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Publicado el 9 de octubre 2019 en DDB/IB.
Lo que hemos estado viviendo en los últimos meses en la Republica Dominicana son situaciones políticas de alto nivel estratégico de dos liderazgos por la lucha del poder en un mismo partido.
Desde el Danilismo, se tenía la idea de la posibilidad de una modificación constitucional, habilitar al actual mandatario y presentarlo como precandidato para las primarias del 6 de octubre en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
El Leonelismo lo sabía y se movilizó en todas las direcciones para imposibilitar el propósito de la habilitación constitucional de Danilo Medina, con un diseño estratégico bien definido y en múltiples direcciones.
Imposibilitada la repostulación presidencial, el diseño del Plan A continuó en el Leonelismo con presentar de inmediato encuestas con porcentajes estrambóticos, buscando generar percepción generalizada en la población, ventilando la idea del “precandidato invencible” en las primarias, accionar que en principio dio mucho éxito en el partido morado.
Ante la escogencia de Gonzalo Castillo por el sector del Danilismo, a sabiendas de las estructuras de poder que se estaban poniendo en favor de ese proyecto, el Leonelismo arreció con más encuestas con altos porcentajes, múltiples actividades de masas a nivel nacional y fuerte ofensiva propagandística.
Pero del ala danilista, el Danilismo se compactaba y se movilizaba en todos los municipios y distritos del país, aglutinando a los dirigentes del PLD de esa corriente y sumando de otros litorales, mientras Gonzalo Castillo hacía actividades masivas casi a diario, coordinadas con una muy activa campaña publicitaria a todos los niveles.
Para el día “D”, ya el Leonelismo tenía bien cifrada su estrategia del Plan B, “ninguna hipótesis de perder” y no reconocer resultado adverso, teniendo bajo relieve los aspectos justificativos de supuesto fraude solo en el nivel presidencial, que iban a ser acompañados de bombardeos al organismo comicial desde todos los frentes de esa tendencia peledeísta..
A sabiendas que la Junta Central Electoral (JCE) deberá dar un ganador en un plazo breve, de no ser el precandidato del Leonelismo, el Plan C entraría de inmediato en marcha, con una coalición de partidos esperando para asumir la candidatura presidencial del ex mandatario de la nación, independientemente de lo establecido en las leyes 33-18 y 15-19, pues el último dispositivo de la sentencia del Tribunal Constitucional deja bien claro la condición sobre la militancia partidaria para ser candidato, lo que al entender se interpreta que pudiera ir por otro partido, tema que será de mucho debate jurídico.
Con el Plan C, de ejecutarse tal como se ha concebido, se estaría más adelante entrando a la fase del Plan D, que es provocar un despliegue masivo publicitario y de actividades de masas, acompañados de publicaciones de encuestas como lo hemos explicado en el Plan A, para generar la posibilidad de una segunda vuelta electoral, considerando en el propósito que al final queden Leonel Fernández y Luís Abinader, con lo cual estarían contando con el voto en el balotaje de los danilistas.
El Danilismo está advertido del despropósito a que se está jugando. Las estrategias están bien definidas. Los planes están diseñados y se han estado poniendo de forma magistral en ejecución.
Si se dejan sorprender, pasarían por verdaderos ilusos. Pero dudo que el mago de la estrategia, Danilo Medina Sánchez, no conozca por anticipado la intención y el alcance de estos, con lo cual estaría diseñando junto al Danilismo la contra ofensiva, por si se diera lo que hemos escrito.