¿Es viable reducir las tasas impositivas?
PEDRO SILVERIO ALVAREZ/Diario Libre
Muchos gobiernos han respondido a la globalización con una reducción de impuestos diseñada para mejorar la competitividad y estimular el crecimiento. Las tasas del ingreso personal se han desplomado en décadas recientes, y más de dos docenas de naciones han sustituido sus complejos impuestos sobre la renta con una simple tasa única. Al mismo tiempo, casi todos los países han reducido sus tasas impositivas a las corporaciones, reconociendo que la inversión en los negocios y los beneficios se han convertido en altamente móviles en la economía de hoy. Edwards y Mitchell, 2008.
La globalización ha significado que los factores de la producción -especialmente el capital y la tecnología, y en menor medida la mano de obra- se hayan convertido en factores con una alta movilidad internacional. Esto, a su vez, plantea nuevos retos a las políticas impositivas de cada país en particular, pues un diseño inapropiado del sistema tributario pudiera conducir a una fuga de capitales hacia países en donde reciben mejores oportunidades de retorno a sus inversiones. En el fondo, esto significa que para los países mantenerse competitivos internacionalmente deben -entre otros requerimientos- ser exitosos en la competencia impositiva, lo que presupone que el diseño del sistema de impuestos no puede hacerse al margen de la realidad impositiva de sus competidores.
Como resultado de esa competencia impositiva, desde el año 2000 numerosos países, tal como señalan Edwards y Mitchel en su libro Global Tax Revolution (La revolución impositiva global) han reducido sus tasas de los impuestos corporativos; entre ellos, Austria, Canadá, Alemania, Grecia, Islandia, Italia, Holanda, Portugal, Albania, Egipto, Mauritania y Rusia. Igual ha ocurrido con el impuesto sobre la renta, cuyas tasas marginales máximas han caído drásticamente tanto en Europa y Estados Unidos como en África, Asia y Latinoamérica.
Asumo que algunos lectores estarán rasgándose las vestiduras al considerar que esas tendencias no son deseables desde el punto de vista de la redistribución del ingreso. Y casi instintivamente se defiende la idea de que los impuestos deben ser progresivos. Pero si reflexionamos un poco más sobre el tema pudiéramos concluir que la progresividad o el carácter redistributivo de la política fiscal debe buscarse a través de la política de gastos del gobierno. Claramente, se trata del clásico debate económico entre eficiencia y distribución.
Utilizar la política impositiva como mecanismo para la distribución del ingreso es un grave error desde el punto de vista de la eficiencia económica. Sin embargo, ese es el discurso que políticamente conviene esgrimir. Además, es fácil de comprar. En cambio, enfatizar en la política de gastos como mecanismo por excelencia para redistribuir el ingreso tiene implicaciones que llevan a serios cuestionamientos de los niveles de calidad en el gasto público.
Pero bien; el asunto es que la tendencia internacional es a la reducción de las tasas impositivas, pero siempre existe el temor de que unas reducciones de las tasas impositivas no representen al final mayores recaudaciones fiscales. Sin embargo, debemos recordar que las reducciones de las tasas son equivalentes a una política fiscal expansiva a través del gasto, con la ventaja de que mejoraran la eficiencia económica, en contraposición con los efectos del gasto público. Un mayor dinamismo económico debe mejorar las recaudaciones tributarias.
Un episodio en la historia tributaria de Estados Unidos puede servir para ilustrar -aunque sea ligeramente- los efectos recaudatorios que tienen las reducciones de las tasas impositivas. Narra Thomas Sowell (2012) que en 1921 la tasa marginal máxima del impuesto sobre la renta era del 73% y el gobierno recaudaba unos US$700 millones, de los cuales el 30% era pagado por quienes ganaban por encima de los US$100,000. Luego de reducir las tasas al 24%, ya para el 1929 las recaudaciones sobrepasaban los US$1,000 millones, de los cuales el 65% era pagado por quienes ganaban más de US$100,000. Es obvio que luego de la reducción de las tasas hubo una gran mejoría en las recaudaciones y que los de mayores ingresos -aquellos que ganaban más de US$100,000- pasaron a pagar una mayor proporción del total recaudado. Estamos conscientes, sin embargo, que Estados Unidos es muy diferente a República Dominicana. Y que quizás los dominicanos seamos más reacios a pagar los impuestos. Pero hace más de veinte años que Balaguer -obligado por la catastrófica crisis económica de principios de los 90- implementó una reforma tributaria que redujo las tasas impositivas, y se inició un notorio período de crecimiento económico y de mayores recaudaciones fiscales.
Posteriormente, se han hecho numerosas reformas con el fallido propósito de incrementar la presión tributaria, la que de una forma o de otra vuelve a los niveles similares del presente. Debemos retomar la idea de hacer una reforma fiscal basada en una reducción de las tasas impositivas, ya no por meras razones domésticas, sino también por la dinámica de un entorno internacional que nos obliga a diseñar un sistema impositivo competitivo; de lo contrario, corremos el riesgo de quedarnos aún más rezagados frente a nuestros competidores... Es nuestra elección.
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