Tomado de El Caribe
Por eso, los liderazgos deben buscar la mejor manera de mantener los vínculos con sus parciales y potenciales seguidores. Con ellos se busca la permanente comunicación y los discursos deben encuadrar en un marco de referencia común. Identidades que eviten disonancias tendentes a deshacer los vínculos establecidos.
Un
ejercicio eterno de quienes pretenden dirigir a las masas es la
búsqueda del secreto que permite llegar hasta ellas, y que entiendan los
propósitos que se persiguen.Cuando se tiene algún avance en esa
dirección puede decirse que se ha logrado conectar con un público o
diferentes tipos de públicos.
Antes
era mucho más difícil que ahora. Los medios de comunicación no habían
alcanzado los progresos de hoy. Imagínese cuánto costaba llegar a las
personas antes de la radiotelevisión.
El
medio más eficiente lo constituía el contacto mano a mano, cara a cara.
Con el desarrollo de las redes electrónicas todo es más fácil.
Poco
se habla de adecuar los contenidos a los diferentes públicos. Las redes
sociales, junto a la creciente y desordenada urbanización, permiten que
los actores estén más cerca.
Pese
a todos esos recursos, las conexiones reales, fuertes, que permitan
compartir campos comunes y sobre todo, que generen empatías, no resultan
sencillas.
El
avance de las comunicaciones no soluciona la cuestión capital. Más que
hablar el mismo lenguaje, es saber llegar, crear confianza y esperanza
en la gente. Construir esa realidad toma tiempo, y preservarla, un
esfuerzo de toda la vida.
Por eso, los liderazgos deben buscar la mejor manera de mantener los vínculos con sus parciales y potenciales seguidores. Con ellos se busca la permanente comunicación y los discursos deben encuadrar en un marco de referencia común. Identidades que eviten disonancias tendentes a deshacer los vínculos establecidos.
Por
eso, el discurso nunca debe andar lejos de la realidad. No puede
pretenderse llevar a sus simpatizantes más allá de donde pueden ir. Se
corre el riesgo de llegar solo. Entonces se habrá perdido el esfuerzo
invertido.
Un
liderazgo inteligente no debe llevarse de los cantos de sirenas. O
correr al socaire de quienes proclaman la guerra sin tener la capacidad
para hacerla. Debe conocer los límites y alcances de su fuerza, su
capacidad para conducir las riendas en sus manos y nunca dejar que las
emociones lo aparten de la realidad.
Un liderazgo responsable no se juega todas las cartas en una sola batalla. No importan los gritos que surjan a su alrededor.