R. A. López Ynoa
Barahona/Tomado de El Expreso del Sur
Tenía
en carpeta un análisis sobre el impacto de las ejecutorias que actualmente
realiza el gobierno en la región sur del país, particularmente, en la región Enriquillo,
pero he decidido dejarlo para otra ocasión para dedicar este espacio a una situación
que a todos los barahoneros nos mantiene sumamente preocupados, y me refiero a
las vacas realengas que a diario ponen en peligro la vida de quienes entran o
salen de esta ciudad desde o hacia Santo Domingo.
Por no decir el
riesgo de la vida de quienes transitan la zona nordeste, entiéndase, la
barriada de Blanquizales, el de los Maestros, los solares de Milton, entre
otros sectores de la ciudad. Y lo mismo
ocurre, aunque en menor medida, con el realenguismo vacuno en el centro de la
ciudad.
Ese ganado vacuno
parece no tener dueño, o dueños, y lo mismo da durante el día que durante las
noches. Ellas, las vacas, son las dueñas de las calles y de las carreteras de Barahona.
Esas vacas son las
matatanas y no hay quién las recoja convirtiendo el tramo carretero Cruce de
Cabral-Barahona y viceversa es un peligro público máxime cuando es la única
entrada a la ciudad.
El peligro es mayor debido a que los conductores van a velocidad de carretera.
El peligro es mayor debido a que los conductores van a velocidad de carretera.
Por suerte, a la
fecha no ha habido desgracias personales aunque a diario se reportan innúmeras situaciones en las que
ciudadanos y ciudadanas, funcionarios y gente común, han estado en riesgos de perder la vida, todo
por un ganado, o por una persona, que pareciera doblegarles el pulso a las
autoridades.
Y lo grave de la
situación es el pleno conocimiento que tienen las autoridades municipales de
este hecho y la indiferencia e indolencia que muestran dejando a la suerte la
vida de todos cuando bien pudiera evitarse la ocurrencia de una desgracia.
La acción de la
alcaldía local se limita a una cuña radial, pero nada más. Pareciera que se
está a la espera de la ocurrencia de alguna desgracia, de una muerte, para ponerle coto a la situación.
Ojalá no se llegue a
eso.