REPORTAJE
Gary Griffit, el ministro de Seguridad Nacional de Trinidad y Tobago,
miembro del del bloque, cuyo gobierno puso en lista de deportación a más
de 110 mil inmigrantes, en su mayoría haitianos, lanzó esta
advertenciaa a los ilegales en esa nación: "Si usted es un inmigrante
ilícito, sea de Africa, El Caribe o Marte, usted está violando la
Ley"...
Castigados.
Miles de haitianos intentan huir cada día de Haití a causa del hambre y
la miseria que azota a ese país miembro del Caricom, tomando rutas en
el mar hacia naciones de ese bloque donde se implementan estrictas
políticas migratorias y sufren de arrestos y repatriaciones.
Guillermo Pérez Santo Domingo/Tomado de Listin Diario
De
entre los más de 10 millones de habitantes que cohabitan en las pardas
estepas y colinas del territorio de Haití, la Comunidad del Caribe
(Caricom) escogió con privilegios, hace poco, en un extraño paso que
desfigura su invocado desvelo por ese país, a un puñado de empresarios y
diplomáticos, eximiéndoles del requisito de visas para entrar a ese
bloque de naciones.
Un
movimiento raro, porque al resto de los haitianos, que forman la masa
más grande de emigrantes hacia esa región, ese bloque de naciones del
Caribe y antiguas colonias británicas le ha negado el privilegio de
libre tránsito, convirtiendo a Haití en el único país miembro al que ha
objetado para ese beneficio.
Con
estas trabas discriminatorias, los haitianos quedan sin opciones para
escapar de las prolongadas miserias en su país. Solo hay dos rutas
naturales para que los migrantes alcancen terreno en cualquier nación
asociada al Caricom: A través del mar o por vía aérea. Pero ahora hay un
problema, un problema muy grande: esos dos tramos les han sido
estrictamente cerrados.
Mientras
estas naciones requieren de visas al pueblo haitiano para entrar a sus
territorios, a aquellos individuos con capitales a la orden para
operaciones empresariales, transacciones e inversiones de capitales,
igual que a personajes del mundo diplomático, les liberan de tales
restricciones de viaje.
Las
pruebas están sobre la mesa. De sus prácticas y conductas hay aportes
de evidencias que indican que en el bloque de Comunidad del Caribe no
quieren a haitianos pobres y hambrientos viviendo en sus comarcas.
Buscan cercanía y contactos para hacer negocios.
Por
eso, durante los últimos años, los países asociados han radicalizado
sus políticas migratorias y las repatriaciones de haitianos. Los
consideran una carga a sus quebradizos presupuestos y un peligro para la
seguridad de sus comunidades.
Simplemente,
no los quieren. Ni siquiera Bahamas, en sus más de 600 islas
deshabitadas, de su conjunto de 700 espacios de tierra firme. Si se
lanzan a la mar, los persiguen, los capturan, los encierran y los
expulsan. Y si optan por la vía aérea, el fracaso está adelantado. El
requisito de visas es un truco, un cálculo para negarles su ingreso.
Se
les ha tratado con tanta injusticia que en las notas oficiales sobre
visitantes los colocan en el mismo caso de países tan lejanos como
Afganistán, Albania, Argelia, Angola, Bangladesh, Bosnia, República de
África Central, Chad, Etiopía, India, Nigeria, Pakistán, Suiza, Taiwán,
Tailandia, Ucrania y Zaire.
La
discriminación y desprecio por Haití, por parte de estos países del
Caricom, es evidente. No solo se niegan a eliminar el requisito de
visas, sino que guardan silencio ante otro caso de privilegio y
discriminación: De los 15 países que conforman ese armazón de naciones,
Haití incluido, solo a los ciudadanos de nuestro vecino se les requiere
de visas para entrar a países de Europa.
Las
fascinaciones del Caricom con Haití son solo una coartada para fines
estratégicos, de competencia y negocios, en cuyo camino se les cruza la
República Dominicana con una economía en su mejor pujanza, amparada por
fundamentos de cooperación y buena hermandad con sus socios,
específicamente con el país haitiano.
Al
Caricom le interesan más los negocios con Haití que preocuparle los
gritos de hambre y las carencias de servicios esenciales para la vida de
la gente en sus comarcas, ensortijadas entre la aspereza de sus páramos
desolados y polvorientos.
Con
la política de restricción de visas a los haitianos, los gobiernos del
Caricom han completado la última fase de evitar que les llegue mucha
gente desde Haití por vía área, mientras extienden un cordón de
vigilancia en los mares para interceptarlos y, en caso de que logren
alcanzar las costas de sus territorios insulares, las fuerzas de
patrullas los arresta en calles y en sus viviendas y luego los pone de
regreso a su país.
Para
los países del Caricom, Haití le ofrece una migración masiva a través
de sus mares, crean malestar con la delincuencia, llevan enfermedades,
crímenes, delitos, y les agotan buena parte de sus adelgazados
presupuestos. Están decididos a sacar a los haitianos sin papeles de sus
calles y vecindarios. Cuando Barbados decidió beneficiar a empresarios y
diplomáticos haitianos con pase libre a esa nación, dejó bien claro que
era solo para un puñado de ricos con capacidad para hacer negocios.
Igual
hizo el primer ministro de San Cristóbal y Nieves y expresidente del
Caricom, Denzil Douglas, cuando dijo esto: “Estamos dando paso a la
exoneración de visas para que los empresarios haitianos puedan moverse
libremente sin obstáculos por Caricom”.
El
presidente Michell Martelly ha hecho ruegos al organismo y le ha pedido
termine con la discriminación de no otorgar visas para que sus
ciudadanos gocen de los mismos privilegios que los de otros estados
integrados.
Mientas
tanto, y aunque la migración ilegal haitiana hacia ese bloque de
naciones ha continuado, las redadas por mar y en tierra siguen en curso.
Tras
adoptar nuevas reformas de sus sistemas migratorios, los países del
bloque ven a los haitianos como un serio problema para el avance de sus
proyectos de desarrollo. Las quince naciones miembros del Caricom son
Bahamas, Trinidad y Tobago, Antigua y Barbuda, Barbados, Santa Lucía,
Belice, Dominica, Granada, Guyana, Haití, Jamaica, Montserrat, Sant
Kitts and Nevis, San Vicente y las Granadinas, Suriname.
Los
países nunca han presentado, desde la fundación de su organismo en
1973, con el Tratado de Chaguaramas, en Trinidad y Tobago, planes
viables para regular la situación de los haitianos en sus islas y
ayudarles a aliviar sus penurias, a pesar de ser oriundos de un país
miembro de pleno derecho.
Contrario
a esto, sus países tienen una política bien definida: cerrar todas las
vías de acceso a la migración haitiana y expulsarlos de cualquier rincón
que ocupen en sus territorios. Su solidaridad con Haití tiene doble
filo: Por un lado, forzar a la República Dominicana a abrir su frontera y
acogerlos en masa, mientras ellos los expulsan.
Con
esto les impiden zarpar con dirección a sus islas y siembran confusión
sobre una inexistente campaña de racismo, xenofobia y violación de
derechos humanos contra los haitianos.
RD desata recelos por turismo
El Caricom tiene, en conjunto, más de 16 millones de habitantes, con un
Producto Interno Bruto (PIB) de poco más de 100 mil millones de dólares
y un PIB per cápita de 6 mil dólares.
Haití,
un miembro de pleno derecho del Caricom, fue exaltado hace 17 años al
estribo de ese bloque de 15 excolonias inglesas, holandesas y francesas.
Con más de 10 millones de habitantes y una superficie de 27, 750
kilómetros cuadrado, pero con una perdida de casi toda su cobertura
vegetal, el más afectado por la degradación del suelo en el continente,
tiene la renta per cápita más baja de todo el hemisferio occidental. Es
el país más pobre de toda América.
Aunque
la llegada de Haití al Caricom le abrió una puerta de esperanzas,
cuando sufrió el devastador terremoto de 2010 sus consocios no dieron la
cara.
Allí si estuvo presente República Dominicana, llevándole aliento espiritual y asistencia material.
Entre
los países y organismos multilaterales que asumieron compromisos con la
reconstrucción del país vecino, en el marco de la Cumbre de Donantes
sobre Haití, las naciones del Caricom no asumieron compromisos de ayuda.
En
la estructura integradora del Caricom no hay un solo país de habla
hispana y República Dominicana, que ha aspirado a ser parte de este, ha
encontrado resistencia entre sus miembros.
Situada
como la novena economía de América Latina, ha registrado un ascenso
importante durante los últimos 12 años. Su Producto Interno Bruto
Nominal era de US$20,432 millones en 2003 y llegó a US$61,223 millones
en 2013. Un salto de US$40,791 millones de dólares de diferencia en una
década próspera para la economía. El poder de la economía dominicana
tiene una fuerza contundente en la región. Es más grande que todo el
conjunto del Caricom.
Con
esos méritos, dejar entrar a República Dominicana a la Comunidad del
Caribe, y al Tratado de Libre Comercio con Costa Rica, firmado en
Kingston, Jamaica, el 9 de marzo de 2004, parece haber causado recelos
en algunos gobiernos de ese ente, por temor a poner en riesgo las
operaciones comerciales de algunas islas ante el crecimiento sostenido
del comercio y la economía dominicana.
Tres
de estas naciones insulares, San Vicente y las Granadinas, con su
ministro Ralph Gonsalves a la cabeza; Trinidad y Tobago, con su ministra
Kamla Persad-Bissessar al frente, y Haití, con su presidente Michel
Martelly en primera línea, han liderado durante los últimos dos años una
ensañada campaña de descrédito internacional contra el país,
aprovechando la sentencia 168-13 del TC que allanó el camino para una
reforma migratoria que define el estatus de todos los extranjeros que
han vivido en condición irregular en la nación.
Usando
ese fallo constitucional, inapelable, como pretexto, el Caricom se
erigió como defensor de Haití en todos los foros, emitió resoluciones de
condena contra el país y a finales de noviembre de 2013 suspendió la
solicitud dominicana para adherirse al bloque regional, “hasta que ese
país tome medidas para resolver el conflicto migratorio con Haití”.
Pero
esa postura del bloque de aparente solidaridad con Haití contradice su
práctica ante la empobrecida nación vecina. Su línea de denuncias y
acusaciones contra el país no tiene nada que ver con alegada protección a
derechos humanos o rechazo a presuntas repatriaciones.
Lo que está oculto
Con esto solo pretende tocar las fibras sensitivas de los turistas,
basado en el desleal propósito de desviar el flujo de visitantes que son
atraídos cada año al país por las bondades dominicanas y las novedosas
ofertas de su briosa industria turística, tentando provocar una caída
estrepitosa que beneficiaría a sus mercados receptores.
Durante
años recientes, la caída de las operaciones turísticas en la mayoría de
esas islas, cuya fuente principal de ingresos es el turismo, ha sido
evidente, en tanto muestra cada vez sus desventajas ante el crecimiento
sostenido de ese renglón en la República Dominicana. Mientras las
inversiones extranjeras han estado manteniendo una línea de crecimiento
en el país, una crisis financiera ha estado azotando durante los últimos
años las economías de algunas islas del Caricom dependientes del
turismo, obligando a los hoteles a cerrar o reducir su nómina de
personal. Solo durante el último lustro las visitas turísticas llegaron a
caer hasta 9% en Barbados, 13% en Antigua y Barbuda y 15% en las
Bahamas, según estadísticas de la Organización Caribeña de Turismo.
Sus
gobiernos han estado bastante preocupados por este problema, que ha
causado una baja sustancial en la inyección de fondos a sus
presupuestos.
Mientras
tanto, la pujanza del país en el renglón turismo está demostrada en las
estadísticas más recientes presentadas por la Caribbean Tourism
Organization, específicamente de 2014, y ya en el medio término de este
año camina en la misma dirección de supremacía en ese actividad frente a
las comunidades del Caricom.
Cifras lo explican todo
Las visitas de turistas a los países del Caricom, durante el año 2014,
fue la siguiente: Antigua & Barbuda, 249,316; Bahamas, 1,421,860 ;
Barbados, 519,598; Belize, 321,217; Dominica, 81,472; Granada, 133,521;
Guyana, 205,824; Haití, 465,174; Jamaica, 2,080,181; Montserrat, 8,804;
Saint Lucia, 338,158; San Kitts & Nevis, 104,730; San Vicente y las
Granadinas, 70,713; Suriname, 251,611; Trinidad & Tobago, 412,537;
Islas Turcas y Caicos, 368,164.
La
República Dominicana no es miembro activo del organismo, pero terminó
liderando el mercado con una recepción de 5,141,377 visitantes. Sus más
cercanos competidores fueron Bahamas y Jamaica. Esta puja del turismo
criollo constituye una amenaza para las economías de algunos estados del
bloque, que en forma sistemática y en sintonía con sus problemas
financieros, han aprovechado la reforma migratoria dominicana,
desencadenando una campaña de condenas y denuncias sobre presunta
xenofobia y apatridia contra haitianos.
Esa
campaña se ejecuta en tres frentes para ganar dos propósitos: Denigrar y
desacreditar al país por “xenofóbico y racista”, forzarlo a aceptar a
miles de haitianos, y legalizarlos, aun sin sus actas de identidad,
generar antipatías adversas en los mercados emisores de turismo y
desviar hacia sus destinos el elemento básico que da fortaleza a la
economía nacional: los turistas.
La
puja del turismo criollo constituye una amenaza para las economías de
algunos estados del bloque, que en forma constante, y en sintonía con
sus problemas financieros, han aprovechado la reforma migratoria
dominicana para desatar una campaña de denuncias y condenas por presunta
xenofobia y apatridia contra los haitianos.
UNA CAMPAÑA DESDE TRES FRENTES
La campaña contra la República Dominicana se desarrolla desde tres
frentes, en los cuales resalta siempre la actuación abierta, y en
algunos casos escurridiza, del impredecible gobierno haitiano. Esa
campaña se desarrolla desde tres frentes, enfocada en dos propósitos:
Denigrar y desacreditar al país por “xenofóbico y racista”, forzarlo a
hacerse cargo de los inmigrantes ilegales haitianos, y legalizarlos, aun
sin sus documentos de identidad personal, un derecho legítimo de los
ciudadanos que el gobierno de Haití ignora, convirtiendo a miles en
apátridas en su propia tierra, generar sentimientos adversos en los
mercados emisores de turismo y desviar hacia sus destinos el elemento
humano primario que aporta más fortaleza a la economía: los turistas.
La
presión para que la República Dominicana abra sus fronteras es un
cálculo de estrategia: Con las puertas abiertas de par en par para que
“entren to’ “, los mares de las naciones del bloque estarían más
despejados de inmigración ilegal, protegerán sus presupuestos de un
atasco y, después caer en el descrédito y provocar alejamiento de los
turistas, las habitaciones hoteleras y playas de esos pequeños estados
volverían a atestarse. Todo a costa de infamias.
Bahamas: 2030 sin ilegales
El gobierno de Bahamas ha ido más lejos que todos sus socios en el
Caricom en relación a sus planes ante la inmigración ilegal en sus 24
islas habitadas.
El
contenido de un informe del Departamento de Estadísticas de Bahamas,
intitulado “Proyecciones de Población 2010-2040”, dado a conocer por su
directora, Kelsie Dorsett, muestra los propósitos radicales del gobierno
de ese archipiélago para acabar por siempre las inmigraciones ilegales.
El
informe establece que la política migratoria del gobierno de Bahamas,
que ha seguido repatriando a haitianos, proyecta que para el año 2030
esa inmigración ilegal llegará a cero.
En nombre de Cristo... "El refugiado"
La distorsión de los hechos sobre lo que ocurre en el país con el caso
haitiano encontró eco en la Conferencia Episcopal de las Antillas,
integrada por 19 arzobispos y obispos de las islas integrantes del
Caricom.
El
30 de noviembre de 2013, la Conferencia envió una carta al cardenal
Nicolás de Jesús López Rodríguez expresándole, su “dolor y profunda
preocupación por las decenas de miles de nuestros hermanos y hermanas y
sus hijos en el hermano país caribeño de la República Dominicana”.
En
esa carta, los obispos instaron a la Conferencia Episcopal Dominicana,
“en nombre del Evangelio y de Cristo, que era un refugiado, que ustedes
hagan todo lo posible para trabajar por los derechos humanos y la
dignidad de aquellos que han sido privados de sus derechos”.