Sábado, 15 de mayo de 2004 - 01:32 GMT |
R. Dominicana y el legado de Mejía | ||||||||
"Si la calle está dura, que se suban a la acera", dijo una vez el presidente de la República Dominicana, Hipólito Mejía, cuando un ciudadano le reclamó al mandatario por la difícil situación económica del país.
Con Hipólito Mejía, el llamado "milagro dominicano" se desvaneció. De los prósperos años 90 sólo quedan las cenizas mientras el pueblo dominicano hace hasta lo imposible para sobrevivir en una economía que se descalabra. La situación económica y social de hoy es muy diferente a la de cuatro años atrás. Todavía recuerdo cuando estando en Santo Domingo, en mayo de 2000, Hipólito Mejía festejaba su victoria electoral y prometía, en la sede de su partido y ante miles de seguidores, que de ahora en más la República Dominicana entraría en una etapa de bienestar para todos. Sin embargo, sus palabras se desvanecieron tan rápido como los tiros al aire que disparaban aquella noche algunos dominicanos a modo de festejo. Las cifras hablan Los números son elocuentes. La República Dominicana despidió el 2003 con los indicadores macroeconómicos en rojo y el 2004, hasta el momento, no muestra un cambio en el actual rumbo de la economía. El peso se ha devaluado más del 50% frente al dólar estadounidense, mientras que la inflación se ha disparado al 24,7% en lo que va del año (62,3% en los últimos 12 meses). Como si fuera poco, más del 16% de la población económicamente activa -aquellos en edad de trabajar y que están buscando trabajo- no tienen empleo. Esto no sólo significa que los pesos de los dominicanos valen cada día menos, sino también que a la población cada día se les hace más difícil suplir sus necesidades básicas de comida y alimentos.
El crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del país resultó negativo en un 3% en 2003, después de alcanzar un positivo 8% en 1999 y 7,2% en 2000, y niveles que rondaban el 4% en los primeros años de mandato del presidente. A estas alarmantes cifras en picada se le suma el tono irónico de las respuestas del presidente a la hora de responder las preguntas de sus ciudadanos. "Señor presidente, mi esposo no tiene trabajo, ¿qué hacemos?", dijo un día una ciudadana preocupada. A lo que Hipólito respondió muy convencido, "deje a ese (refiriéndose a su marido) y busque a otro". Y este es sólo un ejemplo de los tantos que quedarán en los anales de la historia dominicana. De aplaudido a criticado Pero qué sucedió para que este presidente, que ganó las elecciones de 2000 por mayoría absoluta, haya perdido tanta popularidad. La explicación tiene fecha propia. El 13 de mayo de 2003, el banco más grande del país, el Banco Intercontinental (Baninter), fue intervenido por fraude y otorgamiento de créditos por medio del "favoritismo". El Listín diario, el periódico más grande del país, también fue acusado de doble contabilidad.
El Banco Central tuvo que salir a rescatar a la entidad financiera en problemas. Pero el fraude fue grande -para que tenga una idea, se estima asciende a unos US$2 mil millones, casi el total de las remesas enviadas en 2003 por todos los dominicanos en el exterior a sus familiares en República Dominicana- y la ayuda no fue suficiente. Detrás del Baninter vino el Bancrédito y el Mercantil. Cerraron periódicos y muchas empresas que tenían sus ahorros en las bóvedas de esos bancos. Entonces, hubo que pedir ayuda al Fondo Monetario Internacional (FMI) por US$600 millones. Y con la ayuda del fondo, llegó también la tradicional mano dura en materia macroeconómica. ¿Quién apaga la luz? Pero no sólo eso pasó. También se apagó la luz en el uso literal de la palabra. La distribuidora de energía Unión Fenosa salió del país y los subsiguientes cortes de energía eléctrica diarios de entre 10 y 16 horas, les quitaron las esperanzas a los pocos empresarios que no se fueron del país y que intentaron sobrevivir a la tormenta. En consecuencia, la industria nacional se derrumbó, los comercios cerraron, los dominicanos perdieron el empleo, la inflación se disparó por las nubes y el PIB tomó la senda negativa.
Ahora, en momentos de elecciones, los dominicanos tienen claro que Hipólito prometió y no cumplió. Pero no sólo eso, también que acabó con el "milagro dominicano". De moraleja nos deja que no hay que creer en la palabra de los hombres, sino en las acciones, pues esa es la única forma de plasmar las buenas intenciones y las promesas en realidades. En manos del próximo presidente y todos los dominicanos estará el que República Dominicana recupere el esplendor de antaño, con la ayuda del turismo y el comercio, sus dos sectores claves. |