Tomado de elmundo.es
El presidente de la FIFA, acosado por la corrupción, dimite por sorpresa apenas cuatro días después de salir reelegido en Zúrich
Se compromete a organizar un Congreso Extraordinario a la mayor brevedad posible para elegir a su sucesor
Seguirá al menos seis meses en el cargo y planea reformas
EDUARDO J. CASTELAO
Actualizado:02/06/2015 18:54 horas
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Por sorpresa, apenas cuatro días
después de salir reelegido en Zúrich, el hombre, casi anciano (79
años), salpicado por un buen puñado de escándalos de corrupción y, no
conviene olvidarlo, asediado también por los principales líderes del
mundo occidental, dijo basta. Joseph Blatter deja la FIFA. Renuncia al
cargo y en las próximas elecciones, nunca antes del mes de diciembre, su
nombre no estará en la lista de candidatos.
Eran las 18.48 horas. La FIFA
había anunciado una rueda de prensa, así en general, para las 18.00,
pero su presidente no compareció hasta tres cuarto de hora más tarde.
Tres minutos de palabrería y, en francés, el idioma en el que se siente
más cómodo, anunció: “La FIFA necesita una profunda revisión. Aunque
tengo el respaldo de sus miembros [ganó las elecciones del pasado
viernes porque se retiró su rival], siento que no tengo el respaldo de
todo el mundo del fútbol. Por todo ello, he decidido dimitir de mi cargo
en un congreso extraordinario donde también se elegirá a un nuevo
presidente”.
En ese momento, el universo casi
se para. La figura de Blatter se había convertido en la última semana
en el muñeco sobre el que gravita una lucha que trasciende al fútbol. A
un lado, Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Europea. Al otro,
Rusia y, más en el fondo, Qatar. Como escenario, los Mundiales de 2018 y
2022, perdidos por los primeros, ganados -con muchas sospechas- por los
segundos. Sobre Blatter había hablado Barak Obama, Angela Merkel, David
Cameron, Vladimir Putin… “Es mi profunda preocupación por la FIFA la
que me lleva a tomar esta decisión”, insistió quien habita en el rector
del fútbol mundial desde 1975. Puede que sea verdad. Pero puede que no.
Es más, casi seguro que no.
No es difícil imaginar que esas
voces públicas de los principales líderes del mundo occidental son la
sábana de otros intentos de persuasión no tan públicos. Como tampoco es
cuestionable que los escándalos de corrupción tenían, tienen, cada vez
más cercado al bueno de Sepp. Porque, pese a que la Fiscalía de Suiza se
apresuró a decir que no estaba siendo investigado, el martes amaneció
con una información de The New York Times en la que se señalaba
directamente a la mano derecha de Blatter, el francés Jerome Valcke.
Decía el periódico norteamericano que Valcke fue el encargado, en 2008,
de realizar transacciones por valor de 10 millones de dólares desde la
propia FIFA, relacionadas con la trama de corrupción descubierta la
semana pasada, dos días antes de la reelección de Blatter, y que
contempló siete detenciones en el Baur au Lac, el hotel de lujo donde se
alojaban todos los prebostes de la FIFA.
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El organismo se apresuró a
explicar que esa transacción -que terminó en cuentas controladas por
Jack Warner, ex presidente de la CONCACAF detenido- la hizo Julio
Grondona, ya fallecido, que procedían del Comité Organizador del Mundial
de Sudáfrica -uno de los Mundiales investigados por EEUU- y que tenían
justificación -algo peregrina, las cosas como son, pues hablaba de un
programa de reagrupación de jugadores en el Caribe-. En resumen, el
acecho era cada vez más grande y la salida que ha encontrado Blatter ha
sido la dimisión. Una dimisión de aquella manera, porque una lectura
detenida de su discurso pone sobre la mesa varias cuestiones:
Que va a seguir siendo presidente de la FIFA hasta que llegue ese Congreso Extraordinario.
Que esa cita no se producirá nunca antes de diciembre de este año -entre diciembre de 2015 y marzo de 2016, según confirmó después la propia entidad-.
Que en este tiempo piensa afrontar una serie de reformas resumidas en la reducción del Comité Ejecutivo, en la comprobación directa por parte de la FIFA de la integridad moral de sus miembros (hasta ahora lo hacían las Confederaciones) y en limitar -no especificó cuánto- los mandatos tanto del presidente como de los miembros del Comité (que son quienes eligen, por ejemplo, las sedes de los Mundiales).
Por supuesto, las reacciones
fueron inmediatas, y casi todas de celebración. Nathalie Vandystadt,
portavoz de la Comisión Europea en asuntos de deportes, dijo que era un
“paso importante”, pero advirtió: “Esperamos un proceso de cambio para
restaurar la confianza y crear un sistema sólido de gobierno para el
fútbol”. Es este organismo, la UE, uno de los más satisfechos. El lunes,
la Comisión dijo que era el momento de cambiar la FIFA, una maniobra
más en la guerra diplomática que, de la mano de EEUU, está librando con
Rusia por el conflicto en Ucrania. Después de las sanciones económicas,
de la expulsión del G-8, el trasfondo del Mundial 2018 emerge como punto
clave. Sabe la UE que el fútbol puede ser un arma de propaganda más
efectiva que cualquier rueda de prensa. Rusia no dijo nada tras la
dimisión. Ya había dicho bastante la semana pasada, cuando Putin afirmó
que las detenciones de los miembros de la FIFA buscaban que el Mundial
de 2018 “no se celebre en Rusia”.
También reaccionaron, por
supuesto, muchos presidentes de Federaciones, la mayoría de ellas
europeas, cuya confederación, la UEFA, ya pidió en su momento el voto
para el Príncipe Ali de Jordania, rival de Blatter en las elecciones del
pasado viernes. “¡Vamos a celebrarlo!”, dijo, el más directo, Greg
Dyke, el presidente de la Federación inglesa, aunque fue también autor
de una frase enigmática. “Esperemos que no sea una cortina de humo”. Se
refería, claro, a estos meses, bastantes, en los que seguirá al frente
de la FIFA. También Platini admitió que era “una decisión valiente”.
@EJCASTELAO
Así fue el anuncio de la dimisión
“He estado reflexionando
profundamente sobre mi presidencia y sobre los 40 años en los que mi
vida ha estado inextricablemente unida a la FIFA y al gran deporte del
fútbol. Aprecio la FIFA más que nada y sólo quiero hacer lo mejor para
la FIFA y para el fútbol. Me sentí obligado a presentarse a la
reelección, porque pensaba que era lo mejor para la organización. Esa
elección ha terminado, pero no así los retos de la FIFA, que necesita
una profunda revisión.
Aunque tengo el respaldo de los
miembros de la FIFA, siento que no tengo el respaldo de todo el mundo
del fútbol, los fans, los jugadores, los clubes, la gente que vive,
respira y ama el fútbol tanto como todos nosotros hacemos en la FIFA.
Por todo ello, he decidido dimitir de mi cargo en un congreso
extraordinario para la elección (de un nuevo presidente). Seguiré
ejerciendo mis funciones como presidente de la FIFA hasta esa elección.
El próximo Congreso ordinario de
la FIFA tendrá lugar el 13 de mayo 2016 en la Ciudad de México. Esto
crearía demoras innecesarias y voy a instar al Comité Ejecutivo para
organizar un Congreso Extraordinario para la elección de mi sucesor a la
primera oportunidad. Esto tendrá que hacerse de acuerdo a los estatutos
de la FIFA y hay que dar tiempo suficiente para que los mejores
candidatos se presenten a sí mismos y puedan hacer campaña. Como yo no
seré un candidato, y por lo tanto ahora soy libre de las limitaciones
que imponen las elecciones, inevitablemente, seré capaz de concentrarme
en objetivos a largo plazo, como las reformas fundamentales que
trascienden nuestros esfuerzos anteriores.
Durante años, hemos trabajado
duro para poner en las reformas administrativas lugar, pero para mí está
muy claro que, si bien éstos esfuerzos deben continuar, no son
suficientes. El Comité Ejecutivo está integrado por representantes de
confederaciones sobre los cuales no tenemos control, pero de cuyas
acciones la FIFA es considerada responsable. Necesitamos un cambio
estructural muy profundo. El tamaño del Comité Ejecutivo debe reducirse y
sus miembros deben ser elegidos por el Congreso de la FIFA. Las
comprobaciones de integridad para todos los miembros del Comité
Ejecutivo deben centralizarse a través de la FIFA y no a través de las
confederaciones. Necesitamos establecer límites temporales no sólo para
el presidente, sino para todos los miembros del Comité Ejecutivo. He
luchado por estos cambios antes y, como todos saben, mis esfuerzos han
sido bloqueados.
Esta vez, voy a tener éxito. No
puedo hacer esto solo. He pedido a Domenico Scala que supervise la
introducción y aplicación de estas y otras medidas. El señor Scala es el
Presidente Independiente de nuestra Comisión de Auditoría y
Cumplimiento elegido por el Congreso de la FIFA. Él también es el
Presidente del Comité Electoral y, como tal, se encargará de supervisar
la elección de mi sucesor. El señor Scala goza de la confianza de una
amplia número de personas dentro y fuera de la FIFA y tiene todo el
conocimiento y la experiencia necesarios para ayudar a abordar estas
importantes reformas.
Es mi profunda preocupación por
la FIFA y por sus intereses lo que me ha llevado a tomar esta decisión.
Me gustaría dar las gracias a todos los que siempre me han apoyado de
una forma constructiva y leal como Presidente de la FIFA, y que han
hecho tanto por el juego que todos amamos. Lo que me importa más que
nada es que cuando todo esto haya terminado, el fútbol será el ganador”.