martes, 24 de mayo de 2016

EDITORIAL DE EL CARIBE! Discurso y realidad

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Tomado de El Caribe 
Un ejercicio eterno de quienes pretenden dirigir a las masas es la búsqueda del secreto que permite llegar hasta ellas, y que entiendan los propósitos que se persiguen.Cuando se tiene algún avance en esa dirección puede decirse que se ha logrado conectar con un público o diferentes tipos de públicos.

Antes era mucho más difícil que ahora. Los medios de comunicación no habían alcanzado los progresos de hoy. Imagínese cuánto costaba llegar a las personas antes de la radiotelevisión.

El medio más eficiente lo constituía el contacto mano a mano, cara a cara. Con el desarrollo de las redes electrónicas todo es más fácil.

Poco se habla de adecuar los contenidos a los diferentes públicos. Las redes sociales, junto a la creciente y desordenada urbanización, permiten que los actores estén más cerca.

Pese a todos esos recursos, las conexiones reales, fuertes, que permitan compartir campos comunes y sobre todo, que generen empatías, no resultan sencillas.

El avance de las comunicaciones no soluciona la cuestión capital. Más que hablar el mismo lenguaje, es saber llegar, crear confianza y esperanza en la gente. Construir esa realidad toma tiempo, y preservarla, un esfuerzo de toda la vida.

Por eso, los liderazgos deben buscar la mejor manera de mantener los vínculos con sus parciales y potenciales seguidores. Con ellos se busca la permanente comunicación y los discursos deben encuadrar en un marco de referencia común. Identidades que eviten disonancias tendentes a deshacer los vínculos establecidos.

Por eso, el discurso nunca debe andar lejos de la realidad. No puede pretenderse llevar a sus simpatizantes más allá de donde pueden ir. Se corre el riesgo de llegar solo. Entonces se habrá perdido el esfuerzo invertido.

Un liderazgo inteligente no debe llevarse de los cantos de sirenas. O correr al socaire de quienes proclaman la guerra sin tener la capacidad para hacerla. Debe conocer los límites y alcances de su fuerza, su capacidad para conducir las riendas en sus manos y nunca dejar que las emociones lo aparten de la realidad.

Un liderazgo responsable no se juega todas las cartas en una sola batalla. No importan los gritos que surjan a su alrededor.