josé manuel nieves
Muchos esperaban que el cometa descubierto por astrónomos rusos cuando se encontraba cerca de Júpiter llegara a convertirse en uno de los mayores acontecimientos del siglo
El cometa ISON ha muerto/Tomado de abc.es
Han sido varios meses de espera y cientos de expectantes noticias publicadas en los principales medios de comunicación de todo el mundo. Semanas de incertidumbre y de esperanza a medida que el cometa se aproximaba a su «prueba de fuego». Muchos esperaban que ISON, el cometa descubierto hace poco más de un año por astrónomos rusos cuando se encontraba cerca de Júpiter, llegara a convertirse en uno de los mayores acontecimientos cósmicos del siglo, un espectáculo visto por la Humanidad apenas en un puñado de ocasiones a lo largo de su Historia.
Pero no ha sido así. Hace ya varios días, saltaba la alarma al comprobar que, poco antes de su máxima aproximación al Sol, el núcleo helado del ISON se volvía mucho más activo y brillante, un signo claro de descomposición debido a la acción de la radiación solar. Pero la confirmación oficial de su final se resistía, igual que las esperanzas de no haberlo perdido para siempre.
Tras su ocultamiento tras el Astro Rey, ha habido que esperar varios días para estar completamente seguros. Hasta ayer mismo, los más optimistas esperaban que por lo menos un fragmento del núcleo del cometa consiguiera sobrevivir al acercamiento suicida al Sol. Pero el ISON, según acaba de anunciar oficialmente la NASA, se ha vaporizado casi por completo.
A pesar de que el momento exacto de la «muerte» del ISON se desconoce, lo cierto es que al aparecer por detrás del disco solar, tras rodearlo, el cometa ya no estaba ahí. «Todo lo que quedaba -explica C. Alex Young, del Centro Goddard de la NASA»- era una nube de escombros sin núcleo».
Antes de su fatal acercamiento al Sol, el núcleo helado del cometa tenía un diámetro de 1,2 km. Pero esa enorme bola de roca helada llegó, el pasado 28 de noviembre, a estar a poco más de un millón de km. del Sol, lo que significa que tuvo que soportar temperaturas cercanas a los 2.700 grados centígrados.
Los investigadores han determinado que, durante su periplo solar, el cometa llegó a perder unos tres millones de toneladas de masa por segundo. Y a pesar de que numerosos astrónomos ya habían predicho que el ISON no resistiría unas condiciones semejantes, algunos siguieron manteniendo la esperanza de que por lo menos un fragmento considerable del núcleo lograra sobrevivir. No en vano el cometa era un veterano del espacio, con 4.500 millones de años de existencia.
En las próximas horas, la NASA emitirá un informe definitivo, con todo lujo de detalles. Entonces se conocerá con exactitud cómo y en qué circunstancias se ha producido la muerte del cometa más esperado de las últimas décadas.
Mientras, el investigador Karl Battams, del Centro de Investigación Naval de los Estados Unidos ha escrito incluso un breve obituario para este vagabundo espacial: «Nunca siguió lo establecido. ISON tuvo una vida dinámica e impredecible, alternando entre periodos de tranquila reflexión y violentas explosiones. Sobrevivió a varios billones de hermanos, y dejó tras de sí un legado sin precedentes para los astrónomos y la eterna gratitud de una audiencia global totalmente cautivada por él».