Por Gerson Terrero Amador
En cualquier país de América Latina o del mundo unas elecciones legislativas pasande manera normal y sin dar mucho ruido.
A
cada rato y en diversos lugares, y a veces sin que nos demos cuenta,
ocurren elecciones. Los certámenes electorales parecen no interesarle
mucho a nadie, pero es si no ocurren en Venezuela. Cuando ese país vive
algún proceso electivo,se activan de una vez todas las alarmas
internacionales, sobretodo alarmasde rechazo e intimidación contra su
gobierno y sus instituciones legítimamente establecidas. Ese interés
internacional por Venezuela debiera llamar la atención de todo aquel o
aquellaque cuente con un mínimo de sentido crítico de la realidad. (Cabe
aclarar que Venezuela es el país donde más elecciones se hacen en el
mundo, y no elecciones casuales o coyunturales, sino elecciones
institucionalizadas, limpias y transparentes,sostenidas por un clima de
verdadera democracia).
Con la llegada al poder de Hugo Chávezen 1999 se inicióen ese país el
desmantelamiento de un esquema que se había mantenido por décadas. La
principal fuente de riqueza, el petróleo, estaba en manos privadas y el
nuevo gobiernola traspasó al dominio estatal. Se generó un proceso de
inclusión social que contó con el apoyo de la inmensa mayoría de la
población.Fueron titánicos los logros en materias de sanidad, educación,
salud, viviendas, alimentación, reducción de la pobreza, participación
popular en el gobierno, atención a la niñez, a la juventud, a los
discapacitados y a la vejez, etc., etc., etc. Pero esos tantos logros,
si bien fortalecieron a los venezolanos desfavorecidos, vulneraron a la
vez los intereses de sectores poderosos que vivían a expensas del
sistema que Chávez destruyó.
Estos sectores de poder jamás se dieron por vencidos y armaron todo
tipo de jugadas, primero contra Chávez y luego contra Maduro, hasta
lograr los resultados del pasado 6 de diciembre del 2015, que le dieron
un triunfo contundente en las elecciones legislativas. Así desde 1999
hasta 2015, el gobierno de Venezuela ha soportado todo tipo de ataques,
desde paros petroleros hasta golpes de Estado, sin dejar de mencionar
las frecuentes cantaletas de fraude cada vez que los resultados les han
sido desfavorables, a pesar de que el sistema electoral venezolano es
transparente y diáfano. Pues tras la muerte de Hugo Chávez en 2013, la
Oposición y sus poderosos aliados mundiales arremetieron de forma
rabiosa contra Maduro, primero desconociendo los resultados de su
elección presidencial y luego montándole una súper guerra
económicaacompañada de sabotajes y un amplio despliegue mediático, queal
junto de los bajos precios del petróleo, el hostigamiento del imperio
estadounidense, el disgusto de una buena parte del chavismo y los
errores del propioNicolás Maduro, llevaron a los resultados
eleccionarios ya mencionados.En consecuencia, la Oposición será muy
pronto la mayoría en términos legislativos, de modo que en esa esfera de
la vida institucional venezolana, ellos ya no son Oposición, sino
Gobierno.
Como lo han dejado entrever varios líderes opositores, entre los que
citamos aHenry Ramos Allup y a Henrique Capriles Radonski, laOposición
no triunfó porque fuera mayoría en Venezuela; triunfó porque una parte
significativa del chavismo decidió castigar a Nicolás Maduro.En otras
palabras, la Oposición síganó, pero de refilón. Sin embargo en el día de
hoy este sector camina y se manifiesta decidida a barrer desde la
Asamblea Nacional con todo lo que huela a Hugo Chávez, olvidando que más
del 60% de los venezolanos apoya las reivindicaciones chavistas, de los
cualesuna buena parte les votóa favor el pasado domingo 6 de diciembre
del 2015. Una victoria mal administrada, fácilmente se convierte en una
derrota inesperada.Los chavistas no votaron directamente por el programa
opositor; votaron en contra de una guerra económica creada por la misma
Oposición, pero de la que paradójicamente se culpaba a Nicolás Maduro,
más quizás por sus ineficaces resultados a la hora de enfrentarla.
El
objetivo primario del chavismo disgustado no era adjudicarle un triunfo
a la Oposición, sino darle una lección a su presidente chavista. De
modo que antes de lanzarse a desaventuradas ocurrencias, los opositores
debieransentarse a analizar el contexto de su victoria e interpretar sus
variables. El domingo 6 de diciembre se votó en contra de las colas en
los supermercados y contra el desabastecimiento, pero nunca se votó a
favor de la agenda neoliberal, ni a favor de los grandes grupos
económicos transnacionales, ni en contra de los programas sociales, ni
para que se le dé libertad a todos los opositores que están presos por
crímenes contra el Estado, ni para que se atente contra la naturaleza
democrática, popular y participativa del Gobierno.
La
Oposición ha ganado porque ha recibido favorablemente el votoque le fue
asignado como castigo a su contendor, y si no entiende esta realidad,
es posibleque pierda en alguna desaventura lo que hoy celebra con tanta
alegría. Y si finalmente se encamina a los extremos, ese país puede
afrontar una situación muy peligrosa. El ambiente se polarizará aún más y
tras la imposición de la agenda neoliberal, el chavismo entonces
responderá unificado en una fuerza compacta que, además de su alta
aprobación popular, controla el Poder Ejecutivo, 20 de las 23
gobernaciones y 240 de las 335 alcaldíasdel país. Cuando a la Oposición
lascosas se le escapen de las manos,desde luego que llamará la
intervención extranjera.
Pocos seres humanos en la vida han sido tan vilipendiados como el
actual presidente venezolano. Le han dicho de todo, desde “burro”
hasta“loco” y“animal”. Y pronto los epítetos se recrudecerán aun más
frente a un posible referéndum revocatorio el próximo año 2016. Hay
gente que le odia y le desea tantos males sin siquiera conocerlo. Se le
inculcó al mundo que es una fiera y que su gobierno es la más cruel
dictadura. Quizás su noble gesto de reconocer sin tapujos unos
resultados que le eran tan adversos, hizo abrir a la verdad a muchos
corazones. Todos le cayeron encima y él peleó contra todos, incluyendo
gentes de su partido que jamás entendieron sus razones. Aun así,una
parte grande y significativa de los convocados a las urnas le manifestó
su apoyo. Su“dictadura” no lanzó a los uniformados a las calles, ni mató
opositores, ni se procuróun autogolpe de Estado. Más bien le dio al
mundo la lección histórica de una jornada electoral encomiable y tan
diferente a la que pintaron sus adversarios. Claro, pintaron un panorama
turbio, por si los resultados no les favorecían.
La Oposición pudo haber recibidocon su triunfo un arma de doble filo.
Si Maduro, como gobernante,era el culpable de todos los males del país,
ahora los opositores, que controlarán uno de los principales poderes del
Estado, tendrán también su cuota de responsabilidad en el destino de
Venezuela. ¿Para qué utilizarán el poder que se les ha otorgado? ¿Para
adaptarse a la Venezuela de los nuevos tiempos? ¿O para correr el
desenfreno de querer devolverle a ese paísla situaciónanterior a 1999,
cosa tan rechazada por la mayoría de todos los venezolanos y las
venezolanas? Esperemos a ver hasta dónde llega la euforia.