Los que viven en las ciudades no tienen idea de lo que significa para una comunidad perdida en las montañas que se construya una pequeña hidroeléctrica que produzca unos kilovatios de energía eléctrica.
La vida de esos habitantes, dominicanos como cualquiera de nosotros, cambia como del cielo a la tierra, abriendo un abanico de oportunidades no imaginadas hasta ese momento en que reciben “un chin de lú”.
A partir de ese momento, pueden tener un radio y un televisor, pueden cargar el celular, estudiar en una computadora, iluminar su humilde morada y recibir los beneficios de una sociedad basada en la electricidad.
Los niños de esa casa ahora pueden acceder a todo tipo de conocimientos. Los jóvenes y los adultos pueden hacer cursos por internet, o mejorar técnicas de cultivo o de artesanías. Se pueden enterar de los precios de los productos para no dejarse engañar. Eso es parte del impacto de “un chin de lú” en el campo dominicano.
Por eso es tan importante apoyar el programa de construcción de hidroeléctricas que desde aquí aplaudimos.