Todo quedó atrás mientras París exhibía historia y belleza en la deslumbrante inauguración de los Juegos Olímpicos. El viernes pasado, millones de personas fueron cautivas del síndrome de Stendhal, faltaban palabras y sobraban emociones para calificar aquello. La ilusión de la “tregua olímpica” estuvo presente y ojalá perviviera hasta la clausura.
Después del deslumbre francés volvió el agobio criollo con sus vaivenes rocambolescos, nuestra realidad menosolímpica, menos estética. El funcionariado con prisa para rendir cuentas, más al jefe de estado que a la nación. Si se hiciera la evaluación de los montajes que pretenden demostrar el deber cumplido, ganaría la tecnología y el despliegue de cifras, sin olvidar la personalización de las conquistas institucionales, esa tendencia a sentirse imprescindible tan propia de la medianía. El afán es desmedido debido a la continuidad en el mando, quieren que el presidente valore el trabajo realizado y ratifique cargos o rote sin despedir.
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Las preguntas que no tenían respuestas, relacionadas con la urgencia para conocer el proyecto de reforma al Código Penal recibieron las señales correspondientes. Burla o estrategia el tiempo dirá, pero el jefe de Gobierno no podía permitirse una bulla incómoda a las puertas de su segundo mandato y actuó. Prefirió mantener en ascuas los respaldos coyunturales que tan buena labor hicieron en la campaña 2020 que azuzar el cisma.
En este espacio preguntábamos si el avivamiento del proyecto obedecía a un ensayo para medir la aceptación a la reforma de la Constitución. También despertaba curiosidad saber si el jefe de Gobierno quería incluir entre sus logros la promulgación de un mamotreto con nombre de Código Penal y si el senador proponente actuó motu proprio o por encomienda. Auguramos que las respuestas estaban entre la mano que mece la cuna, la mano maestra y tres poderes convertidos en uno. “Pronto será conocido el destino del proyecto de reforma del Código Penal y el misterio será develado-“Código y Reforma”-22.07.24-. Sirvió La Semanal para develarlo. Habló el mandatario: “Yo creo que ese Código necesita estudiarse y consensuarse mejor. No sé si extenderla (la legislatura), vamos a estudiar. Yo lo que pienso es que ni siquiera extendiendo la legislatura sería el tiempo necesario.” Se hizo la luz. Los arrebatos de los legisladores fueron apaciguados, las protestantes abandonaron esquinas y guardaron banderolas. Sigue vigente el artículo 317 del Código Penal con sus sanciones para la mujer que consienta un aborto, para médicos, parteras, enfermeras, farmacéuticos y no pasa nada. Desaparecieron las proclamas e invocaciones a Dios para que el código fuera promulgado, sin vergüenza volvió el proyecto a la gaveta. Otros menesteres ocuparon el tiempo de los congresistas atareados con préstamos y despedidas. El fin de la legislatura lució clausura de cursillo de cristiandad, todos en paz y en victoria, algunos exigiendo demostraciones dela patria agradecida. Diecisiete días faltan para concluir su primer mandato y cada minuto el jefe de estado ratifica su lugar señero. Sin competencia, quita y da, se impone. Evita ruidos, complace deseos y lo complacen. Hasta ahora y como el otro “jefe”, desafía rayos y vence tempestades