domingo, 19 de enero de 2014

CARLOS RAFAEL ALTUNA! La imperecedera mesa del diálogo, artículo de opinión

Carlos Rafael Altuna

La imperecedera mesa del diálogo

por Carlos R. Altuna Tezanos/Tomado de El Biran NY
El pasado 8 de enero, la Comisión Bilateral República Dominicana- Haití se reencontraban nuevamente en la ciudad de Ouanaminthe próxima a Dajabón, casi simultáneamente en Islas Turcas y Caicos el primer ministro Rufus Ewing, reclamaba a las autoridades haitianas hacer mayores esfuerzos “para disuadir a su población de arriesgar la vida en un intento por entrar en nuestras fronteras de forma ilegal”, mientras en la capital dominicana el escritor Vargas Llosa, visitaba extrañamente la Librería Cuesta en un gesto que podría tener diferentes interpretaciones. ¿Altanería? ¿Provocación? ¿Notoriedad? 


Desde siempre y aún después de alcanzar la separación definitiva de Haití en 1844, hemos aceptado y planteado que la mesa del diálogo es la alternativa idónea para el entendimiento y la búsqueda de soluciones a los problemas que históricamente han confrontado ambas naciones que cohabitan la Isla de Santo Domingo.

Como prueba de ello, el primer intento diplomático para solucionar diferencias entre ambas partes fue propuesto por el presidente dominicano Ignacio María González, quien el 9 de noviembre de 1874 firma un “Tratado de Paz, Amistad y Comercio” con Haití, en el cual se planteaba el marco regulatorio para un estado de paz, comercio, regulación de la navegación, asuntos relativos a sus ciudadanos y aspectos diplomáticos importantes, además proponía “inmunidad de los agentes consulares y el respeto de sus archivos”, anticipándose con esto a la Convención de Viena sobre Asuntos Consulares del 24 de abril de 1963.

Aunque no se alcanzaron los objetivos anhelado por los dominicanos en razón de los perennes inconvenientes de estabilidad y gobernabilidad en Haití, persistimos en el práctica, firmando protocolos y convenios hasta la llegada del gobierno de Trujillo.

Con el propósito principal de regularizar los límites fronterizos y la inmigración ilegal desde 1929 a la fecha, los gobiernos dominicanos han suscrito seis acuerdos con sus pares haitianos, resultando todos ineficaces en sus propósitos y alcance por sus recurrentes inconvenientes e incumplimientos, que con aparente intención de ocultar sus problemas internos, sus diferentes gobiernos simplemente han ignorados o aplican una especie de táctica dilatoria en su acatamiento que el tiempo diluye como sal en el agua, tornándose en lacónicas letras muertas. 

Aunque han trascurrido más de 80 años, continuamos confiando plenamente en el diálogo abierto y franco como única alternativa civilizada de solución a las diferencias con nuestros vecinos, siempre dentro un ambiente de confianza mutua y respeto de cada Estado.

Por eso retornamos a la mesa del diálogo, a pesar de un evidente acto de irrespeto a nuestra soberanía, desde el pasado mes de septiembre el Estado y por ende, el gobierno del presidente Danilo Medina, son sometidos a una perversa y despiadada campaña de descredito, propiciada claramente por las autoridades haitianas, sus amigos internacionales y locales, cuyo objetivo es desconocer la sentencia 168-13 de nuestro Tribunal Constitucional, el cual en un acto de independencia institucional, busca regularizar el estatus migratorio de todo extranjero residentes en el país.

Ignorando este legitimo derecho soberano, la cancillería haitiana ha desplegado una guerra diplomática en contra del país, con el insólito objetivo de que fuésemos condenados por la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, CARICOM, ONU y la OEA, llegando al extremo de reclamar recientemente a la República Bolivariana de Venezuela, nuestra expulsión del acuerdo de Petrocaribe.

Ante esta acción, es fácil advertir que Haití utiliza hábilmente la mesa del diálogo o los acuerdos consensuados, como un arma táctica para ganar tiempo y encubrir sus propios problemas internos, mientras continúa sin control un éxodo masivo hacia nuestro territorio. Con esta ofensiva han logrado colocar al país en una situación embarazosa, compleja y delicada, en la que evidentemente no tiene razón legal ni legítima de sus reclamos injuriosos, aunque cuente con el apoyo y solidaridad de actores insensatos, algunos de los cuales han dado la espalda a su perpetua crisis cuando más lo han necesitado.

Cuánto cinismo, ingratitud, maldad y perversidad de esa oligarquía haitiana gobernante en contra de quienes únicamente han tendido su mano amiga y les acogen sin reservas, mientras otros les cierran sus puertas o no los admiten ni les quieren en sus territorios. Pero gracias a nuestra generosidad, sin darnos cuenta hemos creado un problema de seguridad nacional.

Reconocemos que el presidente Medina ha enfrentado el conflicto con mucho tacto y sensatez, sin dejar imponer prejuicios y resentimientos ancestrales sobre el ineludible derecho soberano que nos asiste, conociendo que nuestros argumentos evidencian la fuerza de la razón. Aun así, y a sabiendas que este escenario nos coloca en una indiscutible desventaja, porque quienes propician el diálogo y la calidad de los veedores, previamente y después de la concertación han vertido declaraciones condenatorias e intimidaciones sutiles contra el Estado Dominicano, quien acoge y acepta la mesa de conversaciones como mecanismo expedito para solucionar nuestro conflicto, pero jamás en base a imposición de intereses espurios que atenten contra el interés nacional.