Una peculiaridad de nuestros congresistas es que mientras más tiempo tiene un proyecto de ley en sus manos, más se diluyen las posibilidades de establecer consenso.
Sin embargo, según la potencia de los intereses que los mueven o cuando existe una mayoría mecánica, también aparece la modalidad de aprobaciones al vapor.
Respecto a lo de que con más tiempo menos consenso, un caso emblemático es el Código Penal, con más de 20 años “mamoneado”, y la Ley de Extinción de Dominio con cerca de 10, alrededor de la cual en los últimos días se ha desatado una urgencia como de vida o muerte para “pasarla”.
Como van las cosas, estaría a punto de ser aprobada en un ambiente contaminado por la confrontación política.
Lo peor que podría haber ocurrido es la politización de una ley que es fundamental y que precisamente por intereses particulares que se entremezclan con los de los políticos, ha sido aprobada en tres ocasiones por el Senado pero perime en la Cámara de Diputados.
Desde siempre hemos considerado necesaria esa ley, pero que se ponderen con profundidad los pro y los contra porque pese a los años que lleva bamboleando son muchos los “periquitos” y aún pervive el reclamo de que surja de un proceso participativo, donde diversos sectores puedan aportar y, como lo ha planteado Finjus, “bajo el marco de la seguridad jurídica y las garantías constitucionales”.
Tan recientemente como la semana pasada, vivo ejemplo de que andan cabos sueltos, la Asociación de Bancos Múltiples recomendó delimitar los tipos penales y la diligencia que debe agotar el adquiriente de buena fe, que tendría la responsabilidad personal respecto de la historia y condiciones de la persona de quien se adquiere.
En la carrera casi frenética que se observa con la Ley de Extinción de Dominio recomendamos con León Felipe a nuestros congresistas y a su respectivo liderazgo político, que mejor vayan con “las riendas tensas y refrenando el vuelo porque no es lo que importa llegar solo ni pronto, sino llegar con todos y a tiempo”.