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Tomado de BBC Mundo
El muro estará compuesto por
una serie de predes más pequeñas. Una altura de 12,5 metros y una
extensión de más de 400 kilómetros.
Así será la gigantesca muralla
que el gobierno de Japón ha empezado a construir en la costa noreste del
país para protegerse ante un eventual tsunami.
Estará hecha de cemento y formada, en realidad, por una cadena de paredes más pequeñas, que harán más fácil su construcción.
La obra, cuyo costo ronda los
US$6.800 millones, quiere evitar un desastre como el de marzo de 2011,
en el que un maremoto provocado por un terremoto de 9º de magnitud en el
Océano Pacífico destruyó comunidades costeras enteras, la planta
nuclear de Fukushima y dejó un saldo de cerca de 19.000 muertos.
Quienes están a favor de este controvertido proyecto lo consideran una suerte de mal necesario.
También sostienen que creará al
menos por un tiempo -se estima que la construcción se demorará alrededor
dos años- puestos de trabajo.
Los que se oponen, no sólo
consideran que arruina completamente el paisaje sino que también daña
los ecosistemas marinos y perjudica a la industria pesquera.
Pero cuán útil es una muralla de hormigón a la hora de defender a una comunidad vulnerable de la brutal fuerza de un tsunami.
¿Es este un sistema realmente efectivo?
Lea: Japón recuerda a las víctimas del tsunami en el cuarto aniversario del desastre
Los peligros de confiar en la tecnología
Según diversos expertos, si bien
reduce la potencia del impacto y por ende, el nivel del daño, puede
crear una suerte de falsa confianza.
De hecho, muchos de los que
perecieron o desaparecieron en el último tsunami no prestaron atención a
las advertencias del peligro.
El tener un muro hará que muchos no estén pendientes de las advertencias de un tsunami, dicen críticos del proyecto.
Si bien la falta de
infraestructura básica puede ser catastrófica en los países en
desarrollo, la dependencia extrema de esta clase de protección puede
hacer que la gente se sienta demasiado segura, señaló Margareta
Wahlstrom, directora de la Oficina de la ONU para la Reducción de
Riesgos en Desastres.
“Hay una fe exagerada en la
tecnología como solución, pese a que todo lo que hemos aprendido nos
muestra que el conocimiento y la intuición de la propia gente es lo que
hace la diferencia y, la tecnología, de hecho, nos hace un poco más
vulnerables”, dijo Wahlstrom durante una conferencia la semana pasada en
Sendai, Japón.
Akie Abe, esposa del primer ministro japonés, Shinzo Abe, manifestó en el pasado la misma preocupación.
En su opinión, las paredes harán
que los residentes de las ciudades costeras no estén atentos a las
señales de un tsunami en el futuro y, además, son costosas de mantener.
Vea: Los desplazados de Fukushima dudan si alguna vez regresarán a casa
Eficacia bajo la lupa
Muchos dudan de su eficacia.
“Lo más seguro es que la gente
viva en sitios más elevados y que sus hogares y lugares de trabajo estén
en zonas diferentes. Si hacemos eso, no necesitaremos la gran muralla”,
le dijo a la agencia AP Tsuneaki Iguchi, alcalde de Iwanuma, una ciudad
que quedó bajo las aguas en el último tsunami.
Y, la evidencia en cuanto a su utilidad, no es contundente.
Akie Abe, esposa del primer minsitro japonés, Shinzo Abe, manifestó en el pasado su oposición al muro.
En 2011, la localidad de Fudai,
en el noroeste de la isla, escapó el azote de las olas gracias un
sistema de compuertas y un muro que le debe su existencia a un alcalde
que atravesó de joven la experiencia de un maremoto e hizo de la
construcción de un muro una de sus prioridades.
El proyecto, iniciado en los
años 70, fue duramente criticado como un gasto innecesario. Pero gracias
a él, Fudai se mantuvo de pie.
Sin embargo, en Kamaishi, en la
prefectura de Iwate, un gran muro que demoró tres décadas en construirse
a un costo de US$1.600 millones, colapsó durante el tsunami de 2011 y
dejó a la ciudad totalmente indefensa.
Pero aunque las obras de la
muralla ya está en marcha, lo cierto es que ningún proyecto de
construcción podrá eliminar por completo la necesidad de protegerse de
las manifestaciones violentas de la naturaleza.
“Lo que quiero enfatizar”,
señaló Takeshi Konno, alcalde de la pequeña ciudad costera de
Rikuzentakata, según cita la agencia AP, “es que no importa qué es lo
que la gente intente crear, no le ganará a la naturaleza. Por eso
nosotros los humanos tenemos que encontrar una forma de coexistir con
ella”.
“Hay que escapar cuando hay peligro. Lo más importante es salvar tu vida”.
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