La charanga en Cuba era una
formación musical caracterizada por una sección de cuerdas con varios violines,
flauta de 5 llaves solista, piano, bajo acústico, percusión (pailas, tumbadora,
güiro y claves), así como una línea de cantantes.
Pacheco rememora que, siendo niño,
su madre acostumbraba a escuchar las radionovelas en las emisoras de Cuba. Por
allí le llegó la música de Arcaño y sus Maravillas, los danzones fabulosos y
otros géneros populares que admiró en su raíz antillana. Los que a mí me
encandilaron en versión del maestro Antonio María Romeu en la voz de Barbarito
Diez. Miel sobre hojuelas.
A la edad de 7 años, su padre Rafael
Azarías le puso de Reyes una armónica, con la cual interpretó el merengue
Compadre Pedro Juan, cuya destreza temprana sorprendió al progenitor. “Oh, este
muchacho parece que será músico”, habría exclamado. Ya en el Bronx, le
recomendó averiguar en la escuela a la que asistía si ofrecían clases de
música. Allí le dijeron que no, pero le regalaron un viejo violín desvencijado
que se llevó a la casa. Reparado, fue instrumento para las clases domésticas
que le daba su padre, que además incluyeron clarinete y saxofón alto.
Este joven dominicano, ya trabajando
en una orquesta americana de la NBC, sería identificado por tres músicos
vinculados a Julliard School of Music, quienes promovieron su asistencia
durante 3 años a esta prestigiosa academia, en la cual estudió percusión, como lo
hiciera Tito Puente y Louie Ramírez, de quien Pacheco seleccionó su composición
El Güiro de Macorina (“Esta melodía la quiero bailar/ tócala Pacheco, quiero
gozar”) en su 1er LP grabado con su Charanga en 1959 y lanzado en el 60 por el
sello Alegre Records, con ventas de más de 100 mil copias. Un exitazo que
incluyó Agua de Clavelito de Miguel Pozo, vocalizado por Elliot Romero, Oyeme
Mulata, El Chivo, La Malanga, Sabrosa como el Guarapo, Tema de Pacheco.
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Otro volumen con esta formación bajo igual sello del 62, trajo Acuyuye de la
autoría de Pacheco, Que suene la flauta, Vuela la Paloma, A Caballo, Rosalía,
Alto Songo. Un nuevo álbum, con 12 cortes, registró El Chéchere, Cumbayé,
Masacote, Cachetera, Suavito, Recuerdos de Arcaño, Pa´los pollos, Batchanga,
Carnaval, Barrio.
Para esos años venía zumbando un
nuevo ritmo, lanzado desde la plataforma habanera por Eduardo Davidson, con
arreglo orquestal de Richard Egüé, que desplazaba rápidamente al chachachá en
la costa Este de Estados Unidos. Bajo el título La Pachanga, la orquesta
Sublime, de Cuba, acuñó una mezcla virtuosa de montuno con merengue, que al
decir de Cristóbal Díaz Ayala, permitía una mayor soltura de las parejas sobre
la pista para dibujar figuras. Una de sus partes decía, además de promover la
nueva etiqueta, “Cuando yo siento los cueros/ cuando repica el timbal/ y las
maracas se ríen/ siento mi cuerpo vibrar”. Y así nos pasaba a nosotros en las
fiestecitas de la Martín Puche que sonaban el ritmo en moda.
En Cuba, coincidiendo con la
revolución de los barbudos, causó furor. El Che decía que lo de Cuba era
“socialismo con pachanga”. Pacheco, con el ojo puesto en el mercado, quiso
apostar a la pachanga, pero como dice con humor, se le cruzó el gordito de
Chubby Checker con el twist y no hubo para nadie en los States.
Con la fundación del sello Fania
Records, en asociación con el abogado y empresario discográfico ítalo judío
Jerry Masucci, arrancaría uno de los fenómenos más sobresalientes en el mundo
de la música popular, al congregarse bajo esta etiqueta con el liderazgo
musical de Pacheco, varias generaciones de artistas caribeños hispanoparlantes.
Desde la veteranísima cantante Celia Cruz, la gloriosa Guarachera de Cuba voz
de la influyente Sonora Matancera que admirara el dominicano, los boricuas
Héctor Lavoe, Ismael Miranda, Cheo Feliciano, Pete “Conde” Rodríguez, Adalberto
Santiago, Santos Colón, el panameño Rubén Blades.
Una camada de músicos virtuosos como
los percusionistas Ray Barretto, Roberto Roena, Mongo Santamaría, el
trombonista Willie Colón, el trompetista y guitarrista Bobby Valentín, los
pianistas Larry Harlow, Richie Ray, Papo Lucca, el cuatrista Yomo Toro, entre
otros. Con este elenco se iniciarían grabaciones emblemáticas de álbumes que
batieron récord y los conciertos de Fania All Stars que abarrotaban los
espacios públicos.
En 1968 se realizaría en el Red
Garter Club, en Greenwich Village, la primera experiencia en esta dirección, de
la cual provendrían sendos álbumes Live at the Red Garter. Seguiría en agosto
71, el concierto en Cheetah que reunió unos 4 mil asistentes, del cual saldrían
un álbum doble y el film Our Latin Thing. Triunfante Anacaona de Tite Curet
Alonso con el soneo raigal de Cheo Feliciano. Ahora vengo yo, en el teclado
virtuoso del dinámico Richie Ray y con su pana full Bobby Cruz, pleno de
alusiones a manera de “puyas” hacia otras bandas. Así como el climático Quítate
tú de Pacheco y Valentín, con una rotación de vocalistas versificadores e
improvisaciones de instrumentistas
En 1973 llegó el momento cumbre con
el reto del Yankee Stadium. Unos 45 mil espectadores acudieron a la cita
consagratoria de este fenómeno sociológico que “llegó para quedarse”, como
decía Pacheco. Con la presencia en el programa del Gran Combo de Puerto Rico y
Mongo Santamaría, junto a Fania All Stars en un cierre encendido. Ese mismo
año, la inauguración del Coliseo Roberto Clemente en Puerto Rico, llevaría a
los artistas de la Fania ante un público de 11 mil personas, de cuyo encuentro
se produciría material para 2 álbumes y la película La Salsa.
El 74 llevaría en sus alas a
nuestros músicos a conquistar el corazón de la Madre África, en el concierto de
Zaire, congregando a unos 80 mil seguidores de estos géneros con raíces
profundas en el continente negro. Luego Japón los recibiría con los brazos
abiertos, país donde las bandas de salsa y su baile son especialmente populares
con excelentes cultores.
En su carrera, Pacheco empató suerte
con su querida Celia Cruz (“mi hermana, un talento único, mi adoración como
amiga fenomenal”) y la combinación fue bomba. Desde 1974 lanzarían al mercado
del disco Celia y Johnny, Tremendo Caché, Eternos, Celia, Johnny, Justo y
Papo-Recordando el Ayer, Celia, Johnny y Pete, De Nuevo. Antes, el santiaguero
–decía con orgullo regional que él era el número 30 de los caballeros, por cuanto
en la isla sólo restaban 29- hizo liga mágica con otro mulato buenmozo de
candado elegante, Pete “El Conde” Rodríguez y la hermandad fue fructífera. En
1970, el LP La Perfecta Combinación y a continuación, Los Compadres, Tres de
Café y Dos de Azúcar, con material autoral de Tite Curet, De Nuevo los
Compadres, Jícamo, Celebración, Salsobita, entre otros discos.
El genio como compositor, arreglista
y director líder orquestal –aparte de productor discográfico y de espectáculos-
que destacó a Pacheco durante más de medio siglo, ha quedado ampliamente
patentizado en su obra, que perdura como un guayacán resistente y robusto. Su
gracia en escena, insuflando energía como un conductor versátil con autoridad
sobre sus músicos y empatía plena con sus cantantes, a los cuales se sumaba con
entusiasmo contagioso. Son sellos distintivos de este caballero señero que nos
sedujo con su arte, sin aspaviento. Sabio en su filosofía de vida; “cuidar
siempre el instrumento, que en el cantante es la voz; vivir una vida limpia,
que es una vida alegre”. Dotado de un fino sentido del humor, con la sonrisa a
flor de labios.
El “Zorro de Plata”, como le
bautizaron algunos por su cabellera bien cuidada, era un magnífico flautista,
de oído aguzado y perspicacia rítmica cabalgaba con soltura sobre el tema sin
perder los estribos, para siempre encajar en el centro de la pieza
interpretada. Un arte difícil en la improvisación y recreación de un tema
musical, que Pacheco dominaba como el que más. Uno de mis deleites preferidos
al exponerme a su sonido. Cerrar los ojos y dejar que la flauta me guíe, como
hiciera el flautista de Hamelin en el cuento retomado de los hermanos Grimm.
Con el flautista cubano José
Fajardo, el de la Charanga Fajardo y sus Estrellas, junto al gran pianista y
director boricua Eddie Palmieri, nuestro Pacheco grabó el LP Las Charangas
Pacheco Fajardo Palmieri, una joyita con un arte meritorio en el diseño gráfico
de la carátula. Otro álbum juntó a estos maestros, Pacheco y Fajardo.
Este dominicano gentil cultivó amistad
con los grandes de la música latina en NYC. Mario Bauzá, a quien agradece el
rigor de sus consejos. Tito Puente, fuente inspiradora. Machito, introductor de
la música afrocubana. Compartía almuerzo semanal con Vicentico y Miguelito
Valdés, con buen cognac y romático cigarro.
En 2014, Andresito Vanderhorst
produjo un film dedicado a resaltar la trayectoria emblemática de Johnny
Pacheco, Yo soy la Salsa. Tributo merecido a este ser multifacético. Estuve en
la premier en Novo Centro, junto a mi hija Laura. Disfrutamos de esa noche con
show en la terraza. Compartí con Pacheco, su esposa Cuqui y el eterno joven
Ismael Miranda. Una jornada llena de magia y esplendor justiciero. Sentí
orgullo por esta marca país, generosa. Dios lo tenga en gloria.