa).
- ↑ Al tratarse de un libro relativamente temprano, algunas características propias de la imagen de la bruja no están todavía reflejados en él. No hay referencias, por ejemplo, al osculum infame o a la marca del diablo (ref: Levack, p. 84)
- ↑ La creencia en la marca de la bruja se desarrolló tardíamente, a partir del siglo XVI, y fundamentalmente en el ámbito protestante (ref: Levack, p. 80)
- ↑ Como se afirma en el documental La España Herética de TVE.
- ↑ Aunque se inclina por la citada, Caro Baroja menciona una segunda etimología posible para la palabra: podría derivar de Sabacio, uno de los sobrenombres de Dioniso (ref: Julio Caro Baroja, op. cit., p. 120).
- ↑ Levack, p. 68.
- ↑ Margaret Murray: Who Believed Her and Why? (review), por Jenny Gibbons (en inglés)
- ↑ Caliban y la bruja, de Silvia Federicci, en Traficantes.net
- ↑ Capitalistas contra brujas, Público, 18/10/2010
- ↑ Muy interesante 2010 No. 08 Pag. 18
Véase también
Bibliografía
- Cardini, Franco: Magia, brujería y superstición en el Occidente medieval. Barcelona: Península, 1982. ISBN 84-297-1803-6.
- Caro Baroja, Julio: Las brujas y su mundo. Madrid: Alianza Editorial, 1968 (la reedición más reciente de este libro, de 2003, tiene el ISBN 84-206-7777-9).
- Bechtel (2001). Las cuatro mujeres de dios, la puta, la bruja, la santa y la tonta. Montevideo, editorial Zeta. ISBN 978-84-96778-78-8.
- Centini, Massimo: Las brujas en el mundo. Barcelona: De Vecchi, 2002. ISBN 84-315-2911-3
- Cohn, Norman: Los demonios familiares de Europa. Madrid: Alianza Editorial, 1987. ISBN 84-206-2269-9
- Federici, Silvia: Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Traficantes de sueños, 2010, ISBN: 9788496453517.
- Levack, Brian P.: La caza de brujas en la Europa moderna. Madrid: Alianza Editorial, 1995. ISBN 84-206-2814-X.
- Lisón Tolosana, Carmelo: Las brujas en la historia de España. Madrid: Temas de Hoy, 1992. ISBN 84-7880-219-3.
- Morgado García, Arturo, Demonios, magos y brujas en la España moderna. Cádiz: Universidad, 1999. ISBN 84-7786-638-4.
- Murray, Margaret: El culto de la brujería en Europa occidental. Barcelona: Labor, 1978. ISBN 84-335-2414-3.
- Tausiet, María: Abracadabra Omnipotens: magia urbana en Zaragoza en la Edad Moderna, Madrid: Siglo XXI, 2007. ISBN 978-84-323-1286-1.