Las noches de Hollande
Disfrutar de una vida sentimental feliz y ordenada resulta,
por lo que estamos viendo, un privilegio del todo improbable: casi nadie
la tiene.
Muchos casados querrían dejar de estarlo, y numerosos solteros anhelan un compromiso que nunca llega. Así, con todo el mundo insatisfecho excepto los amantes, a quienes les basta con veinte minutos de vigorosos encuentros, los divorciados empiezan a ser mayoría. Dentro de poco ser convencional será estar felizmente separado, con uno, o más frecuentemente varios, ex cónyuges. Y será un milagro vivir, si eres hombre, con tus hijos.
Pero antes de que todo este nuevo marco nos engulla definitivamente, y parece a punto de hacerlo, disfrutemos, ojalá que como que se disfruta en París si eres presidente de la República. Ya ven, Sarkozy debía de tener unas noches -y algunos días- arrolladoramente apasionados; tanto, que hasta llegaba tarde a algunas recepciones oficiales porque Bruni y él estaban teniendo un momento de intensidad. Qué suerte.
Pero eso ya no es nada. El musculado ex presidente francés, que rompió su matrimonio con la bisnieta de Isaac Albéniz y se juntó, antes de que lo hiciera con la hermosa cantante, con la periodista de Le Figaro Anne Fulda, fue en el espinoso terreno del amor y su ejercicio poco menos que un angelito ingenuo comparado con su sucesor.
Hollande, crecido como crece uno al observar cómo las acciones propias -si fuéramos empresas- se disparan ante el formidable interés inversor, parece estar viviendo su momento de gloria. Tres chicas, tres, al menos tres que conozcamos, se mueren por sus huesitos y la generosa grasa con la que los cubre.
La segunda dama, como se conoce ya a Julie Gayet,tiene muy cabreada y triste a la primera, tanto que ésta lleva una semana en el hospital. Pero por muy dolida que esté ya parece que, como mínimo, exagera: ¿ingresar en el hospital por una infidelidad de tu pareja? Si todos lo hiciéramos se colapsarían -aún más- las Urgencias, y no habría camas disponibles en ningún lugar.
En cualquiera de los casos, las hormonas de Hollande parecen seguir disparadas. No es para menos, con tanto lío. Dicen -aunque él luego declinó ratificarlo- que Manuel Valls, el ministro del Interior, afirmó que su presidente se estaba comportando “como un adolescente”.
No parece muy desencaminado el mediático político francés de origen español. Desde luego, todo el mundo puede tener una vida sentimental tan ordenada o desquiciada como desee. Pero no es menos cierto que al presidente de una nación habría que exigirle la suficiente estabilidad emocional y la máxima concentración profesional, ya que su trabajo afecta a los millones de ciudadanos a los que gobierna.
Y las noches de Hollande, la verdad, en absoluto parecen albergar la tranquilidad y el sosiego que lo conducirían al ánimo de templanza y serenidad con el que conviene liderar un país. Eso sí: divertirse, seguro que se divierte.
Muchos casados querrían dejar de estarlo, y numerosos solteros anhelan un compromiso que nunca llega. Así, con todo el mundo insatisfecho excepto los amantes, a quienes les basta con veinte minutos de vigorosos encuentros, los divorciados empiezan a ser mayoría. Dentro de poco ser convencional será estar felizmente separado, con uno, o más frecuentemente varios, ex cónyuges. Y será un milagro vivir, si eres hombre, con tus hijos.
Pero antes de que todo este nuevo marco nos engulla definitivamente, y parece a punto de hacerlo, disfrutemos, ojalá que como que se disfruta en París si eres presidente de la República. Ya ven, Sarkozy debía de tener unas noches -y algunos días- arrolladoramente apasionados; tanto, que hasta llegaba tarde a algunas recepciones oficiales porque Bruni y él estaban teniendo un momento de intensidad. Qué suerte.
Pero eso ya no es nada. El musculado ex presidente francés, que rompió su matrimonio con la bisnieta de Isaac Albéniz y se juntó, antes de que lo hiciera con la hermosa cantante, con la periodista de Le Figaro Anne Fulda, fue en el espinoso terreno del amor y su ejercicio poco menos que un angelito ingenuo comparado con su sucesor.
Hollande, crecido como crece uno al observar cómo las acciones propias -si fuéramos empresas- se disparan ante el formidable interés inversor, parece estar viviendo su momento de gloria. Tres chicas, tres, al menos tres que conozcamos, se mueren por sus huesitos y la generosa grasa con la que los cubre.
La segunda dama, como se conoce ya a Julie Gayet,tiene muy cabreada y triste a la primera, tanto que ésta lleva una semana en el hospital. Pero por muy dolida que esté ya parece que, como mínimo, exagera: ¿ingresar en el hospital por una infidelidad de tu pareja? Si todos lo hiciéramos se colapsarían -aún más- las Urgencias, y no habría camas disponibles en ningún lugar.
Todos sabemos que en algún momento nos han puesto los cuernos
-seguramente lo habremos merecido-, y quienes no lo sepamos es que -tal
vez astutamente- no lo hemos querido saber, utilizando esa brillante
máxima del pensador Ramiro Calle -quién sabe si en serio o en broma- al
respecto de la infidelidad: “Si sé que mi mujer está en mi cama con otro
a las 7, yo no vuelvo a casa antes de las 9″.
Pero nadie se pasa una semana en
el hospital porque su pareja haya tenido uno -o los que sean- encuentros
con otro individuo. En ese contexto, más que el pataleo y el lloriqueo
en una clínica, que parece un lujo no necesariamente francés, procede
tomar decisiones, que oscilan entre el “vale, te perdono” de Hillary a
Bill Clinton al “lárgate: no te quiero ver más” de la modelo sueca Elin
Nordegren a Tiger Woods. En medio, sus matices.
Ségolène Royal, madre de los cuatro hijos de Hollande, Gayet y
Valérie Trielweller se juegan al crecidito presidente galo. Puede que
la ex candidata francesa ya no tenga un gran interés, pero ya se sabe
que igual que las ex son “para toda la vida” como decía Woody Allen,
también lo suele ser la atracción entre las ex parejas, al menos cuando
el post-matrimonio no es un infierno.En cualquiera de los casos, las hormonas de Hollande parecen seguir disparadas. No es para menos, con tanto lío. Dicen -aunque él luego declinó ratificarlo- que Manuel Valls, el ministro del Interior, afirmó que su presidente se estaba comportando “como un adolescente”.
No parece muy desencaminado el mediático político francés de origen español. Desde luego, todo el mundo puede tener una vida sentimental tan ordenada o desquiciada como desee. Pero no es menos cierto que al presidente de una nación habría que exigirle la suficiente estabilidad emocional y la máxima concentración profesional, ya que su trabajo afecta a los millones de ciudadanos a los que gobierna.
Y las noches de Hollande, la verdad, en absoluto parecen albergar la tranquilidad y el sosiego que lo conducirían al ánimo de templanza y serenidad con el que conviene liderar un país. Eso sí: divertirse, seguro que se divierte.