La imperecedera mesa del diálogo
por Carlos R. Altuna Tezanos/Tomado de El Biran NY
El pasado 8 de enero, la Comisión Bilateral República Dominicana-
Haití se reencontraban nuevamente en la ciudad de Ouanaminthe próxima a
Dajabón, casi simultáneamente en Islas Turcas y Caicos el primer
ministro Rufus Ewing, reclamaba a las autoridades haitianas hacer
mayores esfuerzos “para disuadir a su población de arriesgar la vida en
un intento por entrar en nuestras fronteras de forma ilegal”, mientras
en la capital dominicana el escritor Vargas Llosa, visitaba extrañamente
la Librería Cuesta en un gesto que podría tener diferentes
interpretaciones. ¿Altanería? ¿Provocación? ¿Notoriedad?
Desde siempre y
aún después de alcanzar la separación definitiva de Haití en 1844,
hemos aceptado y planteado que la mesa del diálogo es la alternativa
idónea para el entendimiento y la búsqueda de soluciones a los problemas
que históricamente han confrontado ambas naciones que cohabitan la Isla
de Santo Domingo.
Como prueba de ello, el primer intento diplomático para solucionar
diferencias entre ambas partes fue propuesto por el presidente
dominicano Ignacio María González, quien el 9 de noviembre de 1874 firma
un “Tratado de Paz, Amistad y Comercio” con Haití, en el cual se
planteaba el marco regulatorio para un estado de paz, comercio,
regulación de la navegación, asuntos relativos a sus ciudadanos y
aspectos diplomáticos importantes, además proponía “inmunidad de los
agentes consulares y el respeto de sus archivos”, anticipándose con esto
a la Convención de Viena sobre Asuntos Consulares del 24 de abril de
1963.
Aunque no se alcanzaron los objetivos anhelado por los dominicanos en
razón de los perennes inconvenientes de estabilidad y gobernabilidad en
Haití, persistimos en el práctica, firmando protocolos y convenios
hasta la llegada del gobierno de Trujillo.
Con el propósito principal de regularizar los límites fronterizos y
la inmigración ilegal desde 1929 a la fecha, los gobiernos dominicanos
han suscrito seis acuerdos con sus pares haitianos, resultando todos
ineficaces en sus propósitos y alcance por sus recurrentes
inconvenientes e incumplimientos, que con aparente intención de ocultar
sus problemas internos, sus diferentes gobiernos simplemente han
ignorados o aplican una especie de táctica dilatoria en su acatamiento
que el tiempo diluye como sal en el agua, tornándose en lacónicas letras
muertas.
Aunque han trascurrido más de 80 años, continuamos confiando
plenamente en el diálogo abierto y franco como única alternativa
civilizada de solución a las diferencias con nuestros vecinos, siempre
dentro un ambiente de confianza mutua y respeto de cada Estado.
Por eso retornamos a la mesa del diálogo, a pesar de un evidente acto
de irrespeto a nuestra soberanía, desde el pasado mes de septiembre el
Estado y por ende, el gobierno del presidente Danilo Medina, son
sometidos a una perversa y despiadada campaña de descredito, propiciada
claramente por las autoridades haitianas, sus amigos internacionales y
locales, cuyo objetivo es desconocer la sentencia 168-13 de nuestro
Tribunal Constitucional, el cual en un acto de independencia
institucional, busca regularizar el estatus migratorio de todo
extranjero residentes en el país.
Ignorando este legitimo derecho soberano, la cancillería haitiana ha
desplegado una guerra diplomática en contra del país, con el insólito
objetivo de que fuésemos condenados por la Unión Europea, Estados
Unidos, Canadá, CARICOM, ONU y la OEA, llegando al extremo de reclamar
recientemente a la República Bolivariana de Venezuela, nuestra expulsión
del acuerdo de Petrocaribe.
Ante esta acción, es fácil advertir que Haití utiliza hábilmente la
mesa del diálogo o los acuerdos consensuados, como un arma táctica para
ganar tiempo y encubrir sus propios problemas internos, mientras
continúa sin control un éxodo masivo hacia nuestro territorio. Con esta
ofensiva han logrado colocar al país en una situación embarazosa,
compleja y delicada, en la que evidentemente no tiene razón legal ni
legítima de sus reclamos injuriosos, aunque cuente con el apoyo y
solidaridad de actores insensatos, algunos de los cuales han dado la
espalda a su perpetua crisis cuando más lo han necesitado.
Cuánto cinismo, ingratitud, maldad y perversidad de esa oligarquía
haitiana gobernante en contra de quienes únicamente han tendido su mano
amiga y les acogen sin reservas, mientras otros les cierran sus puertas o
no los admiten ni les quieren en sus territorios. Pero gracias a
nuestra generosidad, sin darnos cuenta hemos creado un problema de
seguridad nacional.
Reconocemos que el presidente Medina ha enfrentado el conflicto con
mucho tacto y sensatez, sin dejar imponer prejuicios y resentimientos
ancestrales sobre el ineludible derecho soberano que nos asiste,
conociendo que nuestros argumentos evidencian la fuerza de la razón. Aun
así, y a sabiendas que este escenario nos coloca en una indiscutible
desventaja, porque quienes propician el diálogo y la calidad de los
veedores, previamente y después de la concertación han vertido
declaraciones condenatorias e intimidaciones sutiles contra el Estado
Dominicano, quien acoge y acepta la mesa de conversaciones como
mecanismo expedito para solucionar nuestro conflicto, pero jamás en base
a imposición de intereses espurios que atenten contra el interés
nacional.
fuente:http://www.listin.com.do