Daris Javier Cuevas
Cuando
el pensamiento económico se organizó y fue reconocida la economía como
ciencia, se dieron las condiciones objetivas que permitieron ponderar la
importancia del crecimiento en el afán de dar el salto a las
aspiraciones de desarrollo económico a las que aspiraban naciones como
gran Bretaña. Por tales razones, la revolución industrial se convirtió
en una gran esperanza en la concreción del desarrollo, esto así, porque
está como tal supuso cambios significativos en múltiples sectores, cuyos
avances se sustentaron en la tecnología como vía de penetración en toda
la sociedad, la cual ha sido continua y sostenida hasta hoy en día.
A
pesar de eso, la época más contundente del crecimiento económico
mundial la encontramos en el período 1950-1973 cuando la economía
registró un PIB promedio de 4.91%, lo que superaba de manera
significativa al período 1913-1950, donde se alcanzó un anémico PIB
promedio de un 1.85%. La diferencia abismal en el crecimiento del PIB en
ambos períodos, tiene explicaciones multifactoriales que van desde la
liberaciones comerciales, el incremento en el capital físico y humano
que abundaban en el mundo, la innovación tecnológica de manera más
intensiva, mejores criterios en la aplicación de las políticas
económicas y, por supuesto, la recuperación y superación de los
desastres derivados de la segunda guerra mundial.
El
interés por el crecimiento económico, encuentra un fundamento
importante en el hecho de que los países que resultaron con mayor
destrucción de su economía, también duplicaron su esfuerzo en su afán
por tener mayor rapidez en hacer crecer su PIB, razón por el cual se
aprecia que Japón fue el de mayor crecimiento económico por el orden de
9.29%, Alemania 5.68%, Italia 5.64% y, en menor medida, Francia con
5.5%. En adición, está el surgimiento de los organismos de la comunidad
financiera internacional como es el caso del FMI, el Banco Mundial, la
Comunidad Económica Europea y el GATT, instituciones estas que se
convirtieron en garantes para impulsar el crecimiento económico, el cual
fue apoyada con la intervención del Estado en la economía como
mecanismo de acelerar la reconstrucción de la economía mundial.
Sin
lugar a dudas, el afán mostrado por alcanzar adecuadas tasas de
crecimiento económico, a partir de 1945, impulsó la calidad de las
estadísticas económicas y la contabilidad nacional, situación que
permitió tener una mejoría objetiva en los indicadores coyunturales y
una mejor efectividad de la aplicación de la teoría económica. Es ese
marco que podemos identificar las razones por las cuales surgieron las
denominadas súper potencias económicas, encabezada por Japón y Alemania,
con grandes incidencias en la economía mundial.
A
partir de 1973 en la economía mundial y, hasta la actualidad, se han
registrado varias fases recesivas que han cambiado el rumbo y
orientación de la economía y el modelo en que se había sustentado el
crecimiento económico, explicado fundamentalmente por la concepción de
cómo superar la crisis energética de esa época y los cambios de
objetivos impulsados en las políticas económicas. Para llevar a cabo esa
nueva visión de alcanzar tasas adecuadas de crecimiento económico, se
ejecutó toda una estrategia de empequeñecer el papel Estado y otorgarle
mayor protagonismo al mercado, por lo que se hizo énfasis en la
recuperación y crecimiento económico mundial que se había desplomado, lo
que relativamente tuvo éxitos en el corto plazo.
Un balance objetivo de
las tres últimas décadas del siglo XX, conduce a la conclusión de que
existen grandes dudas sobre las teorías de las eficiencias de los
mercados libres, la cual tiene mayor sustentación en el fracaso de las
políticas desreguladoras y de corte monetaristas para favorecer los
sistemas financieros, cuyo dinamismo lo que ha venido es a provocar un
desastre mundial con la creación de múltiples productos financieros de
vocación especulativas y que han desarticulado la capacidad y control de
los organismos de regulación financiera en el mundo. La crisis
financiera iniciada en USA en el 2007, la crisis bursátil de 1987, la
recesión mundial de 1990 y la burbuja financiera del 2001, son pruebas
irrefutables de esta afirmación, cuya mayor dimensión fue la pérdida de
empleo derivada de la crisis global y la tragedia de empujar 200
millones de personas a la línea de pobreza en el mundo.
La
situación de crisis, 2007-2012, ha colocado en una volatilidad riesgosa
al sistema financieros mundial y dejado una secuela que se expresa en
una enorme desigualdad entre las grandes naciones y los países pobres,
ampliando la brecha entre estos, lo que induce a problemas político y
económico que requiere soluciones urgentes y creíbles mediante la
ejecución de políticas macroeconómicas que auspicie una mayor rapidez
del crecimiento económico. Si se asume a este como la capacidad de una
economía para incrementar su producción durante un tiempo prolongado,
que para lograr un desarrollo adecuado los países han de recurrir a
estrategia más viable como son una combinación del crecimiento hacia
adentro y hacia afuera, lo cual implica impulsar la industria nacional,
priorizando la producción de bienes transables, ya que continúa un ritmo
de crecimiento lento del PIB, los países tendrán que redoblar sus
esfuerzos para frenar la expansión de la desigualdad socioeconómica
prevaleciente, lo que obliga a reorientar las fuentes del crecimiento
económico.
El autor es economista