Hugh Schofield BBC, París
Tomado de BBC Mundo
El poeta Yeats encontró en Maud Gonne una musa. Irlanda, una heroína.
Maud Gonne jugó un papel clave
en la lucha por la independencia en Irlanda, pero su vida estuvo marcada
además por una tragedia privada.
Fue el dolor que siguió a la
muerte de su hijo, de apenas 2 años: en este drama personal se inspiró
un poema inédito del gran poeta irlandés W.B. Yeats. Y en el hecho de
que, en su despesperación, Maud Gonne protagonizó un episodio insólito
para intentar que el niño se reencarnara en otro.
Lo hizo mediante una práctica
que por entonces algunos creían un ritual efectivo: teniendo relaciones
sexuales sobre la tumba de su hijo.
Según las nociones de
espiritismo y ocultismo a las que se había vuelto aficionada, ello
permitía recrear el alma del niño muerto en una nueva criatura,
concebida con el mismo padre, mediante un proceso de metempsicosis o
transmigración espiritual.
La activista Gonne (en la foto, la más alta) acompañó las protestas tras la muerte de prisioneros políticos en Dublín, en marzo de 1921. Mirando Irlanda desde Francia
Además de mística, Maud Gonne
fue actriz, activista, feminista y también musa inspiradora de Yeats,
quien la inmortalizó en algunos de sus versos más famosos.
Gonne trabajó por la causa de
Cumann na mBan, una organización paramilitar de republicanas irlandesas,
además de ayudar a las víctimas de la violencia junto a la Cruz Blanca
de Irlanda.
Después de que el Estado Libre
irlandés se estableció, en 1922, Maud Gonne siguió siendo una figura
relevante en la política de ese país y en la lucha por los derechos
civiles.
Pero los años anteriores a su etapa pública están cubiertos por un halo de misterio.
Su marido, Millevoye, era obviamente un reemplazo de la figura paterna. Era 16 años mayor que Maud
Deirdre Toomey, académico especializado en Yeats
Thomas, el padre de Gonne, era
un capitán de las fuerzas armadas británicas, y durante parte de la
niñez de su hija se mudó con su familia a Irlanda. Así se tejió el
vínculo de Maude con la historia irlandesa.
Más tarde, la joven fue enviada a
Francia para continuar su educación. Una tía adinerada que vivía en
París la presentó en los círculos de la alta sociedad francesa de la
época.
Maud apenas estaba saliendo de
la adolescencia cuando su padre murió y no mucho después inició una
relación amorosa con un político francés de derecha llamado Lucien
Millevoye.
“Millevoye era obviamente un
reemplazo de la figura paterna. Era 16 años mayor que ella”, apunta
Deirdre Toomey, académico especializado en Yeats.
Millevoye tenía una postura
fuertemente anti-británica y alentó el creciente sentimiento de
hostilidad de Maud contra la injerencia de la monarquía en Irlanda.
Majestuosa, fuera de este mundo…
Muy alta, de pelo color bronce, con un perfil destacado y una piel
bella. Era una belleza ‘a la fin-de-siecle’, al estilo de una valquiria
Así describió el poeta Yeats a su musa Maud Gonne
Maud viajaba regularmente a
Irlanda y vio de primera mano las huelgas de los trabajadores y las
expropiaciones en la campiña. Estaba cada vez más convencida de que su
futuro estaba en la oposición a los intereses ingleses que interferían
en la política irlandesa.
Luego, el 30 de enero de 1889, en el londinense Bedford Park, tuvo su primer encuentro con el joven poeta William Butler Yeats.
Relación obsesiva
Yeats quedó inmediatamente
fascinado con la joven. De acuerdo a su biógrafo, R. F. Foster, Maud
Gonne le pareció “majestuosa, fuera de este mundo… Muy alta, de pelo
color bronce, con un perfil destacado y una piel bella. Era una belleza a
la fin-de-siecle, al estilo de una valquiria”.
Fue el inicio de una obsesión mutua que duraría medio siglo.
Pero lo que Yeats no sabía –y no
descubriría sino hasta mucho más tarde- es que menos de tres semanas
antes de ese intenso primer encuentro, Gonne había dado a luz a un niño.
Se llamaba Georges, había nacido en París y era hijo de Lucien Millevoye.
El poeta irlandés mantuvo una relación intensa con Maude durante cinco décadas.
Gonne, de carácter complicado si
los había, inicialmente mantuvo en secreto la existencia del niño.
Cuando el poeta lo descubrió, ella insistió en que no era suyo, sino que
había sido adoptado.
Es sorprendente cuán ingenuo se
mostró Yeats respecto del niño de Gonne. Debe haber querido creer lo que
ella decía, que el hijo era adoptado
“Es sorprendente cuán ingenuo se
mostró Yeats respecto del niño de Gonne. Debe haber querido creer lo
que ella decía, que el hijo no era de ella”, opina Toomey.
Pero Georges murió dos años y medio más tarde. No se sabe cómo, aunque se cree que probablemente haya sido por meningitis.
La próxima vez que Yeats y Gonne
se encontraron fue en Dublín, en octubre de 1891. Y ella estaba
destrozada: deshecha en lágrimas por el hijo fallecido.
En los dos años que siguieron,
una apesadumbrada Gonne se dejó arrastrar hacia lo más profundo del
ocultismo y el espiritismo, dos universos que eran de suma importancia
para Yeats.
La ansiada reencarnación
Muchos años más tarde, en sus
memorias, Yeats recordó que Gonne reiteradamente preguntaba sobre la
posibilidad de la reencarnación en su círculo de amigos.
Uno de ellos, el escritor y
místico George Russell, le aseguró que era posible recrear el alma de un
niño muerto si sus padres hacían “lo que era necesario”.
La historia siguió así en un
mausoleo de piedra blanca en un cementerio del pequeño pueblo de
Samois-sur-Seine, 50 kilómetros al sudeste de París.
Samois-sur-Seine fue el refugio de Maud Gonne y el lugar de entierro de su hijo Georges.
Maud Gonne solía alquilar una
casa allí para escapar del bullicio de París y cuando Georges murió
decidió enterrarlo en el cementerio local.
Había heredado una buena suma de
dinero tras la muerte de su padre, que usó para pagar por una capilla
conmemorativa, la más grande del camposanto. En la cripta debajo se
colocó el ataúd del niño.
A finales de 1893, Gonne retomó el contacto con Lucien Millevoye, de quien se había separado tras la muerte de Georges.
Le pidió encontrarse en
Samois-sur-Seine. La pareja primero entró a la capilla, luego abrió la
puerta de metal sobre el suelo que llevaba a la cripta.
Descendieron por la escalera de
metal, los cinco o seis escalones. Y allí, al lado del cajón de su niño
muerto, mantuvieron relaciones sexuales.
La confirmación histórica
Ahora, ¿cómo es posible saber esto?
La evidencia la aporta Yeats. En
sus memorias póstumas, publicadas en 1972, el poeta revela que Gonne
misma le había contado la historia.
El cementerio donde había sido enterrado el pequeño Georges fue el escenario para el encuentro de Maud con su exmarido.
“Gonne y Yeats tuvieron siempre
una relación muy cercana”, confirma Warwick Gould, otro académico
especializado en el autor irlandés.
“Y no podemos imaginar una razón
por la cual ella fuera a inventar una historia así. Es demasiado
extraña y demasiado personal. Pero coincide con lo que sabemos de su
constante interés en el tema de la reencarnación”.
Si el alma de Georges logró
reencarnarse o no es materia de análisis para los metafísicos. Lo cierto
es que, en agosto de 1894, Maud Gonne tuvo otro bebé.
Una niña esta vez, llamada Iseult. La educó con dedicación, pero la relación entre ambas siempre fue extraña.
Años después, Maud se negó a llamarla “hija” en público, presentándola como una prima o pariente.
Ya adulta, Iseult tuvo un
romance con Ezra Pound y se casó con el controvertido novelista
australiano-irlandés (y simpatizante del nazismo) Francis Stuart.
Falleció en 1954, un año después que su madre.