A las cuatro pinzas que atenazan al país (la inflación, la pandemia gravitante, la inseguridad ciudadana y la precariedad de algunos servicios públicos) pronto podría agregársele otra: la temeraria temporada ciclónica.
Los presagios sobre este inminente período de turbulencias atmosféricas indican que puede ser una de las más activas y peligrosas de los últimos años, con posibilidades de que se formen de tres a seis grandes ciclones que atraviesen la región del Caribe.
Las múltiples experiencias nos han permitido conocer los impactos que estos ciclones y tormentas causan en la agricultura, estropeando cultivos y provocando cuantiosas pérdidas a los que invirtieron en siembras.
Es para preocuparse porque justamente en estos momentos el gobierno está haciendo un tremendo esfuerzo por aumentar las áreas de siembras, financiar la producción agropecuaria y asegurar un futuro de corto plazo con alimentos suficientes y a precios asequibles.
A diferencia de otros fenómenos que pueden ser manejados con medidas de equilibrio o mitigación, con los ciclones no hay manera de desviarlos o aminorar sus intensidades, sino aguantar el golpe y responder de inmediato con planes para rehabilitar las zonas dañadas, sean urbanas o rurales.
Para colmo, este quinto dardo no neutraliza ninguno de los cuatro que ya nos inficionan, sino que podría agravarlos.
Esa es la temprana nueva amenaza con la que tendremos que lidiar de ahora en adelante y por varios meses. ¡Qué Dios nos ayude a enfrentarlas con éxito!
