Por Rafael Acevedo
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Se
habla de normalidad como si la normalidad fuese la cosa más normal del
mundo. “Normal” proviene del latín y significa regla, o escuadra, la que
se utiliza para cuadrar la base de un edificio, para establecer un
procedimiento legal, estético, ético, artístico, científico o técnico.
Cuando observamos las cosas como estas son, podemos hacer un juicio de
hecho, imparcial, acerca de lo que el objeto objetivamente es. Pero si
consideramos que lo observado es bueno o es malo, feo o hermoso, moral o
inmoral, y declaramos que lo feo o lo malo es anormal, emitimos juicios
de valor en base a nuestra subjetividad, alejándonos de la objetividad.
También se usa la palabra normal para significar lo que es lo común,
está de moda o abunda; o lo que es aceptado por la mayoría. Por ejemplo,
la mayoría hablamos de manera normal, como todo el mundo; pero ocurre
que, de acuerdo a las reglas de la gramática, lo normal es que hablamos
mal. Entonces, una cosa es la normalidad estadística, lo que es más
frecuente o común, y otra es la normalidad legal, ética o estética, o
sea, lo que es correcto, hermoso, sano o de buen gusto.
Otro ejemplo: modernamente, lo normal estadístico es que la gente sea
incrédula, pecadora, o cínica, que abunden los no les importa la
injusticia social, ni el deterioro de la moral y del medio ambiente.
También es normal que los políticos sean corruptos, y ciertos
comunicadores, apandillados.
Karl Gauss, matemático alemán, llamó normales, estadísticamente, a
aquellos fenómenos que, al contabilizarse en base a sus frecuencias,
forman una figura de campana alrededor del valor que está en el medio,
el que más se repite de toda la serie, el promedio.
Por ejemplo, en una
escala de corrupción, el promedio, o sea, lo normal o más frecuente son
los tibios, los que no son muy corruptos ni muy santos, gente común, la
mayoría. De acuerdo a la ecuación de Gauss, casi todos estamos debajo de
la campana, buenos y malos, limpios y sucios, todos mezclados. Pero
santos y malvados son pocos y están en los bordes de la campana.
Según Apocalipsis, al final de los tiempos, los malos se harán peores y
los buenos se harán mejores: “El que es injusto, siga siendo injusto
(…), el que es santo, santifíquese más” (22:11). Es un mandato cuya
intención no es la de ser cruel con los injustos, sino ayudar a los
justos a encontrar el lugar donde pertenecen. Por lo cual se formarán
dos campanas, y los que estaban por confusión, en el lado equivocado,
correrán a buscar el lado al que realmente pertenecen. “Donde el pecado
abundó, sobreabundó la gracia”, nos dice Romanos 5:20. Que nadie se
desespere por los acontecimientos mundiales que presagian momentos
difíciles para todos. Llega un momento que los culpables se harán más
culpables y los inocentes más inocentes.
La
distribución bi-modal de Gauss, presentará las dos campanas del juicio
final. Tal vez le corresponda a Gauss el honor de tocarlas.