La veneración al miembro viril
ENCARNI HINOJOSA / MADRID
Día 07/04/2013 - 11.21h/Tomado de ABC.ES
Se celebra hoy, en un santuario cerca de Tokio, el Kanamara Matsuri, conocido como el 'festival del pene'
La ciudad japonesa de Kawasaki, próxima a
la capital nipona, se llena hoy de turistas curiosos, jóvenes
desinhibidos, travestis, niños y hasta personas mayores para adorar a
una única figura: el pene. Si además se añade el dato de que esta
reunión es de carácter religioso, la particularidad de este evento es
indudable. El Kanamara Matsuri, literalmente 'festival del falo de
metal', es una celebración sintoísta -religión mayoritaria en el país-
que se lleva a cabo el primer domingo de abril de cada año.
Esta especie de verbena tiene como fin
orar por la fertilidad y, además, por el bienestar de la pareja o por la
prosperidad del matrimonio. La peculiar tradición, que mezcla algo tan
pagano como el sexo con la religión, se remonta al periodo Edo
(1603–1867). En aquel tiempo, las prostitutas de Kawasaki se acercaban
al santuario sintoísta de Wakamiya para pedir protección divina a la
hora de realizar su trabajo o la curación de enfermedades de transmisión
sexual. El templo, lleno de figuras genitales tanto masculinas como
femeninas, tiene como 'reliquia' el falo de metal que da nombre al
festival.
La leyenda cuenta que un espíritu
maligno se encaprichó de una joven y decidió que no la compartiría con
nadie. Para ello se instaló entre las piernas de la mujer preparado para
morder con sus afilados colmillos a cualquier miembro viril que osara
poseer a la chica. Hasta dos jóvenes que se desposaron con la muchacha
sufrieron la peor de las suertes en la noche de bodas. Ella encargó
entonces a un herrero que le fabricara un falo de metal que, cuando fue
mordido por el espíritu maligno, provocó que este se rompiera toda su
dentadura y dejara en paz a la mujer para siempre.
Tres en procesión
Esta escultura es transportada durante
el Kanamara Matsuri en un 'mikoshi'. Muy parecidos a los pasos de
nuestra Semana Santa, son capillas transportadas mediante vigas de
madera que reposan en los hombros de hombres o mujeres durante las
celebraciones sintoístas. El 'mikoshi' que transporta el miembro viril
del templo Wakamiya es portado solo por hombres debido a su peso. En la
misma fiesta, dos capillas más procesionan acarreando también
representaciones de los genitales masculinos: una que contiene un falo
de madera y, el más popular, el de color rosa. Este último, que se
incorporó al desfile hace unos años, fue donado por una asociación de
travestis llamada 'Elisabeth' que tenía una gran amistad con un monje
del santuario. Rosa y de grandes dimensiones, el 'mikoshi Elisabeth'
-como es conocido- es portado por hombres travestidos y algunas mujeres y
siempre se encuentra rodeado de cánticos, gritos y risas.
Las figuras fálicas se presentan con tal
naturalidad en la celebración que tanto niños como mayores participan
en el evento. Miles de personas asisten a cada edición y los últimos
años ha adquirido tanta popularidad que actualmente el colapso de
público es notable. La comunidad LGTB japonesa se hace notar entre los
visitantes, sobre todo por el protagonisto del falo 'Elisabeth' en las
celebraciones y muchos turistas acuden llamados por la excentricidad de
una celebración religiosa que tiene al pene como protagonista. Tan
omnipresente está, que las calles están repletas de tenderetes donde se
venden multitud de objetos que le hacen referencia. Las piruletas con
forma fálica son las más populares, pero también se venden colgantes,
camisetas, verduras moldeadas, velas y hasta amuletos sintoístas con la
reconocible silueta. Todo lo recaudado se destina una buena causa: la
investigación de la enfermedad del VIH.
En la cuestión de la fertilidad los
genitales masculinos no pueden hacer nada por sí mismos, así que el
pene, aunque es la gran estrella, no es la única representación sexual
en el santuario de Wakamiya. Dentro del templo, fieles de todas las
edades se aproximan a una gran vagina de bronce que tiene una zona
dorada donde ha sido rozada con asiduidad. El culto consiste en comprar
un pequeño falo de metal y arrodillarse ante la estatua que representa
los genitales femeninos. El que quiera tener suerte con su fertilidad,
con sus relaciones sexuales o con su matrimonio, solo tiene que rozar el
pequeño miembro alrededor de la entrada de la vagina, eso sí, sin
introducirlo dentro. Debe conservarlo como recuerdo de uno de los
festivales más extraños, y a la vez más llenos de normalidad, del mundo.