Tomado de El Dinero
Nos guste o no, nos tiene a todos hablando de él, ya sea para criticarlo, reconocerle su popularidad o para darle un consejo. Santiago Matías, mejor conocido como Alofoke, se ha convertido en un fenómeno mediático que trasciende la música urbana y se instala en la conversación nacional.
Es un fenómeno de estudio. Su capacidad para conectar con una masa ávida de oportunidades y de aprobación social lo ha catapultado a un nivel de influencia pocas veces visto en República Dominicana.
No se puede negar que su estilo irreverente, muchas veces desbordado y poco respetuoso, ha sido la fórmula que le permitió construir un imperio de medios. Él es consciente de lo que hace y de lo que funciona. Más que nadie, conoce su audiencia.
Ese lenguaje directo y provocador le abrió puertas, generó audiencias y, sobre todo, le dio resultados económicos palpables.
Sin embargo, todo ciclo tiene un límite, y el suyo parece haber llegado a un punto de inflexión. Alofoke, entiendo yo, ya quemó la etapa de generar dinero con el morbo. Lo tiene, lo disfruta y, según se percibe, ha realizado inversiones inteligentes. Ahora la pregunta es: ¿qué hará con ese poder acumulado? No lo invito a ser humilde, lo invito a ser un ente social.
La respuesta debería ser clara: reenfocar su talento hacia la transformación social. Alofoke tiene una plataforma que llega a millones de personas, especialmente jóvenes que buscan aprobación, legitimación y un modelo a seguir. Esa audiencia, aunque no lo admita explícitamente, refleja en él sus propias aspiraciones de éxito y reconocimiento. Si Santiago Matías decide moderar su discurso y orientar su influencia hacia la construcción de valores, podría convertirse en un catalizador de cambio positivo. Seguro habrá muchos que quisieran ayudarlo.
El reto está en abandonar la dependencia del morbo como motor de popularidad. La sociedad dominicana necesita referentes que inspiren, que eleven la conversación y que demuestren que el éxito no tiene que estar ligado a la vulgaridad o al irrespeto. Alofoke tiene la oportunidad de ser ese referente. Su historia de superación personal y empresarial es valiosa, pero aún más valioso sería que la pusiera al servicio de la colectividad.
No se trata de pedirle que renuncie a su autenticidad, sino de que entienda que la madurez implica evolución. La irreverencia puede transformarse en crítica constructiva; la popularidad en liderazgo responsable; el dinero puede ser canalizado hacia proyectos que generen oportunidades reales para quienes lo siguen. La transición hacia un discurso más moderado no le restaría impacto; al contrario, lo fortalecería como figura pública.
Esto es lo que creo al analizar este fenómeno social. Santiago Matías tiene frente a sí una disyuntiva: seguir explotando el morbo hasta agotar su credibilidad, o reenfocar su poder mediático para ser un ejemplo de cambio. La segunda opción no solo le garantizaría trascendencia más allá de la coyuntura, sino que también aportaría a la transformación que nuestra sociedad necesita para ser cada día mejor.
