Orlando Gil
@orlandogildice/Tomado de Listin Diario
LAS
GANAS.- Los seguidores de Leonel Fernández quieren pelear, y quieren
pelear después que se suponían recogidas las casas de campaña y que cada
ejército había vuelto a sus faenas habituales.
Temen que los acuerdos
no se cumplan, sin darse cuenta de que no pueden cumplirse hasta por
razones ajenas a las partes. ¿Acaso no acordaron mantener fuera de las
altas cortes sus dificultades y amarres? Ese aparte, para poner un
ejemplo, se cayó solo o empujado por un peledeísta de las bases que
elevó una instancia al Tribunal Superior Electoral. El organismo le dio
ganancia de causa, aparentemente, y de esa manera quedó sin efecto uno
de sus entendimientos. El documento que firmaron los integrantes del
Comité Político, y que sirvió para superar un impasse, no era absoluto, y
menos la palabra de Dios. Eran quince puntos, y al eliminarse uno,
ahora catorce. Algo parecido suponen los chuscos ocurrió con Moisés y
los 10 mandamientos. Que bajando del Monte Sinaí, resbaló, y se le
rompieron o extraviaron algunas de las Tablas de la Ley…
EL
PRÍNCIPE.- A Leonel Fernández, propios y extraños, lo llamaban El
Príncipe, y no porque llevara como presidente una vida fastuosa, sino en
reconocimiento a sus habilidades de poder. El personaje de Nicolás
Maquiavelo reencarnado y en acción. Pues bien, a Danilo Medina, ni
propios ni extraños, lo consideran para tanto, pero como Fernández y él
pudieron haber leído los mismos libros, o pertenecen a la misma escuela
(aunque sea en la negación) de Juan Bosch, los textos del florentino les
vienen a la medida. Escribió Maquiavelo, con su lógica implacable: “No
debe, pues, un príncipe ser fiel a su promesa cuando esta fidelidad le
perjudica y han desaparecido las causas que le hicieron prometerla”. Los
leonelistas quieren sacar más ventajas de las acordadas, y para lograr
el objetivo andan con el credo en la boca, como si fueran perredeístas y
no peledeístas. Los danilistas tendrán que preguntarse, a su vez, si no
desaparecieron las razones que dieron lugar a las promesas…
LOS
TAMBORES.- Los últimos movimientos, y por igual declaraciones de
dirigentes de la categoría de Franklyn Almeyda, tienen la clara
intención de alterar el nuevo orden. De borrar la impresión de que todo
anda bien en el PLD y de hacer ver que antes que consenso, el ánimo es
de confrontación. Estos pronunciamientos hacen las veces de los tambores
en las películas de Tarzán. No eran la guerra, pero sí un alerta, y
ponía a los hombres y a las bestias de la selva como locos. La situación
interna, se entendía, era de “pax romana”, pero paz al fin. La reunión
del presidente Medina con los senadores y diputados de su partido,
incluyendo a los leales a Fernández, fue de paños y manteles. Reelección
colectiva, y en esas condiciones, ninguno de los bandos puede objetar
nada al otro. El candidato fue muy reiterativo en la necesidad de
eliminar ruidos y preservar la unidad, como vocación y trabajo de
campaña. Que afuera se dijera, pero que adentro no se sintiera…
STRIP-TEASE.-
El alegato de Franklyn Almeyda respecto al incumplimiento de los
acuerdos, es sin duda de los ruidos que el presidente Danilo Medina
consideraba debían eliminarse. Almeyda, incluso, hace lo que no era
propio en el PLD: un strip-tease. La costumbre era ponerse tanta ropa
que nadie se viera en pelota. Admitir en los medios que el partido está
fraccionado, que sus heridas siguen abiertas, y que cada cual de sus
dirigentes atiende una agenda particular, era algo impensable. Los
peledeístas de otros tiempos hacían como ciertos animales, echaban
tierra sobre sus excrementos, y aun sorprendidos con la mano en la masa,
negaban el pecado. ¿Por qué ese cambio de temperamento? ¿A qué viene
este rasgarse las vestiduras y que se vean partes que antes se
disimulaban? ¿A cuál bando se le quiere meter miedo con el fantasma de
la división? Obviamente que al reeleccionista, que necesita la unidad,
pero que al parecer no está dispuesto a pagarla cara…
