Por igual, las nuevas proyecciones indican que la economía norteamericana estará expandiéndole un 3.7%, en tanto los países de la Zona Euro lo harán a un ritmo de 2.8%, relativamente menor a lo que se esperaba a principios del 2022.
Para los países de América Latina y el Caribe la situación es casi similar a la del resto de mundo, ya que, según el Global Economic Prospects, correspondiente a junio de 2022, la economía de esta región crecerá un 2.5%, desacelerando su ritmo de expansión en relación al 2021.
Lo peor, sin embargo, es que las proyecciones para el 2023 apuntan a que la región de ALC solo se expandirá en un 1.9%. Bajo este escenario, las economías de los países de ingresos medio y bajo estarán comprometidas, ya que, probablemente se afecte la seguridad alimentaria y se destapen problemas sociales de relativa importancia.
El gran problema actual es que mientras las economías a nivel mundial muestran una ralentización en su ritmo de crecimiento, las presiones inflacionarias no cesan y, muy al contrario, los pronósticos son de que la inflación mundial se mantenga alta hasta el 2023. Por ejemplo, los datos de abril del Global Economic Prospects, refieren que, al mes de abril de este año, la inflación mundial fue de 7.8%, mientras que la de los mercados emergentes y economías en desarrollo se ubicó en 9.4%, nivel más alto desde el 1982, según los reportes. Solo para mediados de 2023 es que se prevé una disminución de la inflación mundial a un 3%.
Estos dos escenarios juntos, bajo crecimiento económico y elevada inflación, están generando nerviosismo en los organismos internacionales pues esto puede dar lugar a lo que se denomina estanflación, es decir, estancamiento de las economías con incrementos sostenido de los precios.
La referencia más cercana a un fenómeno similar se remonta a la década del 70, en donde se “requirieron fuertes aumentos en las tasas de interés en las principales economías avanzadas, lo que desencadenó una recesión global y una serie de crisis financieras en los mercados emergentes y las economías avanzadas”. Para el Banco Mundial, según lo establecido en un informe sobre las Perspectivas Económicas Mundiales, la situación es difícil, sobre todo por las consecuencias para los más pobres.
El dilema que se plantea es qué hacer para enfrentar la crisis, en un contexto en donde los fenómenos que la han ocasionado, el rebrote de la Covid-19 en casi todo el mundo y la guerra entre Rusia y Ucrania, aún están latentes. La mayoría de los países han recurrido a la política monetaria, especialmente al aumento de la tasa de política monetaria, para controlar el incremento de los precios, en tanto otros han apostado al otorgamiento de subsidios para garantizar la seguridad alimentaria y el acceso a bienes y servicios de sus ciudadanos.
El asunto es que los gobiernos, fundamentalmente los de los países pobres, no tienen mucho espacio fiscal para hacerle frente a una crisis económica duradera, pues persisten otros problemas como son la deuda externa, que se come una gran parte de los ingresos tributarios, el cambio climático y el calentamiento global, la salud, entre otros, que también hay que atender.
La situación mundial es compleja y difícil y entiendo que lo único que se puede hacer es monitorear más de cerca el comportamiento de los indicadores económicos, implementar las políticas económicas que el momento requiera y, principalmente, no dejar de orar para que la guerra entre Ucrania y Rusia termine.
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Franklin Vásquez
Franklin Vásquez
Economista, CEO de Cyfras Consultores, CEO de CYEDEN y productor del programa Visión Empresarial.