Tomado de abc.es
En este 2015 se cumplen siete décadas del desenlace del conflicto más sangriento. ‘Todos los países se vieron afectados, estuvieran en uno de los bandos o no’. Viajamos a aquellos días a bordo de un vehículo clave de la contienda: el tanque
VIRGINIA HERNÁNDEZ
GIULIO M. PIANTADOSI (VÍDEO) Enviados especiales a Reino Unido
Las guerras se resumen en cifras
mareantes e hitos sin alma. Números que encapsulan infinitas historias
vividas por semejantes, de los que cuesta escuchar la voz. Ver sus
caras. Notar sus miedos. La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se llevó
por delante cerca de 60 millones de personas y provocó un éxodo de
magnitud desconocida. Eso sí, nada inalcanzable 70 años más tarde,
cuando se cumplen siete décadas del fin de aquel conflicto. Las últimas
estimaciones de refugiados superan los 50 millones de entonces.
Aquel 1945 comenzaba con la liberación de Polonia y Hungría por parte de la Unión
Soviética, con el bombardeo en febrero de la histórica ciudad de Dresde
por parte de los Aliados que, se calcula, mató a 100.000 civiles sin
justificación militar alguna. Con Yalta, la conferencia de los que ya se
sabían vencedores, y la toma de Berlín. Continuaba en abril con la
liberación de los campos de concentración nazis y el suicidio de Adolf
Hitler, y la rendición alemana en mayo. Proseguía con la última gran
batalla en Okinawa y, en agosto, con las terribles bombas atómicas sobre
las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. La rendición de Japón terminaba
con la peor contienda de la Historia de la Humanidad.
Prisioneros de Dachau miran a través de las ventanas de la barbería. EM
Las reglas del mundo cambiaron y
del mismo modo que el dólar había destronado al oro como patrón de
cambio, los nuevos encargados de mover los hilos del poder eran los
miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, el organismo creado recién
acabada la guerra y que, siete décadas después, mantiene las mismas
normas.
“Todos los países se vieron
afectados por la Segunda Guerra Mundial, estuvieran en alguno de los
bandos o no”, explica el historiador Ian Kikuchi frente algunas de las
armas más paradigmáticas de aquellos días: un tanque ‘Sherman’, un avión
‘Spitfire’ británico o la carcasa de ‘Little boy’, exacta a la de la
bomba con la que el ‘Enola Gay’ devastó Hiroshima.
Estamos en el Imperial War
Museum de Londres y estos gigantescos artefactos, como el enorme águila
que los británicos arrebataron a los nazis, que todavía acongoja, siguen
imponentes como piezas de colección de unos años que supusieron la
barbarie. Aunque nuestra aproximación a estos aparatos es ahora similar a
la que tenemos ante un cuadro o una escultura, ahí están encerradas
esas historias reales sin voz de las que hablábamos al principio.
Batallas en tres dimensiones
“Es
una guerra que se libra en tres dimensiones, en el campo de batalla y
también en el cielo. Los tanques y los aviones juegan un papel muy
importante, especialmente cuando se utilizan juntos”, continúa Kikuchi,
que destaca “como muy remarcable el bombardeo de las ciudades”. De ahí
que más la mitad de los muertos fueran civiles, frente al 5% que perdió
la vida durante la Primera Guerra Mundial, y que Europa quedara
prácticamente en ruinas. Las reglas de la batalla habían cambiado. La
potencia de las armas, muy superior a lo que se había conocido hasta
entonces, hacía además que los soldados no supieran si ellos o sus
compañeros iban a estar vivos en la próxima media hora.
Vistá aérea de la ciudad de Dresde después del bombardeo. EM
En Dorset, en el suroeste de
Inglaterra, está Bovington Camp, la base de tanques del Ejército
británico desde la Gran Guerra. Allí se guarda el primer tanque, el
británico ‘Little Willie’, fechado en 1916 e ingeniado en esta base, que
sirvió de prototipo de los grandes acorazados que vendrían después. El
‘Pequeño Willie’ inicia una colección de más de 300 vehículos que llega
hasta en ‘Challenger II’ británico, utilizado en la última guerra de
Irak.
Entre los tesoros de este museo
están los tanques de la Segunda Guerra Mundial, incluido un ‘Tiger’
alemán, la gran joya. Es el único ejemplar del mundo en perfecto estado
de revista (sólo se fabricaron 1.300 y su coste equivaldría hoy a 30
millones de dólares por unidad) y se ha utilizado en el rodaje de
‘Corazones de acero’, la película protagonizada por Brad Pitt que
retrata los últimos días de la contienda desde un ‘Sherman’ americano
[VER ENTREVISTA CON EL ACTOR EN EL VÍDEO]. El director del Museo,
Richard Smith, llama al ‘Tiger’ su ‘Mona Lisa’. Los Aliados lo
capturaron en Túnez y se conservó para poder estudiarlo.
El tanque alemán ‘Tiger’
Su
diseño comenzó ante la insistencia de Hitler por la invasión soviética.
Llegó a ser un mito por su invencibilidad pero su alto coste (hoy
equivaldría a 30 millones de dólares) hizo que se construyeran unas
1.300 unidades [VEA EL GRÁFICO AL DETALLE]
Javier J. Barriocanal
“En 1940 los alemanes aceleraron
el ‘tempo’ de la guerra, sobre todo con los ‘Panzer’, la respuesta
alemana al T-34 ruso, mucho menos ergonómico. Para los británicos y los
franceses, los soldados de infantería habían sido los reyes del campo de
batalla, pero el Ejército alemán empieza a moverse a 40 kilómetros por
hora, a la velocidad del tanque. Se produce un cambio en el sistema de
lucha, ahora la misma tecnología está disponible para los dos bandos. Se
producen choques mayores entre los ejércitos, como los que hubo entre
Alemania y Rusia en el este”, explica Smith.
El tanque estadounidense ‘Sherman’
Ante
la amenaza de los carros alemanes, EEUU fabricó enormes cantidades de
‘Sherman’. Se pasó de las 50.000 unidades. Este tanque protagoniza la
película ‘Corazones de acero’ [VEA EL GRÁFICO AL DETALLE]
Javier J. Barriocanal
En este contexto, Smith vuelve
con su ‘Gioconda’, al que suelen poner en funcionamiento varias veces al
año para preservarlo: “Se necesitaban al menos tres ‘Sherman’ para
poder vencer a un ‘Tiger’. Era el tanque que mayor nivel de protección
ofrecía. No hay otro vehículo que se le pueda comparar. Los tanques
rusos, americanos y británicos no respondían tan bien de forma
individual, aunque sí lo hacían cuando había muchos de ellos”.
La difícil convivencia dentro de un tanque
Pero dentro de esos grandes
vehículos acorazados, espacios muy angostos, sobrevivían personas.
Tenían que luchar durante el día, hacer el mantenimiento del tanque por
la noche y a veces no dormir más de tres horas. Esperar a que llegara el
aprovisionamiento y utilizar ojivas u obuses vacíos para hacer sus
necesidades. “La situación era intensa, olorosa y sucia. No todos podían
ver fuera, así que era bastante aterrador y dependías literalmente de
tus compañeros”, añade el responsable del Museo del Tanque.
Algunas
veces para la gloria. Cuenta la experiencia de Joey Ekins, fallecido
2012 y al que conoció porque visitaba habitualmente las instalaciones.
Fue formado en Bovington y sirvió como artillero en un tanque ‘Sherman’
en la batalla de agosto de 1944 en la Baja Normandía. Tenía 21 años y se
había unido al Ejército británico como voluntario.
Churchill, Roosevelt y Stalin, en la Conferencia de Yalta, en febrero de 1945. EM
“El 8 de agosto se encontró
frente a frente con cuatro ‘Tiger’ y con Michael Wittman, uno de los
grandes personajes de la Segunda Guerra Mundial, conocido como el Barón
negro. Pertenecía a las SS y era el responsable de la destrucción de más
de 140 tanques. Joey fue valiente y en ocho minutos disparó cinco
obuses alcanzando tres de los objetivos. Wittman murió. La unidad de
Joey luchó y venció a la pieza armamentística más formidable que la
Historia haya visto”.
El actor Brad Pitt, que en la
película interpreta a un sargento al cargo de un ‘Sherman’, se reunió
con veteranos de guerra para comprender esos sentimientos. Compartió
charlas y entrenamientos. El equipo entró en un submarino nuclear para
interiorizar sensaciones claustrofóbicas. “Nos hizo sentirnos muy cerca
de ellos. Dejó esta experiencia con un gran respeto hacia estas
personas, porque tienen que sobrevivir en condiciones heroicas”, apunta
Pitt.
“La guerra es el infierno”, concluye el intérprete. Acontecimientos que suelen retratarse con cifras mareantes e hitos sin alma.